La oligarquía es un sistema de gobierno en el que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada.
Un ingrediente fundacional de la identidad del Kirchnerismo, al menos desde lo discursivo, tiene que ver con el rechazo sistemático a todo tipo de privilegio, sobre todo el privilegio de clase.
Ya lo decía en 2008 el dirigente piquetero ultraK Luis D’Elía y su famosa frase “odio a la puta oligarquía”.
Desde el inicio de su mandato, el presidente Alberto Fernández hizo referencia en sus apariciones públicas a la cuestión de los privilegios. Hace unos pocos meses, por ejemplo, cuando le recortó la coparticipación a la “opulenta” Buenos Aires, recalcó que a algunos “les cuesta renunciar a sus privilegios”.
Sin embargo, el escándalo del vacunatorio vip montado por el renunciado ministro Ginés González García en el ministerio de Salud muestra que la oligarquía argentina ya no es, como hasta hace un tiempo, una clase social, como lo fue la oligarquía agraria. Los “bienudos” del campo.
No.
En Argentina la verdadera oligarquía es la clase dirigente.
Son ellos los que durante la cuarentena, cuando todos estábamos encerrados, gozaban del privilegio de moverse a su antojo, participar de asados multitudinarios y recorrer las provincias sin barbijo, y son ellos los que decidían a su antojo quién podía visitar a sus familiares enfermos y quién ni siquiera podía llegar a enterrar a una hija que murió de cáncer.
Son ellos los que quieren decidir si este año podemos votar o no en las PASO, a pesar de que en lo que va de la pandemia se llevaron a cabo más de 100 elecciones en todo el mundo y no se generó aumento de contagios, y son ellos los que deciden vacunar a su chofer, al sobrino, a los militantes de La Cámpora o a un amigo “periodista militante”, a pesar de que las vacunas escasean y ni siquiera ha sido inmunizado todo el personal de salud.
Ellos son los verdaderos privilegiados.
“El Estado soy yo” dijo Luis XIV, el “rey Sol”, y esta frase que se le atribuye quedó como lema del absolutismo, que no es ni más ni menos que la forma de gobernar como si se estuviera por encima de la ley.
Nunca sabremos cuántas muertes se podrían haber evitado de haber contado con un operativo de vacunación bien planificado y transparente. Miles, seguramente.
Pero ellos sí están vacunados.
El Estado son ellos.
Ellos son la “puta oligarquía.