Miserias de la política y políticos miserables. Cuando crece el descreimiento en la clase política por su deuda fundamental a la hora de resolver los problemas reales de la gente, el uso miserable de la pobreza y de los pobres y el show del vale todo por una tajada de poder ocupan el escenario. Dan asco. No tienen ni pudor ya de mostrar de lo que son capaces.
Carteles en la calle y cuatrerismo político en el senado. Los carteles que en estas horas comenzaron a poblar la ciudad de Buenos Aires con la leyenda “Gracias Presidente por el bono a los trabajadores de la economía popular” o a los jubilados no sólo representan el uso del estado para fines personalistas sino el uso de sus recursos como dádiva y en clave de campaña en medio de una pobreza inmoral. “Qué vergüenza y qué falta de dignidad hacerle sentir a la gente que le tienen que agradecer”, me decía un avezado dirigente político del peronismo que no daba crédito ante la impudicia. En uno de los dos carteles se lee “El crecimiento es para todos” y abajo el infame agradecimiento forzado a nombre de trabajadores y jubilados. Será porque como van a pagar esos bonos gracias a la inflación, simplemente tuvieron un acto de sincericidio y le agradecen a la gente que la padece y por lo tanto termina pagando más impuestos con lo que ya no tiene, por los aumentos que también engordan al estado que es el que nunca pierde. Las firmas del Movimiento Evita y Barrios de Pie, cuyos líderes son parte del gobierno parece una admisión burda del clientelismo. Y el sello del PJ estampado con escudo y todo, parecería olvidar hasta sus propias máximas de “cuando hay una necesidad hay un derecho”. Encima, la realidad es que a los jubilados los vienen ajustando no sólo con el cálculo de las actualizaciones que no son aumentos sino sinceramientos insuficientes de la inflación, sino que además se los pagan sin carácter remunerativo de manera que ese dinero ni siquiera puede ser incluido en el aguinaldo. La otra falsedad que esconde la infame publicidad es que no son recursos del presidente sino de los argentinos, los que permiten cualquier erogación en un contexto en que el actual gobierno sólo ha funcionado en pocas cosas y una de esas es meterle la mano al bolsillo de quienes trabajan con impuestos y más impuestos parasitarios que usan como si fueran recursos de campaña.
Si alguien se preguntaba sobre la atemporalidad de una medida más identificada con tiempos de campaña electoral, no se equivocó del todo. A la luz de las internas políticas encarnizadas, queda claro que sin cambiar nada de fondo, el nuevo plan platita, es la forma de recuperar la iniciativa de un gobierno que no va a ningún lado y de arrancar con la campaña de reelección de Alberto Fernandez. Todo, en un momento de agravamiento de la situación social y cuando se esperaría que el máximo objetivo fuera la responsabilidad. La improvisación del anuncio en Casa Rosada, en vez de informar con discreción, fue, miserablemente, para mostrar quién reparte. “Para mi uno de los pilares de la economía es la distribución”, dijo el presidente con una dudosa interpretación y en un contexto en que cuando deberían generar crecimiento real de la economía sólo generan más y más inflación, mientras asfixian con impuestos confiscatorios que se parecen más al latrocinio que a una justa carga. Esa es la concepción del estado que defienden, la de un gigante que en vez de estar al servicio de ciudadanos independientes, considera a las personas su propia servidumbre, que le debe rendir pleitesía y que debe arrodillarse ante la dependencia. “Gracias presidente por el bono”, es eso: escupir la dignidad de las personas.
Pero la cosa no queda ahí. En estas horas también vemos, cómo la facción cristinista no tiene límites en forzar las instituciones ni en usar jueces con botonera para garantizar sus fines de control de la justicia mediante el consejo de la magistratura. No sólo intentaron desobedecer una orden del máximo tribunal, lo que hubiera configurado un delito, sino que acto seguido buscan entorpecer y traban el espíritu de la sentencia, acudiendo a movidas más propias de forajidos que de políticos respetables. Romper falsamente el bloque oficialista del Senado, para manotear un lugar en el consejo que le corresponde a la oposición o directamente frenar las designaciones en la cámara baja es tomar por asalto y a la luz del día los sillones políticos del organismo que designa y sanciona a los jueces, pero también una indudable admisión de que la política para ellos es además de una caja con dinero de otros de la que disponen, un escudo para garantizar la impunidad. Sin dudas, son las acciones desesperadas, que tienen a la señora Kirchner y a su poder decadente, arañando sin disimulo y donde puede, mientras se ve venir el escarmiento de una sociedad asqueada con la mera lectura de cualquier encuesta.
Cuando muchos de los políticos se llenan la boca hablando de la antipolítica, deberían tomar sus documentos de identidad, para encontrar el nombre de quienes realmente manchan a la política. En momentos de una gravedad inusitada, sólo aportan a la idea de estafa que el mal manejo de la cosa pública derrama sin piedad en gran parte de la sociedad argentina. Un estado que no puede garantizar ni trabajo digno, ni seguridad, ni educación, se jacta de su clientelismo, del uso de los pobres, y de las practicas más tramposas a las instituciones para usarlas como guarida de procesados por corrupción.
Los problemas que tiene el país son enormes, los desafíos inmensos, y comprometen el futuro de las nuevas generaciones a las que les queda una nación diezmada a pesar de sus riquezas y potencial. Qué es la política. No puede ser esto.
No sólo escuchamos a la señora Kirchner interpretar que el poder no es que te den el bastón y la banda, como si el poder también fuera algo de lo que se apropian, sino olvidando que el poder en las democracias está en el voto y que para evitar su abuso están las leyes de la Republica que ella busca desmantelar. Algo está muy mal si sólo ofrecen el endiosamiento del estado y la pauperización de las personas.
Un hombre de negocios me decía en una conversación sobre la oferta electoral: ¿Cómo va a ganar un candidato que diga la verdad de todo lo que debería hacerse para sanear el país? Claro que en este estado de postración cualquier salida es dolorosa y ardua. ¿Pero en qué difiere lo doloroso y lo arduo de lo que ya vive la sociedad argentina donde lo único que no se detiene es la decadencia? Justamente, cambiar un dolor sin sentido ni destino por esfuerzos que valgan la pena con una ruta que nos devuelva al progreso, ¿no es acaso la tarea de la política? Convencer y persuadir de un camino que no sea de rosas pero que valga la pena ser recorrido con dedicación y esperanza, ¿no es tarea de la política?. Pero para eso deberían poblar ese camino de ejemplaridad y decencia en el manejo de los dineros públicos y no dar la sensación de que son ladrones públicos los que gobiernan. Elevar la Constitucion y no pisotearla. Eso sería dejar atrás la antipolítica. Eso que no hacen es la política y la virtud de sus fines.
Cuando analicen con sofisticados focus group o con delirios de grandeza, el desencanto de la gente con la clase política, en vez de enojarse porque los llaman casta, no se compliquen, piensen en todo esto, que los divorcia hondamente de cada argentino y pidan perdón, mínimamente, para luego ponerse a trabajar, como lo hace cada persona que mantiene este país y los mantiene a todos ustedes. Honren el voto en vez de pisotearlo.