Entre las razones más increíbles que se dio para uno de los aterrizajes de los varios que realizó el avión de las sospechas en territorio nacional, se encuentra la de la presidenta de la empresa Argentina de Navegación Aérea, (EANA), Gabriela Logatto. Dice que el segundo aterrizaje del avión en Ezeiza se permitió “por una cuestión humanitaria”.
Para dimensionar este testimonio, lo primero que hay que ver es el calendario. Este segundo aterrizaje se produjo el viernes 10 de junio y permitieron que baje a tierra argentina una aeronave que estaba siendo rechazada en Uruguay y sobre la que entre dos y cuatro días antes habían existido alertas desde Paraguay. No es todo. También le habían denegado la venta de combustible compañías como Shell e YPF por las sanciones de EEUU que lo tiene en una lista sospechosa por vínculos con el terrorismo.
O sea, nada de esto había sido puesto de relieve en los registros, para que esta decisión “humanitaria” se tomara cuando el avión llevaba casi cinco días dando vueltas por los cielos nacionales.
Supongamos, de hecho, que en efecto hubo una razón humanitaria porque un avión perdiendo su tiempo de autonomía en el aire es un peligro, ¿no tendría que haber existido una exhaustiva investigación al menos considerando los antecedentes inmediatos luego del aterrizaje humanitario?
Esto de que a los funcionarios argentinos no les llama para nada la atención un avión con excesivos tripulantes conducido por venezolanos e iraníes en una aeronave con historial oscuro que la vincula a la fuerza Al Quds sindicada como agrupación terrorista por Estados Unidos, ya resulta de por sí sospechoso. El esfuerzo por ofrecer explicaciones pueriles, genera preocupación por al menos la escandalosa improvisación con que gestionan cuestiones de máxima seguridad. Ahí radica el otro problema: políticamente los funcionarios argentinos se han esforzado en estas horas por desestimar toda sospecha en vez de extremarlas para cuidarnos.
El ministro de seguridad Anibal Fernandez, que parece casi el abogado de los iraníes salió a destacar que no tienen “claves rojas”, por alertas de esas que pone Interpol.
Ya que habló de las alertas rojas, sólo vale tener en cuenta la línea de investigación que vincula al avión con Al Quds para un esfuerzo mayor que el que han demostrado, considerando que dos de los comandantes de Al Quds fueron ministros iraníes con alertas rojas de Interpol buscados como ideólogos del atentado contra la Amia. El mero antecedente del uso de este avión para logística terrorista ameritaba un poco más de atención. Con ese sólo dato, como dice el presidente de la DAIA Jorge Knoblovits bien valía ser excesivos, o imprudentes, como afirma él, en los recaudos.
Es muy increíble, porque de no mediar la denuncia de la DAIA, la AMIA y la oposición, probablemente al gobierno no le hubiera parecido necesario un control mayor. El hecho de que recién ayer se haya decidido inspeccionar la aeronave que aterrizó en Argentina el día 6 de junio por primera vez es suficiente para temer por la brecha de seguridad del episodio. Lo mismo pasa con los celulares y dispositivos tecnológicos que los tripulantes tuvieron todo el tiempo del mundo para borrar.
Y lamentablemente hay más. En los ámbitos diplomáticos y también de las propias fuerzas de seguridad argentinas la cuestión no se minimiza, como escuchamos en los testimonios de los funcionarios nacionales que por momentos actúan como vendedores de humo con explicaciones que ofenden la inteligencia como la que ya hace tristemente célebre al jefe de Inteligencia Agustín Rossi
La realidad, es que, desde este incidente, en un país con el antecedente de dos atentados terroristas impunes perpetrados por Iran según la justicia, todos nos sentimos más inseguros. La recepción VIP a los iraníes asusta. Ni hablar si se confirma que no coinciden las listas de pasajeros entre los dos aterrizajes en Ezeiza. Tenían todos los motivos para investigar y ser cautos. No lo hicieron. El avión tuvo en los hechos una zona liberada en los cielos argentinos. Cada esfuerzo por subestimar el episodio, sólo duplica la preocupación. Como afirma Carlos Pagni en La Nación: “Como la vida pública continúe en esta trayectoria declinante, los aviones que no podrán volar por sospechosos serán los argentinos”.