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Martes, 24 Septiembre 2024 13:50

"Show me the money"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

Esta mañana el presidente Milei apareció en la portada del The Wall Street Journal, uno de los diarios financieros más importantes del mundo. La foto es la que lo muestra con un mazo a punto de reventar en un bloque de madera de roble, que está por encima de la campana que al sonar da inicio a las operaciones. El gesto de Milei podría ser similar a cualquiera de las expresiones magnificadas del personaje cinematográfico del Joker en un momento de máxima excitación. Pero la imagen puede prestarse a malentendidos y hacer pensar, por ejemplo, que así se hace sonar la campana que abre todos los días a las 10:30 en punto hora argentina para dar inicio a las operaciones de la Bolsa de Comercio de Nueva York. Lo que hace funcionar la inmensa campana de bronce, en cambio es un pulsador, una especie de botón que desde un tablero emite la orden eléctrica.

El mazo que levantó Milei, en algún momento fuera de la apertura, se utiliza para cerrar la sesión y en el siglo XIX lo usaba el presidente de la bolsa para poner orden. Eso quiere decir el movimiento que está haciendo el presidente argentino en la foto. Poner orden. Toda una metáfora. La búsqueda del orden genera bienes y males, alivios y dolores. Así es la Argentina de hoy donde se mezcla la esperanza con la incertidumbre, la paciencia con la impaciencia, y la fe con la incredulidad. Casi como en una novela de Charles Dickens.

Además de la foto, el mismo diario, publica una nota sobre el auge del mercado de alquileres en Argentina que bajaron su precio gracias a la eliminación de la ley de alquileres como un ejemplo de las ventajas claras de eliminar controles e intervención. Pero también dan cuenta en ese informe de la profundización del dolor económico en las clases trabajadoras. Hablan de lo que llaman el “experimento fiscal” de Milei para reactivar la segunda economía más grande de América del Sur. Esto último significa romper con la inercia de doce años sin crecer, para un gobierno que lleva 9 meses y 14 días, y que empieza a entrar en una etapa donde ya no sólo se culpa a la herencia recibida sino que también se le cuenta las costillas al gobierno. Dentro del experimento estamos todos.

La mayoría de las encuestas empezaron a marcar este cambio registrando una baja en la imagen del presidente. Cuando uno consulta en el gobierno, aseguran que los números de aprobación siguen siendo muy altos, pero no parecen registrar que el extenuante esfuerzo requiere en este punto de desazón para algunos sectores de la sociedad a los que la recuperación llegará más lentamente, de otro tipo de comunicación, o de un poco más de empatía, de hacer sentir que se comprende y se valora el sufrimiento, o de reconstituir esa esperanza.

Los indicadores a su vez, muestran que la economía empezó a dar la vuelta pero tiene velocidades diferentes. De la misma manera que en la cuenca lechera sienten el efecto benéfico de la baja en las retenciones en esos productos, los asalariados no logran sentir ninguna recuperación en su poder adquisitivo porque la percepción no discrimina este año del anterior y vienen de demasiado tiempo de sumar carencias. Valoran la baja de la inflación pero les faltan demasiadas cosas y ya no saben qué recortar.

La paradoja que se da en esta disparidad de percepción según el sector, es que el que padece un duro día a día, aunque vea un Excell con los números en verde, no creerá lo que ven sus ojos hasta que no lo sienta en el bolsillo. En la economía, los ojos están en el bolsillo.

Los que acceden al crédito, ya sea por las cuotas, por la oferta hipotecaria o de automóviles, ya tienen otra percepción, pero el consumo masivo sigue indicando la restricción que padecen las familias.

Esas velocidades dispares hacen que haya dispares percepciones sobre la situación del país. Y que las capas del ajuste que tienen que ver con tarifas por ejemplo, se chupen lo recuperado por la baja de la inflación. El gobierno está seguro de que son los últimos meses de caminar en el desierto, y no altera ni suaviza su abordaje comunicativo confiado de que los hechos generarán por sí solos ese cambio. Sus opositores en cambio intentan aprovechar el desasosiego o el cansancio por el ajuste para instalar el pesimismo.

Si pensamos las encuestas de imagen como una lucha cuerpo a cuerpo entre pesimismo y esperanza, podríamos decir que la esperanza se resintió este mes. La caída del índice de confianza de la Universidad Di Tella fue del 5,92%. El problema que tienen quienes buscan horadar al gobierno es que sólo tienen pasado para ofrecer. Las otrora clases magistrales de Cristina Kirchner son clases marginales. Y la conflictividad usada tantas veces para incitar hoy tiene un efecto boomerang para quienes la provocan, como ocurre con los paros que afectan Aerolíneas. En otro momento la gente salía a defender la línea de bandera, ahora piden privatizarla.

El gobierno está jugando su mano más difícil, porque ahora sí es plata o mierda. La oposición también, porque saben que si la cosa remonta están perdidos. Eso hace hablar hasta al Papa, último tocado por el principio de revelación.

En momentos de zozobra o agotamiento por el ajuste, se está librando la última batalla por la percepción, que es algo muy poderoso porque induce a las personas a actuar de una manera o de otra. Se podría decir que del tiempo de la neta esperanza se pasa al momento de la fe o de la duda sobre cómo resultará el experimento de Milei. Los que por un lado apuestan a manipular o exacerbar los sentimientos negativos y los que por el otro, muestran que el futuro mejor ya aparece en los pronósticos, deberán agudizar su capacidad de persuasión. A los agoreros el gobierno les responde que tiene un seguro que nunca existió para enfrentar las tormentas y es la determinación de no gastar. Pero es tan larga la historia de nuestra fragilidad, que las dudas que impone el pago de la deuda o la salida del cepo, hacen que no haya carta blanca, y que tanto los analistas como la gente común, pidan ver para creer o como en esa línea de una película, digan: Show me the money.

El país recorre aguas no transitadas. Nadie se había jugado tanto a expensas de su credibilidad y al todo por el todo por el equilibrio fiscal. Tanto como para considerarlo un antídoto para todos los males de la economía. Casi como una nueva convertibilidad donde el 1 a 1 es el No hay plata. Muy pronto la realidad, dirá qué camino se abre con espinas o con flores.