Es difícil inspirar sentimiento patriótico entre tanto bajón. Billetes pintados, justicia pintada que se agacha ante el poder, asedio y advertencia a los que investigan a corruptos. Sin embargo esa desilusión o falta de esperanza que arrojan las encuestas tiene otro costado que sin exaltaciones y con sobriedad quizás vale destacar. Se trata de la toma de conciencia, del reconocimiento de los problemas, y de la demanda concreta de soluciones reales que parece elevarse desde las bases de la sociedad mucho más madura que sus líderes. La grieta solía exacerbar la discusión política en términos de pertenencia a un espacio. Ahora la profundización de la crisis parece haber dado paso a otras peticiones. El pueblo, que en un día como este salió a reclamar saber de qué se trata, está subiendo el nivel de sus exigencias. No será gratis tanta indiferencia y desprecio desde el poder. Los que quieran contar con el voto deberán lograr la confianza de los escépticos con motivos en que nos hemos convertido. Eso no está nada mal desde un punto de vista: será más difícil que así las cosas vendan espejitos de colores, parecidos a los papeles pintados en que se ha vuelto el dinero devaluado de un gobierno con pocos valores.
Miércoles, 25 Mayo 2022 08:30
"Próceres en billetes devaluados y pocos patriotas"
Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.
En estos días en que se habla mucho de próceres en los billetes la escena ofrece bastante poco sentido patriótico. Próceres pintados en baja denominación cascoteados por la inflación y usados de cotillón en la semana patria van a tono con el devaluado ejemplo que baja desde algunas cúpulas del poder.
En este 25 de mayo vale revisar los contrastes: en vez del espíritu de sacrificio que inspiran las gestas campea el manotazo a los privilegios. Un presidente que apenas rasguña el 20% de imagen favorable en vez de restablecer su vínculo con la sociedad, la humilla una vez más enrostrándole que él puede tener una justicia excepcional. Ha perdido tanto la conexión con la sociedad este gobierno que ha olvidado cuán cara es la política del resentimiento cuando en vez de interpretarlo, lo provoca. En su libro, Identidad, Francis Fukuyama advierte que “un grupo humillado que busca la restitución de su dignidad acarrea incluso mucha más carga emocional que quienes persiguen mejoras económicas”. La sensación de falta de respeto sumada a la malaria económica son un cóctel demasiado amargo que el poder parece haber perdido capacidad de registrar incluso por conveniencia.
Malos tiempos aquellos en que la política no registra el hondo enojo social, porque sólo termina multiplicándolo. La destitución de la fiscal anticorrupción que investigó al ex gobernador Uribarri condenado a 8 años de prisión por corrupto parece una advertencia a quienes osen poner la lupa en el poder. El ex gobernador y ex embajador en Israel negó tener influencia en el jury que la sacó de su cargo incluso contra los designios de la Corte Suprema y la acusó de politizar su situación. Cecilia Goyeneche había anticipado: “Me echan por investigar a Urribarri”.
En estos días diputados de Pro pidieron informes a Cancilleria para saber si el condenado por corrupción sigue cobrando sueldo del estado y viviendo en la residencia diplomática a un mes y medio de su sentencia por delitos contra la administración pública.
Volviendo a la semana de mayo, la última contradicción del Presidente remite a su cambio de idea entre asistir y no asistir al Tedeum en la Catedral porteña. Se sabe que desde el púlpito difícilmente bajen bendiciones en medio de la grave crisis social. Ese impulso primario a no escuchar pinta perfectamente el estado de cosas allá arriba, donde con todo lo que pasa abajo, creen que pueden enojarse ellos.
Y el enojo también es entre ellos. El poder aparece consumido por sus propias necesidades. Alberto Fernandez intenta avanzar con su línea de gestión envalentonado con el despeje de ciertas áreas comandadas por cristinistas duros como comercio o tarifas. Del lado de la vicepresidenta ellos festejan haberse corrido. Ahora pueden criticar aún más cómodos desde lejos del fracaso. Por otro lado, la agenda es cantada y el coro de gobernadores peronistas parece haber interpretado la canción preferida de la señora Kirchner pidiendo ampliar la Corte Suprema en momentos en que se espera el fallo por la coparticipación ante los reclamos porteños por la quita de los fondos destinados al traspaso policial. El gobierno nacional intenta presionar con la grieta porteños versus interior y quizás se queden sin argumentos porque tal vez la Corte ordene que lo que se restituya a Buenos Aires no toque ni una moneda de las cajas provinciales y salga directamente de la Nación. Pero todo lo que apunte contra la Corte, ya sabemos, es música para los oídos de la Señora. Al fin y al cabo, algún puente tienen que tender.
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