Esto es como si se tratara de la separación de bienes en un divorcio tóxico: “ella está dispuesta a dejarlo sin nada”. Pero no es sólo el despecho por las infidelidades y pactos incumplidos, sobre todo en el terreno judicial. ¿Cómo se le ocurre a Alberto Fernandez que él podía osar construir poder? “Sólo fue su testaferro en la presidencia”, afirma una fuente no sin ponzoña. “Y a Cristina nunca le gustaron los testaferros porque siempre al final se quedan con todo y no devuelven nada”, agrega, recordando un amargo lamento de ella sobre los viejos laderos de Néstor Kirchner. Cosas del pasado que marcan para siempre.
¿Qué es dejarlo sin nada? Lo que está en juego como siempre, es el poder. “Cada paso que está dando Cristina tiene que ver con su plan de poder para 2023”, explica una fuente kirchnerista que entiende el ajedrez peronista bonaerense. “El objetivo en este caso es terminar de quitarle cualquier tipo de poder territorial a Alberto”, agrega. Cuando se refiere a poder territorial se refiere a la única construcción política en pie que le queda al presidente, el sustento de los piqueteros oficialistas, los movimientos de la llamada economía popular representados por Fernando Chino Navarro y Emilio Pérsico. Fue tan fuerte la embestida de la vicepresidenta al Movimiento Evita, que ni Evita se salvó de quedar en el medio del fuego cruzado.
El peronismo es laburo y no planes asestó Cristina, descastando directamente a la metodología y a los líderes piqueteros que encima tienen el tupé de planear candidaturas propias en el territorio de ella. Eso es el territorio. Como los feudos medievales, es la tierra y todo lo que se mueve en ella, y vota en ella. Mientras ponen en alerta y movilización a sus seguidores, para marchar, quien hubiera dicho, contra Cristina, los piqueteros no titubearon en devolverle las gentilezas. No quedan ni las loas por la década ganada. Emilio Pérsico también le puso a Evita sobre la mesa.
El punto es que, de alguna manera, en las invocaciones a Evita, ambos tienen razón. La pobreza sólo se ha multiplicado, y de no ser porque cuentan los planes como trabajo, los números de desocupación serían menos benévolos. Pero, ninguno de ellos está interesado en admitir fracasos. Se trata de quién maneja a los pobres, en el terruño que le quedará a Cristina para replegarse y seguir manejando el peronismo como la dueña de esa tajada de votos que la convierte en su líder. Pero para eso, hay que acomodar el tablero. ¿Qué es acomodar el tablero? Neutralizar a quien se atreva a levantar un poquito la cabeza y hacerle sombra. ¿Albertismo? Eso fueron ilusiones ópticas. Una fuente lo pone en términos bestiales. “Cristina actúa como una sicaria”. Luego de la salida de Kulfas, va por los movimientos sociales que le responden al Presidente, con la determinación que le hubieran pedido al opositor más opositor para que elimine los planes sociales. Y el problema que tiene el presidente es que cuando pide que lo defiendan y se defiendan se encuentra con un problema que él mismo sembró: nadie le cree como para jugarse. Dejó a todos los suyos en banda en las horas difíciles. Hasta a Fabiola embarazada la culpó cuando fue lo de la fiesta de Olivos. “Entregó a Kulfas y ni siquiera negoció”, describe otra fuente que además es despiadada: “El es un ‘resistidor’ pero no mucho más. Lo único que hace es no decidir”, , y eso exaspera a Cristina “que esperaba que el fuera su operador en la Casa Rosada”, no un presidente con vuelo propio. Confusiones. En la Rosada, en tanto, mientras preparan las valijas para irse al G7, recibieron la orden de resistir. “El enemigo está dentro”, repiten intramuros, y el aire huele a conspiraciones. Los pasos que se caminan entre la oficina de Wado de Pedro y el Chino Navarro se cuentan como los pasos de un duelo. La exaltación se nota en respuestas sobreactuadas como la de la portavoz Gabriela Cerruti que acusa de golpistas a los periodistas por preguntar lo que todos ven: que en la relación de Cristina y Alberto no hay retorno.
Claro que Cristina no se va. ¿Pero será candidata? Lo que más le conviene a Cristina es postularse como candidata a senadora con un mandato de 6 años, que es más que un período presidencial de 4, coinciden dos fuentes. (En el poder se gana tiempo de permanencia y tiempo de fueros) Ella está trabajando para conservar su liderazgo en un peronismo que necesita no bajar una base de un 30% del electorado. Y los que apoyaban al presidente en la provincia, ya se fueron para su lado. Tanto está abocada a ese armado la vicepresidenta, que además de alinear a los intendentes y ponerlos codo a codo con La Cámpora, habría dado luz verde a, algo increíble para quien está acostumbrada a anunciar candidatos por Twitter: una PASO en 2023. Si es una zanahoria para atraer a los ambiciosos o un plan en serio se verá sobre la hora. Por lo pronto basta con que se lo haya dicho a Daniel Scioli, a quien le dio el visto bueno para ser candidato. Hábil, él, cuando el presidente le ofreció el ministerio de Producción, fue y le consultó a Cristina para no perder la costumbre. Y ella, lo bendijo doblemente, como hacen los padrinos, a presente y a futuro, para la añorada revancha del motonauta que es la nueva vieja esperanza de algunos sectores del peronismo. Las múltiples reediciones del pasado marcan los problemas de un partido que, aunque está en el poder, según algunos escenarios podría en una situación de profundización del descrédito actual, quedar incluso tercero. Ah pero Macri y Ah pero Alberto. A él le caerán las facturas. No a Cristina.
Pero como todo ocurre en un contexto gravísimo para el país, el costo de la guerra tiene esquirlas y ondas expansivas que paga la sociedad toda. Los desmanejos económicos redundan en el peor riesgo país de los últimos 22 meses superando los 2200 puntos, con el dólar blue titilando en rojo, y el país parado por falta de gasoil poniendo en riesgo incluso las exportaciones de granos que le dan de comer. El presidente se ilusiona con ir bajando la inflación, pero contabiliza más rápido los meses que la gente que padece el día a día con desesperación por la suba de precios. La última carta del presidente es la flaca estabilidad y los magros resultados que pueda aportarle la gestión de Martin Guzman y el acuerdo con el Fondo. Pero en el actual contexto de guerra interna que encima ahora suma la calle, el camino es más un desfiladero que los cielos abiertos de una economía voladora.
Con descontento social creciente, con la conflictividad exacerbada por la guerra por los planes, con Cristina actuando como la gran barona del conurbano, los piqueteros en pie de guerra y el Presidente desafinando no sólo canciones de Litto Nebia, sino lo que queda de su gestión y su capacidad de asegurar un rumbo, el presente es sombrío y el invierno promete ser muy largo. Cristina Kirchner le ha dejado en claro, algo que decía muy llanamente Pablo Escobar: “Hay tres formas de hacer las cosas: como usted cree, como ellos creen y como yo digo”.
Pobre país. Pobre, en serio. Pobreza, es todo lo que reparten. Ay, si Evita viviera.