El mayor escándalo, sin embargo, no es ni siquiera que el juez nos tome a todos por idiotas en el instante en que le pone firma y sello a la avivada. El mayor escándalo es la falta de remordimiento del presidente, que, no midiendo la talla de su ofensa, que ni habiendo pedido perdón porque al reconocer la falta culpó a su esposa, que habiendo ocultado lo que sólo se supo por una revelación periodística y fue negado hasta el cansancio hasta que la foto cayó sobre la mesa con toda la elocuencia de verdad, y la burla de esa fiesta, ahora vuelve a demostrar que no tiene ninguna vergüenza, y nos quiere arreglar con plata. Dice William Shakespeare que el “abuso de los que mandan ocurre cuando el remordimiento se divorcia del poder”. No hay dudas de que los argentinos hoy volvieron a sentirse abusados. La justicia puede venderle un perdón, presidente, la dignidad no se compra.
Martes, 24 Mayo 2022 10:04
"Sin vergüenza: Justicia VIP para los acusados de la fiesta VIP"
Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.
Son esos días en que este reino del revés que es la Argentina te da una piña en el estómago. Porque manda el privilegio y la justicia se hace socia de la estafa moral ni más ni menos que del presidente de la nación.
El mismo juez que procesó al surfer por violar la cuarentena, en el caso del presidente le puso precio a la justicia. ¿Se acuerdan cuando Alberto Fernandez calificó de idiota al surfer que se había ido a Ostende y decía que se había terminado la Argentina de los vivos?
El juez federal Lino Mirabeli nos tomó a todos por idiotas y consagró a los vivos. Aunque claramente, hay algunos que son más vivos que otros. El forzado argumento para aceptar procedentes las ofertas económicas del presidente y su pareja fue que el mandatario “no estaba en funciones” cuando se realizó el cumpleaños. Como si pudiera separarse por la transmigración de las almas el político de la persona. Como si lo personal no fuera político. Como si no hubiera ocurrido en la residencia de Olivos donde de no ser la máxima autoridad, su humanidad no hubiera disfrutado una cena con champagne y chocolates caros pagados por todos nosotros mientras el ciudadano de a pie no podía despedir a sus seres queridos. Como si valieran los dobleces. Falta que un día de estos digan que como José Lopez tiró los bolsos con dólares después del horario laboral no se cuenta como un delito en la función pública. O que el código penal se escinde de los horarios de oficina. Y que hay una aristocracia en el poder que puede gozar de los privilegios, pero desligarse de los deberes como una prenda que se pone y se saca a conveniencia.
En esta Argentina herida por el abuso del poder y la justicia lenta, donde los poderosos creen que pueden saltearse hasta los juicios y no tienen que probar ni siquiera su inocencia como pretende la vicepresidenta en causas gravísimas, se consagra un tratamiento vip para los acusados de las fiestas vip. El juez de la fiesta vip le pone la pulserita para el reservado al presidente y le interpreta un fallo a medida que cae como cachetazo a mano abierta en la cara de los argentinos. Los argentinos que perdieron 129 mil seres queridos en la pandemia, los argentinos que no pudieron despedirlos, los argentinos que se arruinaron por la cuarentena eterna ordenada por el mismo que no la cumplió, los argentinos que ahora ven que la igualdad ante la ley es un chiste y cualquier argumento vale para que zafe quien debería dar el mayor de los ejemplos.
El presidente adujo que él podía acceder a los derechos de cualquier ciudadano, y ahora entendemos el traje a medida que el insólito argumento le proveía. Con el criterio de que no era funcionario a esa hora, podría comenzar a pagarse las cenas y los gastos de su bolsillo cuando termine el día laboral. Porque parece que cuando compra los pañales para su hijo con recursos del estado olvida que eso también es una cuestión personal pero para zafar de su responsabilidad penal el juez aduce que a esa hora no estaba en funciones.
Cuando la política se pavonea con privilegios y deshonra el servicio público, cuando el poderoso se cree por encima de la ley, cuando un escandaloso código penal vip de hecho se inventa al paso para favorecer al que manda, se profana algo más profundo en las contorsiones de un fallo alevoso y cínico. Va más allá de la fiesta. Porque la herida de la ofensa no sólo no cicatriza ante la ausencia de justicia, sino que vuelve a cometerse y a la luz del día en un país exhausto de padecimientos.
Por eso, como dijimos entonces, deberían saber, el fiscal, el juez y el propio presidente, que aunque festejen como vivos este fallo, hay cosas que no tienen precio. Cuando ponga peso a peso en su farsa de justicia, sepa, señor presidente sobre todo usted, que cerrando la causa con billetes, no se exime de la condena social de sus conciudadanos. Que la vergüenza y la bronca de entonces ahora también se convierten en asco ante una justicia prostituida. Que es flaco el favor que le hace al prestigio del poder judicial o de la investidura presidencial, pero peor, que lo divorcia de la buena fe de las personas decentes. Que al final, Alfredo Yabrán tenia razón, cuando decía que “el poder es impunidad”.
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