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Viernes, 01 Septiembre 2023 15:39

"¿Cómo estás?"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Un conocido actor de novelas anuncia que, espantado por el monto de la boleta de gas, decide hacer funciones a la gorra en Plaza Francia. Su historia de necesidad, que lo obliga a trabajar a voluntad se hace rápidamente viral. La acuciante situación económica no lo hace original. Es por lo que tiene de común con tantos que se esparce por todos lados. Pero también por el mensaje de dignidad.

El empobrecimiento de miles de argentinos es un triste igualador que carcome las esperanzas de familias enteras y colma los comedores solidarios de nuevos asistentes. Así lo cuenta Margarita Barrientos que expresa con sencillez su utopía: que un día los comedores no deban existir porque cada familia pueda llenar su mesa. Mientras tanto, “seguiré revolviendo la olla”, cuenta. Ejemplos luminosos cunden, pero el sufrimiento también.

La pregunta más simple de todas: “¿Cómo estás?”, descerraja el drama contenido que anuda en la garganta. No hay que irse muy lejos para escuchar detalles de la supervivencia en la que se ha convertido la realidad. Los aumentos deterioran tanto la calidad de vida, que los ingresos se terminan cada vez más temprano en el mes. Y el naufragio desesperado para llegar a la costa lejana de fin de mes incluye todo tipo de sacrificios, la necesidad de trabajar más sin que tampoco alcance, y una angustia que va poblando el ánimo como una constante.

“¿Cómo estás?” Mal. Es la respuesta cortante, inmediata. Las tres letras salen como una exhalación cansada. Los argentinos están luchando, para sobrevivir, sin tener por lo pronto un sentido que al menos le de un propósito a tanto sufrimiento pensando que las cosas estarán en algún momento mejor. Entre las peores condenas del populismo, está la condena perpetua al presente. Ellos no piensan en mañana.

Si hay algo que describe las penurias que dejó este mes de Agosto, es como siempre, el dólar. La divisa tuvo la mayor suba de los últimos cuatro años. La devaluación fue de 22% y el salto del blue 34%. A la brecha se la comió de nuevo la impericia y la total falta de un plan que ha sido el único plan de este no gobierno. Cuando en el gobierno enumeran sus percances, deberían sumarse ellos mismos a la pandemia, la guerra y la sequía. La guerra y la pandemia también afectaron a todos los países de la región y sin embargo ninguno tiene esta inflación insoportable ni el escozor por la pobreza que al paso de los precios se extiende como una mancha infeliz.

Encima, destruyeron tanto todo, que el país no puede asegurar ni los dólares para que las empresas sigan produciendo. El modo supervivencia también recorre el espinazo de los sectores productivos. La inédita desobediencia, a un bono compulsivo exigido por el gobierno a las empresas, no sólo es parte de la sana y tardía decisión de defender sus derechos ante el estado Pacman: también refleja que muchos, simplemente no podrían pagar.

El fantasma más temido de las PASO se hizo realidad de la manera menos esperada. La casi paridad en tres tercios con el triunfo del espacio de Javier Milei, hizo saltar la poca certidumbre por los aires, y el recorrido hacia las elecciones generales de octubre está hiper estresado de antemano. No saber qué va a pasar, la necesidad del país de cubrir nuevos vencimientos de deuda, un gobierno repartiendo en campaña plata que no hay, y la inflación desatada, hacen descreer que este mes sea el inicio de la primavera. El invierno de nuestro descontento continuará con las primeras flores.

A diferencia de la crisis de 2001, Argentina se encuentra en este remake de sus desgracias con muchas menos palancas que entonces para lo que viene. No hay capacidad instalada, las reservas están en rojo, no hay viento de cola y tanto el gasto público como la carga tributaria llegaron a un límite inviable. Pero estamos todos nosotros. ¿Podremos hacer algo? ¿Habremos aprendido que no hay mesías que nos salve? La única reconciliación posible con la política deviene de que vuelva a sus fuentes: el poder para el servicio público y no el poder para el poder. El camino al infierno está plagado de ídolos con pies de barro. Quizás faltan cosas más humanas que parecen más chiquitas pero que son grandes. Que se gobierne con decencia y capacidad. Que el imperio sea el imperio de la ley, que el esfuerzo valga la pena, que no sea la vida diaria un calco febril del tango Cambalache. ¿Se dan cuenta? Es la reconstrucción de un país, la tarea pendiente.