Sigue resonando el grave tenor de la acusación de Matias Kulfas como una consecuencia feroz a la que le falta por ahora una causa clara. No es que le falte la causa. Es que simplemente no la conocemos. Pero dicen en las tuberías del poder que lo del ahora descastado ex ministro fue en realidad un contraataque defensivo. Los reclamos de Cristina por el gasoducto iban de lleno a un tema de su competencia y avizoró una embestida tan brutal en su contra que eso lo llevó a exponer el poder de ella en la licitación y a dejarlos a todos espantados por trasladarlo a la justicia con la sombra de la corrupción.
Explican que hay una dimensión de la interna del gobierno que es menos aparente. Que están peleando por el poder después del poder. Y en ese sentido hay tiempos que se acortan. El tiempo electoral dice que faltan un año y medio de mandato. Otros tiempos son más breves. El tiempo de cierta financiación internacional para grandes proyectos que no se da en años electorales se reduciría a meses. Lo que no se cierra ahora se pierde. A menos que se continúe en el poder. Para el que no tenga chances en 2023 no hay un después.
Deberemos volver una y otra vez a los pormenores de aquél cifrado discurso en el centenario de YPF para intentar decodificar la guerra que allí se peleaba. Cristina Kirchner reclamó haber llevado la fabricación de caños sin costura a Brasil, pero su enojo quizás no tenía que ver con los milímetros que llamativamente todos mencionaron en forma incorrecta. Su enojo real sería porque alejar la confección de ese material retardaba los tiempos para la financiación del resto del proyecto. Para lograr financiar dice una fuente “hay que mostrar la cáscara”. Sin un avance rápido, la fase siguiente que debe licitarse y que ella habría esperado que sea del interés de China quedaba pisada.
Algo que debió ser muy fuerte y muy específico, en el discurso de Cristina hizo temer a Kulfas que lo denunciaran a él por manejos turbios de esos 200 millones que mencionó la vicepresidenta y disparó primero exponiéndola a ella y a la inesperada sociedad entre Techint y La Cámpora que maneja las áreas de energía. Lo que en definitiva admitió Paolo Rocca. Que los negocios no tienen ideología.
Si hay o no hay corrupción es algo que puede afirmar Paolo Rocca, pero que debe determinar la justicia. El discurso inédito del Presidente de Techint explicando los detalles técnicos de un proyecto y defendiéndolo de acusaciones de corrupción no tiene antecedente. Quizás no hubiera existido jamás de no haber precedentes complejos para los empresarios luego de la causa de los cuadernos. Pero surge otra confirmación de su relato. La premura para realizar el gasoducto y evitar perder otros 3 mil millones de dólares en importaciones los dejó solos en la oferta, siendo los únicos capaces de desarrollarla. Así dio sus argumentos para desechar la idea de una licitación a medida.
Sin embargo, esto también demuestra otra cuestión. Parece obvio, pero el entendimiento con Techint ocurrió con la anuencia de Cristina y de Alberto. Es decir que Techint habría tenido que cerrar con ambas puntas de la interna oficial para que todo avanzara. Y algo de lo que cerró con el albertismo, representado por Kulfas es lo que habría enfurecido a Cristina. ¿Hacer los caños en Brasil sin algo que adelantara el proyecto localmente dejaba afuera a jugadores que ella quería a los que había que mostrarles ya un avance? O peor, ¿abría el camino para que entraran empresas que no son de su preferencia?
Enterada de que los entendimientos también habrían incluído pretensiones del albertismo, Cristina jugó en forma fulminante y en vivo –a lo Kill Bill- enviando la directa indirecta en pleno aniversario de YPF. Matias Kulfas se sintió en inminente peligro, previó que el próximo paso podía ser denunciarlo a él y anticipó algo en lo que no estuvo errado: si eso ocurría, el presidente no saldría en su defensa. Expuesto, decidió exponerla. Sólo una amenaza de alto calibre puede llevar a un funcionario a denunciar corrupción en su propio gobierno.
Dejó en evidencia que Cristina también había avalado las negociaciones con Techint. Nada de lo que pudieran acusarlo quedaba fuera de lo firmado por Agustín Gerez el hombre de La Cámpora a cargo de Ieasa que le responde en definitiva a ella. Ahí fue cuando Kulfas sorprendió revelando que hay más de una lapicera en el gobierno y diciendo por radio en on que la licitación había sido cerrada por gente cercana a la vicepresidenta.
Es curioso. El presidente afirmó que no le gustó lo que hizo Kulfas, quitándole relevancia a que hizo una denuncia. Cosa que no tiene que ver con sus gustos.
En términos judiciales la determinación de si hubo o no negociaciones incompatibles o incumplimiento de deberes de funcionarios son más difusas. ¿Puede haber ahora una denuncia contra Matias Kulfas? ¿Por qué no la hubo si lo que dijo fue falso? Ayer desde Energía lo acusaron de hacer un “desfalco al erario”. ¿Se viene otra causa? El viernes deberá declarar el ex funcionario que se convirtió en un paria del gobierno. A Alberto y Cristina los unió el espanto.
El juez Daniel Rafecas, que está decidido a avanzar en forma ágil y en sus palabras, con la convicción de que “la opinión pública tiene el derecho a estar bien informada sobre cuestiones de trascendencia como las de este caso”, no sólo escuchará al denunciante, sino también al funcionario que renunció 5 días antes de que estallara el escándalo y “a idóneos y expertos de las cuatro empresas que extraen gas en Vaca Muerta, -Pluspetrol, YPF, Tecpetrol y Total Austral-, para que ilustren sobre los requerimientos técnicos para la construcción del gasoducto”. Una de las preguntas que quedan flotando en el aire es si luego, también llamará a declarar a Paolo Rocca, de la empresa Techint o a la vicepresidenta de la Nación. Por ahora todos los declarantes van como testigos. Si hay imputados quedará para más adelante. "Si está todo en orden nadie deberá preocuparse", afirmó el fiscal Carlos Stornelli.
Mientras se demora el gasoducto, habrá que abrir la caja de Pandora.