Bernardo Stamateas nació en el barrio porteño de Floresta, de ascendencia griega, su destino ya estaba marcado y sus padres predestinados a enamorarse."Mi papá vino de la guerra, de Grecia, y se conoció con mi mamá acá en la Argentina. Lo curioso de todo esto es que mis viejos eran del mismo pueblito en Grecia. Un lugar chiquito en el medio de la montaña, que hacías tres cuadras y se terminaba. Allá nunca se vieron. Se conocieron y se enamoraron acá, en Argentina", relató Stamateas
Rememorando su infancia, recordó: “Yo soy el menor de tres hermanos. María que me lleva cuatro años y Samuel que me lleva tres. Crecí en Floresta y tuve una infancia muy feliz. Mi viejo cuando vino de Grecia hacia compostura de calzado hasta que se enfermó de asma y tuvo que dejar por que casi se muere. Tiraron la pared del dormitorio para armar un kiosco con ventana a la calle, que aun hoy lo atiende mi madre.”
“En casa hablábamos griego –rememoró Bernardo- y cuando empecé a ir al colegio yo hablaba en griego y mis compañeritos no entendían nada. La pase mal. La maestra tuvo que llamar a mis padres para decirles que por favor me hablaran en español. Un día me enoje y le dije a mi madre que no me hablara más en griego, que nadie me entendía. Yo quería hablar en “argentino”.
“Tuve una linda infancia. De mucho juego. Jugar en la calle con los chicos del barrio: al futbol, la bolita, las figuritas…Volvía del colegio. Tomaba la leche, veía Los Tres Chiflados y me iba a jugar al futbol con mis amigos hasta la noche. Mi papá me llamaba para estudiar, pero era bastante vago en esa época. Yo quería jugar al futbol, ser futbolista. No me gustaba mucho estudiar. El secundario quise dejarlo varias veces. Tercer año repetí. Y Mi vieja me decía vos terminá el secundario, si no queres después no seguís, pero terminá el secundario".
“Cuando estaba en el colegio, fui compañero de Navarro Montoya y a los dos quisieron llevarnos dirigentes. El Mono sabía que ese era su futuro. Pero yo termine el secundario y paso algo como “mágico”, quise estudiar ya por mi cuenta. Empecé la facultad y ya mi mamá me decía que no estudiara tanto. Hasta me desmotivaba. Pero a mí se me despertó las ganas de estudiar hasta el día de hoy".
Luego de cursar la secundaria en los colegios Larroque y Mariano Moreno estudió dos licenciaturas al mismo tiempo, Psicología y Teología. Ya con los títulos bajo el brazo, sintió interés por la sexología clínica y acudió a las cátedras del psiquiatra y sexólogo Juan Carlos Kustnezoff. Luego de una extensa pasantía en el Hospital de Clínicas, Stamateas sintió que su vocación era otra: “Ayudar a que la gente tenga mejor calidad de vida y a que alcance la paz espiritual. El medio fue la religión evangélica”. Entonces, puso los ladrillos de una nueva iglesia, con algunos preceptos de la iglesia griega, que conoce al dedillo desde niño, cuando su padre —un ex ortodoxo de Tesalónica— lo llevaba de las orejas.
Así, Stamateas se dio el lujo de fundar el Ministerio Presencia de Dios, un templo en Caballito.
En su adolescencia Bernardo no solamente era bueno para el futbol. También tenía habilidad para el clarinete y el saxofón: “Entre las anécdotas que tengo de aquella época, participe de Feliz Domingo. Yo estaba en el Mariano Moreno y con mi compañero preparamos un tema. El llevo el piano y yo el saxo y el clarinete y armamos un tema bastante bueno, pero no ganamos. Aun sueño con hacer algo con la música”.
“Al principio odiaba el clarinete – continua-. Un día, cuando tenía ocho años, vino mi papá con un acordeón para mi hermano y un clarinete para mí y nos dijo: ‘a partir de ahora cada uno estudia ese instrumento’ y todas las tardes durante años nos llevo a estudiar. Era una asignatura pendiente de él. Algo que por la guerra y trabajar no había podido hacer y quería que nosotros lo hiciéramos. A los 11 años conocí a un profesor que me hizo amar la música. Desde ahí estudie 11 años más. Toque en algunas orquestas, en la orquesta Centenario, arme bandas de jazz y me fascinó. A los 14 años nos fuimos a vivir a Grecia y trabajé de músico. En el pueblo de mis padres tocaba y me daban buena plata. Después en argentina llegué a tocar en teatros. Y hasta fui artista callejero y toque en la calle Florida”. Una faceta totalmente desconocida del conferencista.
“De mi viejo heredé la capacidad de trabajar y de mi vieja, además de la capacidad de trabajo, la timidez y la bondad. Ella es un corazón caminando. Yo me acuerdo que venía del primario y mi vieja me decía: Y la cartuchera?‘ y yo le decía:’ se la regalé a un compañerito que no tenía’. Ella me decía: ‘y el lápiz?’ y yo le contestaba: ’se lo regale a…’ hasta que me explicaron que ellos tampoco podían comprarme útiles nuevos todos los días. Pero después yo veía que mi mamá también regalaba todo. Y aprendí del ejemplo”.
Casado con Alejandra, su historia de amor es un capítulo aparte. Más allá que en el programa de Mirtha Legrand confesó que se enamoro de las piernas de futbolista de Bernardo, el comienzo de la relación no tiene desperdicios:”Yo estaba en la facultad y en el seminario teológico cuando conocí a Alejandra, ella también estudiaba teología. Los dos muy nenes de mamá y de papá. Ella me gustaba, pero yo era muy tímido, muy inseguro. No me animaba a hablarle y la invité a la biblioteca con la excusa de mostrarle un libro. La llevé al fondo de la biblioteca y, como no me animaba, le decía: ‘Espérame acá’ y me iba. Volvía y le decía: ‘Espérame que no lo encuentro’ y nuevamente me iba. Así 5 o 6 veces, hasta que finalmente le dije que me gustaba y empezamos a salir. Tres meses estuvimos sin darnos un beso. Le dije vamos a conocernos y estuvimos de novio dos años y medio y hasta el día de hoy estamos juntos con casi 30 años de casados”.
Y ese chico tímido que no se animaba a declararse, se convirtió en un gran motivador de jóvenes y conferencista internacional.
Su vida y el recorrido de su inspiradora historia, en su propia voz, aquí en Íntimamente con Alejandra Rubio.