La foto de aquél abrazo recorrió el mundo. Estaban agarrados los cinco, como si no fueran a soltarse nunca. Fue en febrero pasado, cuando liberaron a Luis y Fernando tras 129 días de cautiverio.
La familia entera había sido tomada como rehen el 7 de octubre pasado, hace casi un año, por los terroristas de Hamas. A los 53 días de estar prisioneros en una casa de familia usada por los captores, recibieron la noticia de que las mujeres serían liberadas. Clara quería quedarse para no dejar a Luis. Luis quería que ella se fuera para salvarla. Su amor superaba la prueba más difícil.
“Las Fuerzas de defensa de Israel liberaron a doce mujeres… parecían una eternidad, mi corazón está en Gaza…”
Ahora Clara y Luis, volvieron por primera vez a la Argentina luego del infierno que les tocó vivir. No fue una, fueron varias veces las que salvaron su vida. El mismísimo 7 de octubre, ella que es maestra jardinera, al escuchar los primeros misiles, les dio a sus familiares, las instrucciones que les daba a los chicos: les pidió abrazarse a ras del suelo en el refugio. Eso impidió que los mataran a quemarropa.
Luego vendría la sorpresa más terrorífica. Su casa estaba atestada de terroristas. No era una alarma de tantas, era distinta a todas.
Los cinco se habían quedado en la casa de Clara a pasar el fin de semana. Estaban su pareja Luis, su hermanos Fernando y Gabriela y su sobrina Mia. El kibutz está a tres kilómetros de Gaza. Son sólo tres kilómetros pero al cruzar es otro mundo. Allí fueron obligados a recorrer laberínticos y estrechos túneles durante más de cinco horas.
Anoche los conocí y pude preguntarles en una entrevista íntima, qué pasaba por su mente en esa situación. “Estábamos en estado de shock. Sólo seguíamos adelante. Luego de esas cinco horas nos hicieron trepar una peligrosa escalera de hierros que nos lastimaban y aparecimos en Raffah”. “Aprendimos que un ser humano es capaz de lo que no imagina para lograr sobrevivir.”
Durante el cautiverio, desde la primera noche, contaron los días para no perder el sentido del tiempo. Protegían especialmente a su sobrina de 17 años que por hablar inglés fluidamente era quien se comunicaba con los terroristas. Con suerte podían bañarse cada doce días y no los dejaban casi hablar ni moverse demasiado. A Luis lo obligaron a cocinar para el resto y en eso encontró una actividad que lo ayudara a pasar el tiempo. Pero allí, encerrados, sufrieron otro tipo de terror: el psicológico.
Lo más difícil para Clara fue dejar a su marido y a su hermano. Lo que no imaginaban Luis y Fernando era que no recuperarían la libertad por un acuerdo de intercambio sino que serían rescatados en un riesgoso operativo. Esa noche cuando todo eran estallidos y volaban las balas dentro del departamento, los cuñados rodaron hasta cerca de la puerta cuando un soldado lo llamó por su nombre y le dijo la frase que jamás olvidará. “Vinimos a llevarte a casa”. Luego de eso, lo que recuerda Luis, es que escuchaba el latido de los corazones de los soldados que lo rescataron. Y que huyeron corriendo hasta una camioneta mientras una pantalla de fuego los aislaba por detrás. Ya en el vehículo el audio del operativo dejaba escuchar una de sus respuestas. “¿Tienes frio?” “No, tengo calor en el corazón”. Ese mismo día hablamos con la otra hermana, con Gabriela, en Radio Rivadavia:
Hoy Clara y Luis, en su regreso a Argentina no paran de emocionarse. Clara llegó a la conclusión de que aquél abrazo en el refugio se completó con el abrazo del día en que se encontraron, pero sabe que aún falta algo más. Que vuelvan a casa los 101 rehenes que faltan y que llevan presos casi un año. Saben que algunos ni siquiera están con vida. También saben que a ellos les cambió la vida para siempre. ¿Cuantas veces sobrevivieron desde el 7 de octubre? Primero a las balas, luego al traslado en los túneles, después al cautiverio en sí mismo y al operativo de rescate. Cuando uno los escucha, no duda de que su determinación por vivir jugó un papel fundamental. Pero ahora la misión de su vida es otra: que vuelvan los que no están y curarse contando su historia para que otros entiendan.
¿Qué es la libertad?, les pregunté al final: “Imáginate que estando prisioneros a veces no nos dejaban ni pensar casi y trataba de refugiarme en mi mismo para seguir siendo yo. La libertad es ser quienes somos”, me respondió Luis ante un auditorio que los escuchaba en silencio y con lágrimas en los ojos.