Adrián Giménez, ingeniero forestal y contratista de Esquel, en Chubut, le dijo también a Nicolas Razzetti en Bichos de Campo que: “Hay pérdidas totales. Para los productores chicos laneros o de caprinos que manejan de 80 a 200 o 440 cabezas las pérdidas son muy grandes”.
Estas nevadas, especialmente para los productores más chicos, fueron la frutilla de un cóctel muy peligroso. La producción ovina de la Patagonia ya la venía pasando realmente mal, bailando al ritmo de una macroeconomía complicada, de la falta de políticas que desarrollen las producciones regionales y de las dificultades que generó el coronavirus.
Hasta el año pasado el precio de la lana venía recuperándose, pero la pendemia se encargó de reducir la demanda de la lana a la mínima expresión, al punto tal que el precio quedó en tal sólo una referencia porque en los últimos meses no hubo casi quien comprara el producto. Así que muchos productores se quedaron con la mercadería estoqueada y con el temor de que en la nueva zafra se genere una sobreoferta y posteriores complicaciones comerciales.