La situación nunca fue peor. Expertos de distintos campos afirman que la actual crisis es más grave aún que la de 2001. Advierten sobre la pobreza estructural pero también sobre el empobrecimiento general que provoca en tiempo real la acelerada inflación. Es cierto que en el gobierno, no han escatimado en sacarse los ojos en público, y ha habido escenas de golpismo explícito como cuando Cristina Kirchner cuestionó públicamente la legitimidad del presidente que ella misma eligió.
Pero las internas salvajes no son definitivamente todo lo que pasa. En la calle a la gente no le alcanza la plata, no sabe qué recortar y le teme a la hiper. Pero luego de la homilía del 25, los que peor la están pasando podrían tranquilamente haber dicho, parafraseando la canción “en la iglesia no hablaron de ti ni de mí”.
Notablemente edulcorado, el mensaje del cardenal Poli, dejó en evidencia una indudable negociación con el gobierno. De hecho, el temor a un discurso crítico en el Tedeum, había generado que el Presidente decidiera no asistir, y pasarla en el lugar más austral del mundo. En la Antártida, la señorita Soledad Otaola y sus 7 alumnos se quedaron esperándolo en la escuela 38, Raul Ricardo Alfonsin.
En la ciudad también había mal tiempo, pero los pronósticos de otra meteorología habían mejorado. Dentro de la catedral, insólitamente, el presidente contaba con una copia del discurso del cardenal, que no habló de pobres ni de la inflación, eligiendo resaltar en medio de la dramática situación social, lo que parecieron líneas destinadas a la interna del gobierno
Cómo no iba a felicitarlo el Presidente al cardenal haciendo suya cada una de sus palabras, si con los índices de inflación volando por el aire, la homilía fue una seda comparándola con otros tiempos.
En 2006 el entonces cardenal Bergoglio, no escapaba a pedirles en su cara a Néstor y Cristina Kirchner construir ciudadanía y tener alma de pobres
El enojo de Néstor Kirchner con las homilías del entonces cardenal que nadie imaginaba como Papa y que había sido considerado “el jefe de la oposición” por el gobierno, motivó al presidente a no asistir al Tedeum en varias oportunidades. La dureza de los mensajes nunca mermó al compás de los problemas sociales e incluso se dedicó a temáticas ríspidas como la corrupción.
Ya en tiempos de Macri, y con el Papa Francisco muy distinto a Bergoglio -aunque fueran la misma persona-, el cardenal Poli siempre fue durísimo.
En 2017, el mejor año del gobierno de Macri, le recordó que “buena parte de nuestro pueblo no se siente invitado a la fiesta” porque “carece de lo necesario para la vida digna”.
Si entonces no estaban invitados a la fiesta qué decir ahora. En 2018, el mismo cardenal Poli, no dudó en llevar a su homilía del 25 de mayo, “los rostros de la indigencia”
Y en 2019, la iglesia, mostrando que su juego político no es inocuo, a tono con un sector del peronismo y del establishment, le reclamó al entonces presidente Macri, “un gran pacto nacional”
No escapa al análisis político, que la iglesia es un factor de poder, que casi siempre ha elegido denunciar al poder, y que actualmente su alineamiento con el actual gobierno llega desde el Vaticano. Han sido muy pocas las voces críticas y desde Roma, con sus reuniones o cartas, el papa parece dejar meterse una y otra vez en la interna oficial. Las cuestiones más ríspidas de la realidad, han quedado en el clero, para quienes tienen cercanía por la acción pastoral como Caritas que advirtió ayer por la “dramática situación social”, o semanas atrás el cardenal de Rosario Monseñor Eduardo Martín, que no escondió el flagelo del narcotráfico y comparó las dádivas que no son trabajo con humillación
Afirman algunas crónicas del tedeum que reinó el alivio en la comitiva presidencial. Y sí. “Lo sentimos como muy abrazador”, habrían considerado, del mensaje del cardenal, según afirmó Jaime Rosenberg en La Nación. Sergio Rubin, en Clarin, consideró que “no era esperable que el cardenal sometiera al presidente a una crítica severa porque de ninguna manera contribuiría a debilitarlo”. Es cierto que hubo una mención sobre aquellos a quienes les falta el pan, pero sin duda, la iglesia eligió el manto de piedad para el gobierno de Alberto Fernandez. En un año que terminará con un 70% de inflación y que se destaca por una suba de precios tan feroz que no alcanza ni trabajar para muchos que tienen la suerte de tener salarios, es notable que esta cuestión, ni siquiera haya figurado en el tedeum del 25 de mayo. Tampoco hubo una mínima alusión a la impunidad por la fiesta de Olivos. Y menos que menos algún reclamo por el avance del narcotráfico o la inseguridad. La iglesia puede elegir jugar como quiera en el ajedrez político y de hecho lo hace. Lo cierto es que por momentos mostró la misma carencia del gobierno: están enfrascados en la interna y casi sin disimulo, como si fueran parte. Como si se pudiera callar lo que pasa afuera. Pero hay silencios que se notan demasiado. Son tiempos en que las cúpulas, con traje, toga, o con hábito, parecen olvidar a veces, que la sociedad, y también Dios, siempre los está mirando.