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Viernes, 26 Julio 2024 13:49

"Horas críticas para una Venezuela Libre"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

En estas horas cruciales la oposición venezolana se basa fundamentalmente en la amplia diferencia de votos que lograrían frente a Nicolas Maduro, como el elemento que le complicaría al régimen un intento de fraude. Calculan una brecha superior al 30%. Pero la realidad es que no sólo no hay antecedente de que Maduro haya aceptado ningún resultado adverso en el pasado, sino que las señales recientes también confirman ese mismo comportamiento para lo inmediato. Veamos.

En esta recta final hacia los comicios, Maduro tomó distancia de los aliados que le sugirieron la aceptación de una derrota, desinvitó a los observadores que no le aseguraran incondicionalidad, -más que veedores busca tener justificadores-, y lo peor, ha amenazado con un baño de sangre. Lamentablemente la magnitud de las palabras en este caso tiene antecedentes sangrientos porque Nicolas Maduro ya cuenta con graves acusaciones de crímenes de lesa humanidad. Esto mismo hace que se dude sobre su disposición a dejar el poder ya que sólo el poder es el que le garantiza impunidad frente a crímenes que no prescriben y por los que debe rendir cuenta incluso ante la Corte Penal Internacional.

En ese sentido, es aún más extraordinario que la oposición haya logrado avanzar en su armado, sobre todo por las extensivas y feroces políticas del gobierno para aplastar a los opositores durante todos estos años, incluyendo detenciones, persecución, restricción de actividades, proscripción, y en los casos más graves torturas.

En estas horas el principal candidato opositor Edmundo González Urrutia, fuertemente respaldado por Corina Machado que es la líder que realmente cuenta con el respaldo mayoritario pero fue vedada de participar de las elecciones, ha asegurado que de imponerse avanzarán en forma inmediata con las negociaciones de transición. La oposición intenta establecer reglas de hecho y de palabra en un contexto de negación del presidente a siquiera considerar ese proceso. Uno no imagina qué reacción puede tener Maduro ante la derrota, pero también cabe preguntarse qué reacción pueden tener las fuerzas militares que hasta hoy lo respaldan. ¿Obedecerían ordenes de represión? ¿Aceptarán esos mandos la decisión popular de producirse un triunfo contundente? Ayer el embajador argentino Diego Guelar hacía un llamado a los gobiernos democráticos para que realicen mensajes directamente enfocados a las fuerzas militares, policiales y judiciales para que no obedezcan ordenes ilegales que alteren el resultado de las urnas y eviten así que la amenaza del baño de sangre pueda producirse. Apuntaba a aislar institucionalmente al dictador Maduro.

El desarrollo de los acontecimientos indica que indefectiblemente estamos ante una coalición de hecho entre dos posiciones de fuerza: la de Maduro que incluye complicidades de todo orden en quienes se beneficiaron del poder total del régimen, y la fuerza de la oposición que ganó momentum sumando apoyo incluso en zonas donde el chavismo parecía inquebrantable.

Alguno podrá decir que los regímenes totalitarios caen por su propio peso, que es sobre todo en este caso el del deterioro de la vida de sus gobernados, pero hay largos ejemplos donde el control se convierte en una cultura política. La larga agonía de Cuba o la sofisticación de autocracias como la de China lo demuestran.

El pueblo de Venezuela a pesar del máximo empobrecimiento y las humillaciones a las que fue sometido volvió a encontrar un camino de unión en defensa de la recuperación de la democracia para liberarse de la dictadura bolivariana y el cambio en el país tendría indudable incidencia en toda la región. Pero en estas horas críticas no hay que perder de vista que será más que triunfo, la caída de una dictadura y es en ese sentido que se abren interrogantes que tienen que ver con cómo se desenvolverán los hechos en esas horas.

Por lo pronto, el eco en Argentina llega desde varias vertientes. Es sintomático que los veedores argentinos que sí acepta Nicolás Maduro, son personajes como Roberto Baradel o Hugo Yasky, de los sindicatos docentes kirchneristas más fanáticos, y que no dudaron en defender, siendo maestros, hasta el cierre de escuelas en la pandemia, a la hora de alinearse con Cristina Kirchner. Son el mascarón de proa de una coincidencia profunda con el régimen bolivariano que ella no logró plasmar en Argentina, aunque no por no intentarlo, buscando someter a la justicia, avanzar contra los medios de prensa independiente y contra la propiedad privada. No hay que olvidar que el último candidato que apoyó realmente Cristina, que fue Juan Grabois, a quien le permitió ir a la interna porque era quien de verdad representaba sus ideas, es proclive a las expropiaciones, a las nacionalizaciones compulsivas de recursos naturales y a masivas estatizaciones. Más chavista no se consigue. Los que negaron que Argentina pudiera correr la misma suerte que Venezuela deberían observar con honestidad intelectual estas evidencias, sumadas al estado de la economía con inflación y pobreza incluidas. Procesos casi calcados a los de Venezuela. La producción de pobreza, ya sabemos, también es intrínseca al dominio total. Y en ese sentido cabe pensar que también, para alejarse del peligro de ser Venezuela, Argentina debe lograr salir de la trampa del populismo que postró las capacidades productivas de su economía. Si a este gobierno le fuera mal, un kirchnerismo paladar negro estaría a la vuelta de la esquina. Como me dijo alguien en estas horas, el peligro todavía está latente.

Es de esperar que la decisión de los venezolanos sea tan contundente que permita derribar el muro que el chavismo le puso a la democracia. Nunca se dieron las condiciones que se dan en estas elecciones, pero Nicolas Maduro no ha dado indicios positivos por lo cual, se vienen horas críticas. La hostilidad con la prensa que quedó graficada en la detención de nuestro compañero Jorge Pizarro es una muestra de esto.

Una Venezuela libre será sin duda un grito de esperanza en todo un continente que se debe a sí mismo abrazar el desarrollo para que todas las riquezas que puede aportar al mundo vayan a la par de una mejor calidad de vida de sus poblaciones, incluidas desde la educación y las oportunidades. A Maduro sólo le queda el respaldo de rancias dictaduras como las de Cuba y Nicaragua o el régimen indigenista de Bolivia. Ni las izquierdas democráticas del continente ya lo apañan. Y todo indica que también el pueblo le hará saber que su tiempo terminó.

Por todo lo dicho, amigos, de alguna manera, Venezuela somos todos, todos los que amamos la libertad y la democracia. Que así sea.