Para los que se empeñan en leer otra cosa que lo que pasa ante sus ojos: ¿quién prepararía el terreno en forma tan imponente para algo que no va a hacer? La Cámpora parece seguir los lineamientos de un guión que tiene ya determinados los capítulos que vienen y no son escenas de La Familia Ingalls con Alberto. La ruptura es total y la unidad sólo es sostenida por los pedidos de unidad del presidente. Lo que puede confundir a los voluntaristas es que se trata de una ruptura sui generis. Por ahora se trata de ir en un rumbo distinto estando adentro del mismo tren. Algo irrealizable en las leyes de la física. Pero ya sabemos que el kirchnerismo se maneja con categorías más esotéricas. ¿Cómo se plantea esto, entonces?.
La muestra de poderío callejero de La Cámpora, desde su zona de confort simbólica, con la condena a la dictadura y al Fondo Monetario, ocurrió sólo 24 horas antes de que el directorio del organismo se reúna para aprobar el acuerdo con Argentina. No cuidaron ni eso. Al mismo tiempo, conllevó humillaciones implícitas y explícitas al presidente. A la misma hora que él se sentaba en una mesa con un par de copas de agua, frente a un escenario cómodo pero no fervoroso, como los científicos, para realizar su propio homenaje a 46 años del golpe, y ensayara ecuménicamente que es un día que “nos une a los argentinos”, los muchachos camporistas le mostraban que a ellos nada los une con él. Lo explícito vino con una daga verbal del Secretario General de La Cámpora, Andrés Larroque. No es halcón de su espacio, pero es cuervo, y hundió la hoja filosa recordando quién tiene los votos: “El presidente fue jefe de campaña de un espacio que sacó cuatro puntos en la provincia”, disparó. Y no nos vamos nada, fue lo siguiente que dejó en claro. “Es difícil que nos vayamos de algo que constituimos”, anticipó.
¿Cómo se traduce que rompen sin irse? Bueno, claramente la buena vida de contar con recursos para movilizaciones con cotillón y despliegue, los apoltrona más que nunca en sus cargos, pero el mensaje también es “ni se te ocurra echarnos porque salimos a la calle”. La otra cuestión es cómo romper sin irse, en términos políticos. Y ahí los problemas los tiene el presidente. Porque antes de que el FMI le ponga el gancho, el hijo de su socia política, le hizo saber desde su baño de masas, que “es con la gente adentro”, dando a entender que su plan deja a la gente afuera. Traducido: La Cámpora le hará la vida imposible a Alberto Fernández y buscará obstruir el cumplimiento del acuerdo. No es que el Presidente tendrá que pasar las revisiones del Fondo cada tres meses. El escenario es más dramático. El Presidente tendrá que intentar que lo dejen cumplir con lo que firmó. Y no está todo dicho. Cristina, sin mucha ampulosidad, dejó en claro de qué lado estaba, con un tuit pletórico sobre el regreso a Plaza de Mayo después de dos años de pandemia, donde se veían las columnas de la marcha del grupo de sus entrañas junto a Madres y Abuelas. Para Cristina ese es el pueblo. La coronación del sesgo faccioso fue sutil pero clara. Vaya a saber qué serán el resto de los mortales que habitan estas geografías.
El kirchnerismo duro se radicaliza y se repliega en sus acólitos, pero en un círculo mucho más purista, que no duda en construir un nuevo afuera dentro incluso, de los que estaban adentro. La vicepresidenta difícilmente vaya a perdonar a los que apoyaron aunque sea lacónicamente a Alberto, al tiempo que necesita correrse a la izquierda del tablero que es hacia donde se fugan los que se fugan. Esto deja otros heridos. El dirigente Luis D’Elia, lo denunció con un tuit de guerra: “La Cámpora niega a los movimientos sociales y milita su desaparición. El kirchnerismo no es una propiedad inmueble de la familia Kirchner.” Se percibe mucho más que el enojo por no recibir una invitación. En ese afuera, también parece haber quedado el ministro de Economía Martin Guzmán para quien siempre quedará Paris, porque allí se parapetó en la semana previa a la firma del acuerdo con el FMI, mostrando ejecución al lograr en un trámite ligero arreglar los términos de la deuda a posponer con el Club de Paris. Lo llamativo, es que en medio de la extraña fanfarria callejera, y luego de cambiar el perfil de sus redes por un logo celeste que decía 24 M, tuiteó dos veces. Una, a la misma hora del acto, en defensa de la democracia, por los 30 mil y contra el endeudamiento. Pero volvió a escribir en su cuenta cinco horas después, esta vez, una ristra de números que no parecía propia del feriado, en la que citando datos del Indec exhibió lo que llamó “la contundente recuperación económica” con 10.3 puntos de crecimiento, más empleo y más inversión. Era su forma de decirle a Máximo, “con la gente adentro”. El problema es que esos números son el rebote postpandemia y el futuro pinta con ciclones, problemas energéticos y más inflación. Reíte, que el que advirtió lo de la inflación fue Roberto Feletti, el perdedor compulsivo de batallas ante los precios.
Es muy singular que en un día en que se recuerda el inicio de un capítulo trágico como lo fue la dictadura, las manifestaciones gestuales en el acto de La Cámpora hayan sido las de la algarabía. Pero se entiende que, en su planteo, reivindican un enfrentamiento que no les parece resuelto. Con un discurso que no deja afuera los trazos violentos, Máximo Kirchner acusó a los porteños de votar a los defensores de la dictadura. Ya sabemos que no se recuerda a sus padres Néstor y Cristina, como gestores de hábeas corpus en aquellas épocas oscuras. Y que la apropiación de las consignas los ha llevado a negar el rol y la valentía de Raul Alfonsin y los Juicios a las Juntas para construir, Memoria, Justicia y Nunca Más. Pero hay algo que es caldo presente: la anulación como sujeto democrático del que no está en sus filas. Eso no es pavada. Y hacerlo mientras marchan en las mismas calles de la ciudad que deploran.
Máximo Kirchner es uno de los dirigentes con peor imagen el país. Hoy, el espacio político que representa intenta, pero no puede despegarse de la suerte del gobierno que Cristina ella formó. Ella es la autora intelectual, aunque quiera zafar de ser la madre de la próxima derrota. La búsqueda de ser oposición desde adentro, intenta rearmar fuerzas para mantener el territorio y en el interín, acumular todos los recursos que den los puestos que ostentan en el estado. Eso no tiene que ver con la suerte de Argentina. Tiene que ver con la suerte de ellos. Alguien, describe a La Cámpora, como un espacio muy eficiente para Cristina -porque ningún líder tiene una guardia pretoriana tan incondicional- pero que no sirve para nada para el país. La marcha del 24 M es, paradójicamente, un retrato de su potencia y de su impotencia. El resto del libreto, pende de dos lapiceras. La carta de Cristina que nunca llega y el bolígrafo presidencial cuya tinta se paraliza ante el abismo de la página en blanco.
Mientras tanto, el mandatario parece decir en el escenario, lo mismo que Macbeth, el esposo de la lady: “¡Vamos! Engañemos al mundo con aire risueño. Un falso rostro debe esconder lo que sabe un falso corazón”.