“¡Hagan algo!”, “¡Hagan algo ya!”, los reclamos se escuchan de los dos lados de la grieta en medio de la desesperación por la suba del dólar. Todos saben -menos la portavoz del gobierno- que eso multiplicará la inflación real. La mitad de los argentinos que trabaja gana menos que la línea de pobreza. En la Argentina de hoy, hay que agradecer no ser indigente.
“¡Hagan algo!”, piden todos. Pero este gobierno vetado desde adentro le contagia su implosión al pueblo. ¿Dónde está la señora? ¿Por qué se esconde? ¿No tiene ninguna nueva clase de economía que dar? Ella que sabe tanto, ¿no tendrá la solución? Qué lástima que no está en el gobierno. Ah no … Pará. Claro que está en el gobierno. Cristina gobierna con vetos. Quién entre los agentes de mercado o entre los ciudadanos de a pie puede creerle algo a este gobierno si tres años de Guzmán demostraron que acá si la señora de Kirchner no aprueba no se hace nada.
Hablaron de tregua y la leyeron en los silencios de la vicepresidenta, que no son las tripas de los pollos de los oráculos, pero se auscultan igual. Acá no hay tregua, señores, sólo guerra fría. En las últimas horas, la supuesta medida para incentivar la liquidación de dólares del campo fue varias veces desmentida. Adivinen por qué las idas y venidas. Porque un sector del gobierno, que obviamente le responde, ve como una rendición reconocerle un valor algo más justo al campo, porque el campo es el enemigo, porque ellos están en guerra con el campo, quieren someterlo porque es casi lo único que no pueden controlar del todo y metieron en la economía de guerra a todos los argentinos. Seguramente, como muchos de ellos no trabajaron en su vida y sólo vivieron del estado, no entienden que alguien que produce cuida el valor de su esfuerzo. Como hace cualquier argentino. El que se compra algo antes de que aumente o el que intenta venderlo con alguna certeza de que lo podrá reponer cuando venga con nuevos precios.
Encima, el presidente, en vez de ocuparse de las cosas para las que lo eligieron, sólo se dedica a generarnos vergüenza ajena. Elijan si es la soberbia o la estupidez la que lo lleva a dar clases a él sobre la inflación en Europa, o a destratar a Uruguay, un país ordenado donde además los dólares sobran y baratos. Es gracioso, no es que Uruguay esté negociando un tratado de libre comercio con China, un supuesto amigo local. Pero estos muchachos escuchan “libre comercio” y les da escalofríos. Como no entienden la lógica de los negocios y que un país vive de lo que vende al mundo, Fernandez le va a Lacalle Pou con el verso de lo colectivo y que las salidas individuales no sirven, cuando la realidad es que han convertido al Mercosur en un sello de goma que sólo sirve para subir aranceles y asegurar mercados cautivos. Allá, la protección es generar más negocios, acá la protección es para los amigos, aunque hagan productos malísimos que se tiene que fumar la gente porque no le queda otra.
Cuando escribía estas líneas pensaba que por suerte las diré antes de que abra el mercado. Porque si no se desactualizarían al ritmo de las cotizaciones. Hacen falta 37 billetes de mil, la denominación más alta, para comprar uno de 100 dólares. La pregunta que se hace la calle, en un clima enrarecido sin disimulo, es si esto puede seguir así mucho tiempo más.
Un análisis básico indica que Cristina Kirchner no puede ignorar el efecto del vacío que le hace a su propio gobierno. La pregunta inmediata es más inquietante. ¿Quiere provocar lo que está ocurriendo? Algunos que conocen las tensiones en sus cercanías afirman que en estos días se peleó hasta con Máximo porque el territorio arrasado los asusta a todos. Pero también destacan que, a diferencia de hace un año, ella perdió la vara de lo racional. “Siempre jugó al límite, pero ahora está actuando con ira, con furia, por venganza”, dicen. El alegato de la causa Vialidad que siempre quiso evitar se acerca inexorable. Serán nueve días hábiles en que la justicia le desmentirá que está por encima del resto de los mortales. La suma de las broncas no la dejó ver que la presión a su propio presidente era ya demasiada. Y que en el mismo momento en que lo destruye también se debilita. Por lo demás, sus problemas con la comprensión de la economía radican en que la mira con categorías autoritarias partiendo de que el estado debe controlarlo todo, castigar y someter. Entonces resulta imposible que las cosas que pide de la lapicera presidencial, no sean nada más que platos rancios del menú cubano o venezolano.
Igual, a esta altura de la crisis hablar de todo esto es perder el tiempo. Y el tiempo empezó a acelerarse. La pregunta es taboo pero también es técnica: Cuánto resiste en Argentina un gobierno que no puede frenar al dólar, ese