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“Hoy, la familia de Mafalda sería pobre"
Martes, 22 Marzo 2022 10:44

“Hoy, la familia de Mafalda sería pobre"

Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.

“Hoy, la familia de Mafalda de los años 60 sería pobre”. La metáfora elegida por el Director del Observatorio de Deuda Social de la UCA dispara al corazón simbólico de la clase media en una realidad en la que se le hace cada día más difícil subsistir al grupo social que representaba los sueños de progreso y movilidad social que describían ampliamente a la sociedad Argentina. Sueños de progreso que curiosamente a pesar de la decadencia y el deterioro económico sostienen un ideario y siguen delineando una identidad. 
 
El analista de consumo Guillermo Olivetto suele explicar que más del 80% de los argentinos se autoperciben como clase media, aunque técnicamente muchos no lo sean, porque justamente se trata de un imaginario compartido. Como si fuera, más que un estrato social al que se accede por el nivel de ingresos, una elección de vida, indisoluble con el ser argentino. En ese 80 % pueden caber incluso quienes están por encima o por debajo en la pirámide social según lo que ganan.
 
El crecimiento de la pobreza en el contexto de políticas que parecen decididas a multiplicarla y a mantener pobres a los pobres, dependientes de subsidios y sin autonomía, tiene su peor rostro en el porcentaje de chicos que viven en la pobreza, que superan el 60% en la franja etaria que llega hasta los 14 años. Es imposible no contabilizar entre ellos a las numerosas familias que se cayeron de la castigada clase media con la que parece ensañada la actual administración, a sabiendas de que no es el sector que mayoritariamente los vota. 
 
Entre los chicos de los llamados nuevos pobres podría contarse Mafalda según el análisis de Agustin Salvia, al considerar lo que llama pobreza estructural. “Venimos escalando cada 5 años 5 puntos de pobreza estructural. Hoy estamos rondando un piso del 40% con un techo del 45%.” 
 
La realidad borronea con imposibilidades el contexto de aquella historieta en la que una nena con ganas de progresar en la vida era la heroína de la clase media interpretando sus demandas y motivaciones. Quizás fue la primera chica empoderada en plenos años 60: moderna, decidida e intelectual. Sabía que cuando fuera grande tenía un mundo al alcance de sus esfuerzos. Hoy, más del 60 por ciento de menores del país que lea sus historietas se sentiría afuera de ese mundo por sus padecimientos. Y peor, hoy, Mafalda podría estar entre ellos, en la intemperie de los que no termina ni siquiera el colegio secundario, o de los que por miles eligen irse del país. 
 
Un informe reciente de la consultora Ecolatina advertía que 1 de cada 3 hogares de clase media se considera pobre. La pobreza se estipula al compás de la suba de precios que pulveriza el poder adquisitivo, fenómeno que no dejó de agravarse en estos meses, cayendo con toda su fuerza en los sectores que intentaban sostenerse en los últimos escalones de esa clase media empobrecida. Para no ser pobre, el último mes, una familia necesitó 83.807 pesos y para no ser indigente 37.413 pesos, siendo el salario mínimo inferior incluso al nivel que determina la indigencia. 
 
Y aquí sobreviene la pregunta más inquietante: ¿podría ser Mafalda, ella misma, en el contexto actual? 
 
El precipicio de la pobreza se agazapa para muchas más familias en la cuenta cada vez más inalcanzable del supermercado, y las frustraciones sobre los caminos que se cierran están más presentes que las chances de futuro. 
 
Esa nena determinada que incluso refería su comprensión del mundo pidiendo por la paz en medio de la Guerra fría, hoy, en esta Argentina invertida, correría el riesgo de ser parte de una primera generación de pobres en familias de tradición de clase media. “Salvemos a Mafalda”, podría ser el enunciado que nos convoque. No parece casual que la mitología de una vida mejor, corporizada en los sueños de ser de clase media, tenga a una nena como figura arquetípica, porque la clase media es por definición motor y vehículo de futuro.
 
El fenómeno de la inflación, con una aceleración que no se veía por décadas condena hoy a los argentinos a un hiper-presente de insoportable fragilidad. La realidad se agrava en cámara rápida y la suma de las incertidumbres pueden sintetizarse en el precio del pan. El futuro se vuelve un terreno de angustias y balbuceos inciertos. 
 
Cuando el presidente sale como un bufón a declarar guerras ya perdidas, agravando con su imprudencia discursiva hasta los precios de mañana, cuando desde el poder las peleas encarnizadas se divorcian más y más de la realidad, cuando los vientos destituyentes soplan en la propia coalición de gobierno, parecería cándido pretender colar las pretensiones de futuro en una reflexión del día. Quizás parece un atrevimiento, pero es un atrevimiento imprescindible, el grito de “Hagan algo en serio”. 
 

No sólo se vacían las góndolas de productos por la escasez que supieron producir con su inoperancia económica, sino también de una mínima noción de horizonte inmediato. Se podría decir lo mismo que esa esa viñeta de Quino en la que se ve a Mafalda de espaldas a un globo terráqueo en el que está pegado un cartel donde se lee: “¡Cuidado! Irresponsables trabajando”. O apelar a esa otra historieta, en la que Mafalda aparece con ojos tristes y una curita en la mano para preguntarse, “¿Cómo hace uno para pegarse esto en el alma?”.