Es imposible que entre tanta sobreactuación no se escape la verdad por las hendijas. Seguramente, el sentido de la frase del ex intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi fue el de ofrecer una épica de la resistencia, pero si Cristina Kirchner la escuchó, seguro se preguntó, “¿Por qué éste no se calla la boca? El ahora ministro de Habitat, en un acto de homenaje a Néstor Kirchner, dejó una frase que nadie se había animado a confesar. “Si perdemos algunos vamos a terminar presos”, se le escapó.
El ex intendente de Avellaneda, que manifestó su orgullo por tener un padre preso político y desaparecido, reivindicó la militancia y no anduvo con chiquitas: propuso construir la historia para los próximos 200 años. Aunque el futuro próximo se ve complicado. Ferraresi admitió lo que inquieta hondamente al kirchnerismo, el temor a la casi segura derrota, que se va haciendo carne en el oficialismo y propicia el desbande que ya nadie oculta. Lo inesperado fue esa frase en voz alta que admite lo que nadie se había atrevido a admitir, hasta ahora, aunque todos sepan, que volvieron al poder para zafar de la cárcel. Aunque baste ver la línea de tiempo de la agenda de Cristina Kirchner desde que empezó el gobierno, con su asedio a la justicia, para decir que lo que más le importa es demoler las causas en su contra a como dé lugar para no ir presa. Lo que admitió Ferraresi es que el poder es el vehículo para la impunidad. Y lo dijo en momentos en que los tiempos judiciales empiezan a apremiar, no porque los tribunales estén siendo oportunistas esta vez, sino porque casi se agota el gobierno, y las causas empiezan a alcanzarlo. Se viene el alegato en la causa Vialidad, considerada la causa madre para las otras investigaciones de corrupción que complican a Cristina, y en la que ella es acusada de ser la jefa de una asociación ilícita por esos 51 contratos viales que recibió Lázaro Báez entre 2003 y 2015, por un total de 46 mil millones de pesos de la época, y aunque Lázaro Baez, como ella jura, no sea su amigo...
Esa declaración que electrizó a los tribunales, fue ante los magistrados de esta misma causa. La diferencia es que ocurría pocos días antes de que los Fernandez asumieran como Presidente y Vice. En su cara, les mostraba Cristina que la historia la había absuelto tan categóricamente, que ella volvía al poder. Los desafiaba en forma abierta aunque fueran otro poder de la república y en cada día de estos años no tuvo otra obsesión más fuerte que poner de rodillas a la justicia. Casi tres años después de aquél discurso esos jueces estarían en condiciones de dar sentencia antes de que termine el año.
En el medio, un par de cosas importantes fallaron. La crisis es honda como nunca, el peronismo tuvo su peor elección histórica de medio término, y difícilmente la Corte acepte recursos de auditorías o de cosa juzgada ante la abrumadora fuerza de la evidencia, en una causa que además, escapa al lawfare en algo básico: se inició en 2008 cuando Cristina estaba en el poder, por denuncias de Elisa Carrió.
En estos días, generó conmoción escuchar una declaración de Oscar Centeno, el chofer que fue autor de los cuadernos de la corrupción, confirmar con sus propias palabras ante un tribunal, la existencia de viajes con bolsos de dinero de la corrupción política.
Durante 2011 y 2012 Oscar Centeno afirma no haber escrito cuadernos porque creyó que con la muerte de Nestor Kirchner los viajes terminarían. Pero luego siguió anotando periplos ya que continuaron, hasta 2015. Entre las direcciones a las que iban con dinero señaló Uruguay 1306, el domicilio personal de Cristina Kirchner.
El pasado parece empeñado en no ser olvidado y aparece peor que un fantasma, en testimonios presentes como el del remisero Centeno, cuyos registros en cuadernos muchos despreciaron como meras fotocopias y ahora son validados por su propio dueño además de los arrepentidos cuyos testimonios avaló la cámara.
Es en medio de esta cuenta regresiva que las palabras de Ferraresi, tienen algo de sincericidio. Encaramarse en el poder para zafar de la justicia, siempre fue el plan. En otro tramo de su alocución, donde arengaba a volver a las fuentes, dando por hecho el regreso al llano, por una derrota en 2023, tuvo un fallido muy interesante.
El problema de las utopías es parecido al del relato: los caramelos ideológicos no sirven cuando no hay un mango. Y eso es lo que le pasa a la gente. El fracaso estrepitoso en la economía y el no haber cumplido con llenar la heladera como habían asegurado en campaña, no es gratis. Hoy se conoció una encuesta de Management and Fit según la cual para el 62% de la gente Alberto Fernandez está en el peor momento de su gestión. No es difícil entender que en lo que parece más una colisión de gobierno que una coalición de gobierno cada uno intente rajar por su lado y despegarse del desaguisado aunque sigan aferrados a las cajas mientras duren. Lo que ninguno esperaba es que en medio de tantas calamidades también quede la admisión on the record, de que si pierden en 2023 el problema es que irán presos. Ahora se entiende mejor, por qué es tan importante unirse ante la maldita derecha, como dice el presidente.