Con la misma ausencia de arrepentimiento que el presidente demuestra cuando busca cerrar a toda costa y billete a billete la estafa moral que infligió a los argentinos cuando les ordenaba cuarentena y hacía fiestas en Olivos, el gobierno da explicaciones descaradas con respecto a un avión que en dos países vecinos generó alertas graves de seguridad al punto de que no lo dejaron aterrizar o le prohíben regresar a su espacio aéreo.
La información que se va conociendo sobre la sospechosa aeronave de Mahan Air tripulada por 5 iraníes y 12 venezolanos abruma por su gravedad y solo suma preguntas sobre el rol del gobierno y su eventual complicidad y/o encubrimiento. Ahora se sabe además que sigue siendo un avión de Irán.
El juez Federico Villena recibió información del FBI que sindica al piloto Gholamreza Ghazemi como terrorista de la Guardia Revolucionaria de Iran. Para el gobierno argentino “esto no cambia nada”. Así lo dicen.
Todavía deben explicar por qué desoyeron las alertas recibidas por Paraguay casi al mismo tiempo del aterrizaje y ahora se sabe también de Israel cuya advertencia dataría de abril, y permitieron que el avión anduviera a sus anchas por los cielos argentinos.
¿Qué argentino puede sentirse tranquilo si para el gobierno no cambia nada saber que es terrorista el piloto de un avión al que dejaron entrar sin mayores problemas?
De no mediar una casualidad climática probablemente nunca nos habríamos enterado de que buscaron en cambio asistirlo y que se fuera rápido.
Acerca de la descabellada versión de que todo se trató de un “entrenamiento de pilotos”, que siguen defendiendo oficialmente y que curiosamente es la coartada que proveen los propios tripulantes, se suma un dato raro. Cuando les denegaron el aterrizaje en Ezeiza, tuvo que ver con que el piloto del avión no tenía categoría 3, que es la que le permite un aterrizaje en caso de neblina. Así lo consigna una investigación de la periodista Lucia Salinas en el diario Clarín. Remarca que difícilmente con esos pergaminos limitados pudiera tratarse de un training de vuelo. Y la pregunta vuelve: ¿Qué vinieron a hacer a Argentina? Y de nuevo, ¿de verdad no le cambia nada al gobierno que el FBI y al menos otras dos agencias de inteligencia internacionales consignen como terrorista al piloto? ¿No les genera ninguna preocupación ni siquiera considerando el antecedente de los dos atentados que sufrió Argentina y que según la justicia argentina fueron perpetrados por Iran? Es un escándalo que las autoridades nacionales con total cara de piedra relativicen el peligro que cualquiera puede advertir sólo repasando los datos disponibles. De hecho, lo advirtieron de inmediato las petroleras que operan en Ezeiza, incluída la nacional YPF, que se cuidó de no proveer de combustible a un avión que aparece en las listas negras del Departamento del tesoro de Estados Unidos por terrorismo, porque el sólo hecho de hacerlo podía acarrearle sanciones y multas a la compañía. Esa negativa férrea ya deja en una posición muy incómoda a los funcionarios de las áreas que les facilitaron dos aterrizajes y cobertura. Hay cuatro días desde el 6 al 10 de junio en que recién intervino la justicia, que encierran inquietantes misterios.
Todo indica que la fiscal se inclinaría en forma inminente por imputar al piloto de un delito que podría ser intento de espionaje. Si esa es la hipótesis de los investigadores, los funcionarios del gobierno difícilmente podrán seguir actuando como si nada, porque incluído el presidente de la nación, quedarán manchados por la sospecha de haber protegido semejante operación poniendo en peligro a los argentinos. Para el presidente no hubo nada oscuro y todo es culpa de la oposición y los medios.
Con los datos existentes, en cualquier país serio se intentaría llevar adelante una investigación y extremar la seguridad. Aquí los funcionarios responsables, a medida que avanza el caso, aparecen menos como responsables y más como cómplices.
Intentar minimizar el episodio para salir del paso en los primeros días, puede haber sido una estrategia mediática. Pero persistir en ello a pesar de la delicada evidencia que se va conociendo, puede configurar también la comisión de un delito. Desde incumplimiento de deberes de funcionarios o como consigna una de las denuncias ya realizadas, a traición a la patria por dar ayuda a un enemigo. Le quedará a la justicia determinar en qué puntos del derrotero del gigante aéreo hubo mínimamente laxitud y de máximo, protección y encubrimiento.
Los mismos que querían ser la puerta de entrada de Rusia en Latinoamérica terminan ofreciéndole la puerta de entrada a Irán para realizar espionaje. Hay pactos implícitos que simplemente dan escalofríos.
En estas horas se suma como si fuera poco una alerta de una agencia extranjera que sindica la existencia de una amenaza de Hezbollah contra un periodista argentino. Que la organización terrorista tiene en la mira a Goerge Chaya, que escribe en Infobae y se especializa en terrorismo, fue denunciado por el propio gobierno. La pregunta que sigue es simple ¿por qué no actuaron de la misma manera con las notorias alertas sobre el avión? El contraste, mínimo, los interpela.