Pero qué rápido queda viejo lo nuevo en el gobierno de los Fernandez. Parece ayer nomás cuando Daniel Scioli, la última esperanza peronista decía: No hay Cepo ni Supercepo.
Pero no sólo el hombre de la esperanza debe estar disimulando el offside. Qué decir de la portavoz Gabriela Cerruti, que el jueves nomás, además de llamar golpista a nuestro periodista, desmintió a Cristina Kirchner ni más ni menos, asegurando que no hay festival de importaciones.
Vaya a saber si será porque Alberto se fue de viaje y Cristina agarró la lapicera, o porque en realidad lo que parece es lo que es y gobierna ella, pero adivinen qué anuncian hoy: más cepo a las importaciones, por el festival de importaciones que denunció Cristina.
Si quiere importar componentes de celulares exporte langostinos. Bienvenidos a la economía picapiedras de Cristina Kirchner de la que en realidad nunca nos fuimos.
Nunca. Nunca un presidente hizo tanto por desmantelar su propio poder como Alberto Fernandez. Hay quienes dicen que tiró la toalla. Una fuente crítica afirma que “la salida de Kulfas fue para Alberto un golpe tan fuerte que representó su derrota en la interna y un golpe insalvable”.
El punto es que ni siquiera su insustancialidad política exculpa al presidente de cuestiones graves. Si se comprueba que fue informado sobre el avión sospechoso cuando estaba en la Cumbre de las Américas, el propio primer mandatario habría ejercido la protección de una misión de espionaje eventualmente para tareas de terrorismo, según las hipótesis del juez. Ya pesa sobre el mandatario una denuncia por traición a la patria, por ayudar a un enemigo. Un escándalo. Bah, otro escándalo.
En tanto Cristina Kirchner ejecuta su última operación de camuflaje. Entretiene giles de aquí y de allá. Es curioso que un economista sin vueltas como Carlos Melconian, vaya ingenuo a visitarla. La señora levantó las tacitas del te con Melco, y firmó el nuevo cepo. “Hay que darle la chance a que la gente cambie”, explicó Melconian. Señor Melconian, la gente no cambia, y menos Cristina. Tenga cuidado con los cantos de sirenas en Berretalandia, amigo.
La última operación de camuflaje de Cristina consta de dar señales temáticas que parezcan tomar nota de intereses del lado de la grieta que le es refractario. Un ejemplo perfecto es el de su cruzada contra los planes sociales que es en realidad una cruzada para quedarse con los planes sociales. Aunque sea a caballito de que la gente está podrida de cortes por todos lados y plata de arriba.
En el pase mágico, lo que está en juego, es la plata para cuando no estén en el poder. Para cuando no queden cajas. Por eso la millonaria caja de los planes, es el último zarpazo, aunque los compañeros de los movimientos sociales lo sientan como un cuchillo por la espalda. Bajo la hipótesis de que mantienen el poder en las provincias peronistas, el regreso de los planes a la órbita del estado, es una propuesta irresistible para los gobernadores. Pero no sólo pensando en el después. Los planes serán un instrumento fidelizador en la campaña electoral. Ahora que los movimientos sociales amenazaban con presentar sus propias opciones electorales, buscan quitarles la clientela y el voto que se garantiza con el plan.
Pero volvamos al operativo camuflaje. Además de simular que termina con los planes, Cristina simula diálogo con quienes tienen miradas distintas a las de ella, como había simulado empoderar a Alberto. Lo que sigue es obvio, ella conserva sus mismas ideas vencidas y a Alberto nunca lo empoderó, etcétera. En fin.
Un duro en la oposición mascullaba, que “si la señora quiere diálogo, lo lleve a cabo en forma institucional en el Congreso”. Peregrinar visitándola a ella puede ser casi un pecado de ingenuidad, de esos que pavimentan el camino de las buenas intenciones. El propio Fernandez que creía que podía ir llevándola, cuando falta un año y medio para terminar su mandato, ya está escribiendo sus memorias. Alguien que escribe sus memorias, siendo presidente, sólo demuestra, que se siente pasado. ¿O acaso el supuesto negocio de la política, no es ofrecer, aunque sea de pico, algo de futuro? ¿O será que, como lanzó el albertismo, todo indica que la candidata será ella?
Iniciamos una semana que además de los anuncios del cepo recargado, trae consigo un test de confianza por un enorme vencimiento de deuda en pesos. Y el presidente de la Nación se encuentra en la reunión del G 7. ¿Qué se puede esperar del mandatario allá por tierras bávaras? Si en la Cumbre de las Américas defendió a regímenes dictatoriales de América Latina, mientras sabía de un avión con iraníes en cielos nacionales, esperemos que no se le ocurra volver con la cantinela, de defender a Putin, al menos para no pasar otro papelón. Otro signo de cuánto cambiaron las cosas, en días, es que no hace mucho, el canciller Cafiero remarcaba la importancia de que el presidente argentino hubiera sido el único invitado de América Latina a la reunión del G7, y sacaba pecho de que tal deferencia no la había recibido ni Macri. Qué tiempos aquéllos. El ánimo cambió tanto que la comitiva nacional, adelantó su regreso y pega la vuelta esta misma noche. No vaya a ser que Cristina gaste la tinta de la lapicera.
Volviendo al operativo camuflaje de la señora Kirchner. Carlos Melconian, debe haber sentido un poco que la pifió, porque a poco de reunirse con la señora salió a aclarar que también había hablado con Macri, que además es su amigo.
Los ejercicios de confusión que pergeña la vicepresidenta, dejan una reflexión para los opositores, más ahora que las encuestas marcan una baja importante de Javier Milei por sus posiciones extremas y no sólo hay que pensar en ganar sino en gobernar.
En un volantazo, Cristina Kirchner, que apañó planes sociales al punto de sacárselos a gobernadores e intendentes hasta dejarlos con apenas una cantidad simbólica, de 1 de cada 10 planes, en cuya presidencia se creó el Potenciar Trabajo, y que era la Evita Capitana de los compañeros piqueteros, fue capaz de darles la espalda en un segundo, con la marcha peronista de fondo.
Lo hizo desconcertando a su propio electorado. Si bien es cierto que quienes siguen a Cristina hacen sin cuestionarse la contradicción lo que ella les pide, y a la jefa no se la cuestiona, todos quedaron un poco perplejos y con sensación de que la calle puede ponerse pesada.
La pregunta es por qué los líderes opositores, con temas que sí hacen a las demandas de sus electorados como el tema de los piquetes, parecen hacer valer más los pruritos de los otros que los valores de los propios para sustentarse a la hora de hacer reformas necesarias, liderar procesos y tomar decisiones con determinación. Como si se cubrieran de antemano en vez de dar el debate. Alguno podría decir que en realidad es muy temprano y ni siquiera comenzó la campaña como para abrir frentes tan espesos. Pero queda la memoria de lo que hicieron cuando fueron gobierno, y sectores internos apoyaron lo que ya sabemos, que se duplicaran los planes sociales también durante la gestión de Mauricio Macri. Como si no hubiera sido obvio que los piqueteros iban a tomar los planes, sin decir ni las gracias y jamás iban a jurarles fidelidad. Varias toneladas de piedras lo demuestran. Pecados de credulidad, antes y ahora, son esos que se ven demasiado a menudo.