El gobierno inició una semana de control de daños intentando ganar tiempo. Aplicará cronoterapia para el veto al aumento de las jubilaciones y tratará de cambiar la conversación para ordenarse.
Subterráneamente y no tanto, apuraron gestiones para recomponer con el PRO al punto de que el propio Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, consideró como natural confluir en una alianza electoral con el espacio que lidera Mauricio Macri. También desde el PRO apoyaron el veto del presidente en un comunicado donde se manifiestan en contra de aumentar los gastos en forma irresponsable. Al parecer fue necesaria la demostración de fuerza amarilla para encauzar el diálogo. Pero aunque en la política los enojos prescriban por conveniencia, ante la sociedad hay cosas de las que no se vuelve. Y la semana pasada todos chapotearon en el barro. El PRO votó con el kirchnerismo y el gobierno se embarró hasta el cuello al empeñarse en designar al Juez Ariel Lijo.
A propósito de Lijo: no deberían ser candidatos a la Corte los jueces que investigan a los políticos porque los votan los políticos. Entonces los votos que obtienen son proporcionales a la impunidad que aseguraron. Debería estar vedado elegir jueces federales como candidatos al Máximo Tribunal porque es un incentivo a las más incestuosas conexiones entre poderes que deberían ser independientes en todo sentido. La teoría del empujocito que valió el premio Nobel de Economía a Richard Thaler en 2017 por sus aportes sobre las formas indirectas de influir en el comportamiento humano, para lograr decisiones virtuosas, aquí se usa exactamente al revés. Es muy impresionante que todo el consenso que le es esquivo al gobierno se convierta en seda a la hora de votar a este juez impresentable. Los peores enemigos de Milei se inmolan a su lado para designar a Lijo.
Sin duda hay una clave en eso. Pero no hay que confundir: ser oportunistas no es ser aliados. Por otro lado, a la luz de lo fácil que es tener dos tercios en contra, se entiende que el gobierno quiera protegerse del jaque mate de la casta política usando a la casta política para obtener una nueva composición de la Corte. Lo que no podrá evitar, es que su pragmatismo tenga consecuencias en la percepción de sus votantes republicanos. Esta inmersión en la casta profunda es casi como perder la virginidad. Pero está claro, -sólo observando la veleidad de la vicepresidenta, el desorden en su tropa, y lo frágil de sus alianzas-, que el gobierno necesita diques de contención y está dispuesto a generarlos cómo sea. Lo que extraña es que confíen en alguien que no es confiable.
En términos puristas lo mejor que podría pasarles es que el kirchnerismo no le de los votos para García Mansilla y como son los dos o ninguno la cosa quede en nada. Pero si hay habitantes del vale todo, son los integrantes del bloque de Unión por la Patria.
Casi que el gobierno debería aprovechar que le quieren voltear del todo el DNU de los fondos de la SIDE. Tienen la excusa perfecta para empacarse, retirar los pliegos de la Corte y chau picho. Que venga a negociar la señora que necesita más a Lijo que el propio Milei, porque una cosa son los problemas políticos y otra es la sombra de la prisión domiciliaria o la confirmación de la condena por Vialidad que, si ocurre como arriesgan los que saben, sería sólo cuestión de meses.
La política es, sin dudas, para estómagos resistentes. Cuentan los que estuvieron ahí arriba, que hay un punto de adrenalina que sólo aparece cuando se cruza límites, y se siente en la sangre eso que los analistas llaman en lunfardo, hablando del revés, el DERPO. El derpo es el poder pero descarnado. Cristina Kirchner hizo de esa falta de timidez o de esa impudicia, todo un estilo. Lo que pasa es que no es lo mismo el electorado peronista, acostumbrado a deleitarse en la obediencia a la jefa que los votos anti k. La novedad en el caso de Milei es que parte de su electorado, que incluye a jóvenes o a enojados con el sistema, le festeja el desapego a las formas. Es por el lado republicano que el voto a Lijo tiene un costo altísimo. Lo que calculan Enel gobierno, es que ese voto difícilmente tenga donde ir en las próximas elecciones. Por eso se apuran a unir fuerzas con Macri para suturar la estampida.
Hay otro punto en que, ante cada embate del Congreso, el gobierno siente que la sociedad que lo apoya, se convencerá más de votarlo en las próximas elecciones; y que cuando algo salga mal tendrán la explicación perfecta al decir que la casta pone palos en la rueda.
La realidad es que gran parte del show de desorden que vimos en el Congreso tiene que ver con eso, con los reacomodamientos para los próximas elecciones. Para la mayoría de los mortales falta muchísimo pero para los políticos no falta absolutamente nada. Un año en términos políticos, es un minuto, porque hay que armar alianzas, listas y ni hablar con las reglas de juego. Por eso el gobierno salió a apurar la sanción de la boleta única.
Las balas pican cerca, y, como siempre se dice: las negras también juegan. Lo triste, luego de la semana pasada, al menos para los votantes, es que hay días en que ya no se sabe de qué color son las piezas del tablero. Las negras parecen blancas y las blancas parecen negras.