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No era literal: la caída total del relato
Martes, 13 Agosto 2024 13:06

No era literal: la caída total del relato

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

 

Durante años los analistas intentaron definir el relato K. Esa construcción ideológica que cerraba por todos lados para la progresía y el peronismo pero que escondía corrupción, hipocresías y mentira.

El relato tenía ante todo una particularidad: era el calco de lo que querían que fuera la realidad. Entonces, para qué preocuparse si en los hechos no coincidía. A ver si podemos ser menos abstractos. En el nombre de lo que se decía no importaba tanto que en los hechos se cumpliera. Así, el modelo de inclusión fue una inclusión de medio país a la pobreza, la no criminalización de la protesta terminó con pobres convertidos en esclavos de los piqueteros patrones de las marchas, el estado presente era un estado ausente, sus empresas antros de corrupción e ineficiencia, las dictaduras, malas si son de derecha y a las mujeres golpeadas se les cree cuando conviene.

Che che che, el doble estándar, la doble moral. No qué decis. No era literal. En un segundo la periodista kirchnerista Julia Mengolini explicó como nadie la funcionalidad del relato: No era literal, era sólo un recurso retórico y político. Entonces, sin ponerse colorada, de la misma manera que antes decía “Yo te creo hermana”, ahora dice, “Vas a tener que probar lo que decis”, aunque las pruebas estén a la vista de todos. Es muy impresionante escuchar el contraste de lo que decía antes y de lo que dice ahora.

Imagino a todas las mujeres que se encontraron resguardadas en la nueva idea de la sororidad: entre Alberto Fernandez y Julia Mengolini derrumabron en dos semanas las otrora indiscutibles conquistas del colectivo feminista. Él, por pasar de ser el paladín de las mujeres a un acusado de violencia de género reiterada. Julia Mengolini, por hacer trizas la perspectiva de género en el nombre de la mera conveniencia.

¿No entendieron? El relato no era literal. Quizás esta frase ayuda a entender por qué cuando la dictadura es de izquierda no se la critica, cuando hay inflación se la niega, cuando hay pobres se los borra, y cuando los violadores son kirchneristas se los protege. Porque todas esas consignas sólo sirven cuando convienen. Y porque al mismo tiempo mantienen fieles a esas almas bellas que con tal de no ensuciarse los zapatos en la cruel y contradictoria realidad, se refugian en el mundo soñado de “La Patria es el otro”, cuando todo indica que la Patria sólo fueron ellos y que en todo caso a la Patria, mientras pudieron, se la llevaron en valijas con dinero.

No era literal. Y por eso no importaba tener razón. El poder también servía para adueñarse de la verdad.

Obviamente, en los hechos, esto significaba un partido con la cancha inclinada, donde siempre corrían el arco, porque el que intentaba rebatir al kirchnerismo con argumentos mientras tenía poder, terminaba chocando con un sistema desvergonzado de negación que era sostenido por los recursos ilimitados del estado. El coro de relatores era financiado con negocios, comisiones, pautas, subsidios, planes, cargos, obra pública, transferencias, fondos fiduciarios, y toda la lista interminable de cajas habidas y por haber. Hasta que la plata se acabó, emergió la realidad, y todos se dieron cuenta, y no sirvió más el rosario de palabras bonitas, porque sucumbió inapelable eso que nadie puede evitar haga lo que haga: las consecuencias.

El cuento termina cuando se termina la billetera. El populismo sin plata, llega a un punto en que ni lo que reparte le alcanza para toda la miseria que generó y ahí, el relato queda totalmente desnudo. O pasa como pasó con Mengolini, y simplemente, el relato no conviene, entonces con la misma seguridad que te decía Yo te creo hermana, te dice Ah pero Fabiola y te duda con las pruebas en la cara de una mujer golpeada.

No es una sola foto. Son varias. Ella no denunció, la justicia descubrió el material y un periodista lo publicó. Al final del día, hasta la persona más inesperada siente un deseo irrefrenable de dignidad o quiere simplemente que dejen de romperle la cara. Esto podría valer para entender la caída del peronismo y la moraleja imperfecta de las denuncias de Fabiola Yañez. Ahora sabemos que culpar a “mi querida Fabiola” no había sido sólo un cobarde recurso retórico ante la prensa, sino la justificación de Alberto Fernandez sobre por qué había perdido el gobierno. Es cierto que ella también participó de la fiesta, pero el presidente era él. Creyó, como en el gobierno, que podía pasar por la presidencia sin hacerse cargo, sólo disfrutando de las licencias de todo tipo que da el poder, y que siempre habría espacio para negarlo todo. Así con esa amoralidad, es que pudo incluso pasar de acusar a Cristina por encubrir el atentado a la AMIA, a aceptar ser su candidato a presidente.

Dicen que uno siempre puede firmar pactos con el Diablo y que el Diablo cumple. El problema es cuando viene a cobrar y cobra con intereses.

Es tan repugnante y de baja estofa la trama del presidente putañero que hay un punto en que las revelaciones revuelven tanto el estómago que no se quiere saber más.

Hoy es el día cero, el día en que la historia realmente empieza en el expediente. Ya nada podrá borrarse con el codo o negarse por que sí. El que da falso testimonio paga y el que es culpable también. Es sintomático que Alberto Fernandez haya querido participar de la audiencia donde lo denunciaba su ex esposa. Hasta un chico entendería que su mera presencia era un acto de coerción. Hasta en la hora final, el acto reflejo fue el abuso de poder.

Hoy 13 de agosto de 2024 se cumplen tres años exactos del chat en que Fabiola Yañez le reclama por golpearla durante tres días. Fernandez le respondió a El País de Madrid que no podía reconstruir esos diálogos porque los años 2020 y 2021 estaban borrados en su teléfono. Para la memoria de los argentinos son años que no se borran, son los años infames de la pandemia. También un 13 de Agosto de 2021, el mismo día del chat, se presentaba un pedido de juicio político contra el entonces mandatario por la fiesta de Olivos. Nadie hubiera imaginado que tres años después en la misma fecha se pasara del juicio político a un proceso judicial. De un viernes 13 de 2021 a un martes 13 de 2024. El poder nunca es para siempre, y por eso hay que pensar muy bien qué se hace con él.

Por último, hay algo que pasó desapercibido para muchos en la nota de El Pais. Es una de las fotos que le sacan a Fernandez en una especie de juego de luces y sombras con una cortina que deja pasar a medias los últimos rayos del sol. El efecto impensado en la imagen del ex presidente es dibujar unas extrañas rayas verticales que parecen juguetonas, los barrotes de una cárcel. Justicia poética quizás, para mostrar a un hombre que ya está preso de sus propias mentiras.