Herramientas de Accesibilidad

Lunes, 11 Diciembre 2023 15:46

"El presidente outsider"

Volvé a escuchar la editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Argentina vivió la asunción de un presidente outsider de la política que aún antes de asumir se había convertido en una celebridad internacional. Pero no sólo la incapacidad de los gobiernos anteriores para sacar al país de la decadencia lo depositó en la Casa Rosada. El mayor logro de Javier Milei es haber recreado la esperanza en un país traumado por las crisis y las desilusiones y, haberlo hecho con un discurso imposible: diciendo la cruel verdad. Como afirmó alguien luego del mensaje presidencial: “fue el mensaje más sombrío que jamás escuché en un gobierno que comienza”. Ese horizonte sombrío por los enormes desafíos que tiene el país hace que la esperanza sea un capital mucho más frágil en la Argentina.

Hay una frase del discurso presidencial que resonó especialmente en el grupo de chat del equipo económico cuando Milei preanunciaba los padecimientos por el ajuste que se viene. “Será el último mal trago para empezar a reconstruir la Argentina”.

Así podría llamarse el plan económico: el último mal trago. Hoy, se supo oficialmente que mañana el ministro Luis Caputo anunciará un paquete de medidas, pero algo ya se sabe de antemano. Serán de shock y de emergencia. Por eso no es casual que antes de que comience “el mal trago” haya aparecido en escena hoy mismo, la otra estrella del momento a la que coreaba a gritos la multitud.

La motosierra arranca con la revisión de contratos en los ministerios, de las contrataciones irregulares, de los contratos con universidades y con la exigencia de 100% de presencialidad. El nuevo gobierno debería informar en detalle todo lo que aparezca en esas auditorias y acudir a la justicia si es necesario. El vocero Manuel Adorni habló de terminar con el trabajo militante.

Para Milei, el ajuste en la política es clave para legitimar el sacrificio que debe pedirle a la ciudadanía. Y eso parece responder a la misma pregunta o inquietud que se hacen en las principales embajadas. ¿Aguantará la gente el ajuste? Aunque hayan votado a un presidente que prometió recortes fiscales, ¿lo seguirán apoyando cuando ese ajuste los afecte? Por lo pronto cortar privilegios es tan importante como el timing.

En el gobierno se dan seis meses para mostrar resultados en la inflación, pero coinciden en que, para estar mejor, primero habrá que estar peor. Aquél “estamos mal, pero vamos bien de Carlos Menem, parece reeditarse, aunque deberá ser sustentado por una comunicación muy eficiente de las medidas que se tomen. Y también por un laborioso trabajo político. Por eso no es casual que el presidente haya dicho que no perseguirá a nadie.

Se espera que esto de no perseguir no sea tampoco impunidad, para nadie.

A Milei le resulta primordial tender puentes y vale tomar nota de una particularidad. Los dos últimos gobiernos, llegaron al poder con coaliciones que les permitieron ganar, pero con las que luego resultó difícil gobernar. Le pasó a Macri que sigue culpando a los radicales y a sectores de centro de su espacio por no haber tomado medidas más duras. Y le pasó a Alberto Fernández cuyo gobierno estaba literalmente loteado para tres facciones con preminencia de cajas para La Campora. Desarrollo Social, por ejemplo, tenía funcionarios de las mismas organizaciones que protestan en la calle atendiendo en los dos lados del mostrador y controlando millones en planes sociales. También había ministros pintados que no mandaban en sus carteras donde el poder estaba en manos del delegado camporista de turno.

Milei busca algo paradojal, que es hijo en parte de su debilidad legislativa de origen: armar una coalición al paso por coincidencias programáticas sin importar de donde vengan. Si a Macri o Cristina les servía la grieta, a Milei, no.

Es muy difícil para los analistas políticos encasillar el fenómeno Milei, que se enraíza en la tradición liberal de la Argentina del Siglo XIX, pero al mismo tiempo ofrece una estética por momentos bizarra y por momentos gótica que abreva en la nueva espectacularidad de las redes y contiene múltiples paradojas. En lo económico Milei es antipopulista, pero en su estilo carismático tiene rasgos de líder de masas que es algo que visitan los populismos. Milei es en algunas cosas extremadamente formal y en otras extremadamente transgresor como cuando cantó en el balcón de la Rosada, con banda y bastón presidencial, “Soy el rey de un mundo perdido”.

Su flamante gobierno tiene por momentos el storytelling de los musicales de Broadway, con hipérboles espontáneas que resultarían increíbles hasta en un guión. La multitud pidiendo motosierra en la plaza o el Teatro Colon a pleno gritando Libertad son escenas inimaginadas de un estilo que se hizo a sí mismo pero que se recortó en una demanda real frente al opresivo modelo de gobierno K y su economía soviética.

Hay quienes establecen paralelos en el tono fundacional de Milei con aquél del primer kirchnerismo, y también en la construcción de un relato. Pero hay una diferencia sustancial: lo de Milei no es relato. Milei cree absolutamente en lo que dice y se plantea ponerlo en práctica. En ese sentido es mucho más radical en su planteo ideológico que la propia Cristina Kirchner. La diferencia con ella es que el modelo de Milei es el que establece la Constitución. El de Cristina requería de forzarla, para controlar la justicia, para limitar a la prensa, y sobre todo, para atenuar el derecho a la propiedad de todas las formas posibles: con impuestos confiscatorios, con cepos al comercio, con regulaciones excesivas y con intervención en las empresas. El punto es que, aunque Milei tenga la constitución de su lado, debe desmontar un sistema enquistado en la cosa pública que funcionaba como una auténtica sanguijuela. Es un sistema del que viven muchos sectores corporativos que no están contentos. En ellos se esconde otro interrogante para la gobernabilidad.

Otro factor no menor es la espiritualidad. Milei, que no ha ocultado su pasión por el judaísmo profundizará ese camino religioso al convertirse mañana en el primer presidente que participa de la ceremonia pública de Janucá, encendiendo una de las luces del gran candelabro o menora. Esta fiesta evoca un milagro de hace más de dos mil años, cuando luego de la profanación del templo y de una masacre contra el pueblo judío, una pequeña lámpara que no tenía aceite para más que un día resistió ocho. Vaya si Argentina necesita de milagros con tanta escasez.

Si bien Cristina Kirchner que ayer se fue del Senado con un gesto grosero al tiempo que llevaba un rosario en el cuello, mostró públicamente su fe católica, no la hizo un eje de acción de gobierno. En Milei veremos una influencia religiosa integrada a su personalidad, a sus objetivos e incluso a su discurso político. Eso también es parte de un estilo que se probará en el poder, con una estructura partidaria nueva, sin gobernadores y con el Congreso en minoría. No es broma, ni metáfora cuando el flamante presidente se encomienda a las fuerzas del cielo, que hoy, oficialmente, también gobiernan la Argentina.