En las últimas 24 horas el presidente hizo una delirante caravana que no tendría explicación lógica si se la pone a la par de los problemas de la realidad. El intento atolondrado de sumar hechos para complacer al kirchnerismo duro, cuando debería llevar tranquilidad a los argentinos, y certidumbre a los mercados, lo muestra como alguien desesperado que busca revalidar pergaminos como si necesitara que lo aprueben. Que lo apruebe Cristina. Pero es el Presidente.
Es imposible no considerar en este punto de descomposición de la gestión del gobierno que el kirchnerismo impuso una lógica donde no importa que Alberto Fernandez sea el presidente, por jerarquía institucional. Porque el poder está en otra parte y lo que vimos es una sola dirección impuesta para las cosas, que podría sintetizarse en “o se somete o lo domesticamos”. Quizás, poco explique mejor en estas horas el proceder faldero del primer mandatario como la palmadita en el hombro de aprobación del camporista Andres el Cuervo Larroque, luego de su visita sobreactuada a la dirigente Milagro Sala, condenada y procesada por múltiples delitos. “Muy bien Alberto”, escribió escueto en su cuenta de Twitter. Le tiró unas migajas, ¡al presidente!, el mismo que hace sólo dos meses salió a decirle desafiante que el gobierno es de ellos.
¿Qué significa visitar a Milagro Sala? Para entenderlo basta volver a la última aparición de Cristina Kirchner en el plenario de la CTA en la que Hugo Yasky reclamó su libertad bajo la atenta aprobación de la vicepresidenta.
El caso de Salas es un espejo del caso de Cristina. Hacer aparecer persecución política donde la justicia investigue delitos. Y esa es la urgencia que hoy tiene Cristina para quien la furia por el avance de los juicios se mezcla con la decisión de preservar su espacio de poder como sea, aunque eso arrase con el gobierno de su delegado, al que después de todo, nunca le tuvieron mucho respeto. Resulta imposible olvidar las calificaciones de “Okupa” y “mequetrefe” realizadas alguna vez por la camporista Fernanda Vallejos en aquél mensaje guionado de Whatsapp.
Cuando habla La Cámpora habla Cristina. Así de simple. A la visita a una condenada por la justicia, se sumaron declaraciones que ningún presidente que respete la división de poderes realizaría porque sabría que está interfiriendo abiertamente con otro poder
A esto se sumó una entrevista en la que el presidente buscó en el manual más rabioso del populismo una explicación para la corrida que desató la desconfianza total al cepo y a un gobierno que aplica medidas que ya fracasaron para una crisis que se agrava. Y la explicación fue... Ah pero Macri...
Es muy curioso, porque volver a la génesis de la actual corrida explica muchas cosas. El 14 de junio, el periodista Carlos Pagni, tituló: “El gobierno genera su propia corrida” y dio cuenta de la venta masiva de unos 9 mil millones en bonos por parte de Enarsa para poder hacerse de dólares para comprar gas, porque no se los había girado Guzmán. Ahí empezó el temblor en el mercado de deuda en pesos cuando nadie ignoraba que se venía un vencimiento clave esta semana. Todo apuntaba contra el ministro de Economía, que es el último fusible del presidente. Con la crisis de confianza desatada, ¿quién apareció en el escenario? Cristina, denunciando un festival de importaciones y reclamando a su manera, más cepo.
Cristina estaba diciendo “los dólares son míos”. Al tembladeral por el cepo, es muy fácil leerlo de dos maneras: como una crisis de confianza al gobierno, o por su origen, como un movimiento que buscó desestabilizarlo. Y al corazón de esa hipótesis apuntó anoche el ex presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay cuando sin eufemismos afirmó que La vicepresidenta quiere provocar la crisis desde adentro para que se vayan todos, inclusive el presidente.
El politólogo Andres Malamud, considera en cambio que la última fortaleza de Fernandez es que nadie quiere que se vaya, pero advierte que depende de sí mismo.
Sin embargo la hipótesis de Prat Gay es en parte un secreto a voces. Que, cansada de no tener resultados en su estrategia judicial y ante el deterioro del gobierno y el consiguiente riesgo de una debacle electoral, que la lleve puesta, Cristina, si es necesario, irá por todo. Como siempre. “Ella está en guerra contra todos, incluso la sociedad”, explica una fuente que conoce bien los entramados del poder k.
Sólo una sensación de peligro inminente, de sentirse un presidente en comisión, que necesita revalidar sus pergaminos en forma urgente, puede explicar que con el país en llamas, un muerto en las protestas por gasoil, y el dólar imparable, el presidente haya viajado a Jujuy dejando a Anibal Fernandez explicando la corrida luego de una reunión vaciada de gabinete.
Desde los remilgos de la CGT para acompañarlo en un homenaje a Perón hasta los deslizamientos de los intendentes y gobernadores hacia Cristina muestran una cosa: la otra corrida. El gobierno se ha corrido al Instituto Patria. Cualquier cosa que diga Fernandez en esta intancia parece una mueca. Todos esperan lo que diga Cristina que gobierna a control remoto en cada discurso. Las últimas 24 horas muestran que el presidente de la nación está desesperado por obtener su última bendición. El poder quizás nunca lo tuvo, y ahora, todo indica, entregó el gobierno. ¿Qué significa esto? ¿Qué puede implicar en los hechos? El drama está en desarrollo y ante nuestros ojos. Lo veremos todos. El sábado habla Cristina. Y la guerra de Cristina es a cielo abierto.