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Martes, 06 Agosto 2024 14:06

"La bancarrota política de los aliados de Maduro"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

La catástrofe de Venezuela acelera el reacomodamiento del mapa político en Argentina y profundiza la derrota del kirchnerismo.

La derrota de Maduro, fue la derrota de Cristina. Porque aunque el dictador venezolano se atrinchere al poder, fraude mediante, perdió las elecciones en forma descomunal y también perdió a todos sus aliados en el mundo democrático. Pero además el modelo que representa quedó caduco por la miseria y la ilegitimidad.

Ya ni los que guardan las formas y el diálogo están cómodos. ¿Cuánto tiempo les alcanzará el tibio ejercicio de pedir que se publiquen las actas para no quedar pegados? Cuando pasen los días y siga sin publicarlas o cuando presente actas groseramente falsificadas, qué neologismos inventarán para evitar la palabra dictadura y para esconder la complicidad.

Ayer, a nivel local, cayó un dique. Cuando Estela de Carlotto, líder de Abuelas de Plaza de Mayo, no pudo eludir llamar las cosas por su nombre, es decir llamar a Maduro, dictador.

Estela de Carlotto le soltó la mano a Maduro pero también dejó en evidencia a quienes no lo hicieron. Hasta ahora, había sido una incondicional de Cristina Kirchner. Pero en esto se desmarcó. Maduro ha llegado a un punto sin retorno y quedar pegado tiene consecuencias locales. Como dijo el constitucionalista Daniel Sabsay: “No se puede pasar la vida denunciando una dictadura criminal y terminar defendiendo a otra dictadura criminal”. La vara selectiva de las izquierdas caviar cruje. Pero cada uno dice lo que puede. El mensaje del tenebroso Diosdado Cabello a Cristina, luego de que les pidiera presentar las actas en nombre del legado de Chávez, fue un mensaje mafioso.

Se tiraron con los legados de Chávez y Perón por la cabeza.

Pero no fue lo único que dijo Cabello. También afirmó que la señora Kirchner tenía envidia de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Se refería a algo que hablamos a diario. El kirchnerismo no logró una Cristina eterna, como hicieron los Castro o como busca hacer Maduro, pero vaya si lo intentaron. Intentaron cada paso que Venezuela dio para descender al infierno que la consume. Y eso, que queda en evidencia ante el mundo y ante los argentinos, es lo que deja en una bancarrota aún más profunda al kirchnerismo. Se quedan básicamente sin nada que ofrecer, si lo único que tenían para ofrecer, era chavismo disimulado, y a veces no tan disimulado. Uno de sus últimos candidatos presidenciales, Juan Grabois es un apasionado de las expropiaciones como el difunto Chávez.

En fútbol se diría que quedaron en off side. O fuera de la copa. Cualquier país de Latinoamérica tendría terror de ser Venezuela, pero ninguno llegó tan cerca como Argentina por el plan de gobierno que había llevado adelante el kirchnerismo. No se puede hacer historia contrafáctica pero la hipótesis puede organizarse con una pregunta: ¿cómo hace un populismo sin plata? Ya vimos que la inventan hasta el límite de lo posible y de lo imposible también. El país quedó deslizándose hacia el declive más temido de una hiperinflación.

Un analista conocido me decía ayer: en Argentina son las crisis las que cambian el status quo. Y eso pasa también ahora. Esa Argentina del péndulo de derecha a izquierda se balanceaba entre derecha e izquierda con matices, alternando hacia una u otra por efectos de alguna crisis económica. Pero ahora pasó algo diferente. Si a Milei le fuera mal, la gente no querría volver al chavismo de los Kirchner. Eso es un modelo concluido. Entonces lo que veremos ocurrir, lentamente y no tan lentamente, es un reacomodamiento de fuerzas que se purgue de esa influencia que con la caída de Venezuela quedó, al menos por un tiempo largo, al que alcance la memoria generacional, totalmente quemada.

En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, radicales y peronistas, ensayan una aproximación. Y de la misma manera, Macri busca una diferenciación por las suyas con respecto al gobierno.

Elisa Carrió busca volver a su sello personal con denuncias preventivas y como un tanto apocalípticas a Milei. Lilita a quien alguna vez le resultaron las profecías, sabe ante todo que habrá un electorado progresista anti Milei que no tendrá donde ir cuando ella se postule a senadora.

En el peronismo en general, la fragmentación total quedó evidenciada en los comunicados por Venezuela, la demora de esos comunicados y lo poco que sirvieron para ocultar las recientes complicidades. No es casual que uno de los primeros en despegarse haya sido Massa. Si algo lo caracteriza es no ponerse colorado aunque vaya de Boca a River y viceversa.

Se podría decir que la caída de Maduro es peor que una cancelación para el kirchnerismo. Y a eso se suman otras desgracias. Los hallazgos recientes terminan de derrumbar la farsa del gobierno de Alberto Fernández que como todos sabemos fue el gobierno de Cristina Fernández. Al final, ambos terminarán encontrándose en Tribunales.

Los reacomodamientos de la política no son una cuestión menuda. No sólo porque en menos de seis meses estaremos entrando a un año electoral. Sino porque el gobierno cuenta con toda la furia, con un par de meses de paciencia para mostrar resultados. Y el campo opositor tiene una necesidad existencial de reconstituir sus liderazgos. La falta de timing le costó demasiado cara a Martin Lousteau que por enfrentarse a Milei en la cresta de su popularidad terminó más hundido que Máximo Kirchner en las encuestas.

El desafío de los opositores es que la sociedad no sienta oportunismo ni que vienen con ideas que atrasan o que dan miedo. Y en eso, habrá una cuestión virtuosa: se habrá dejado atrás las consignas y dogmas con los que el kirchnerismo clausuraba los debates desde una falsa superioridad moral.

La política argentina entró en una fase de realismo crudo. Se puede decir que lo instaló Milei que ganó diciendo que iba a hacer un ajuste fenomenal y lo está haciendo. Pero ahora también él deberá mostrar resultados. Si lo logra, baja de la inflación mediante y con recuperación de la economía, sus aliados serán dóciles en el macrismo y en un sector del radicalismo. Si no lo logra, sus aliados serán más demandantes y sus opositores más hostiles. Pero difícilmente desde la oposición, alguien gane diciendo cosas como que un poco de inflación no hace daño y que emitir está bien.

Mientras tanto, en el país profundo, socialmente, como plantea Guillermo Olivetto, los argentinos vemos peligrar el ADN de país de clase media y la sociedad aún no metaboliza su caída. “El noticiero me dice que soy pobre pero yo no caigo”, le contestó uno de los entrevistados en sus focus groups. Hay muchos que no se fueron del país pero se tuvieron que exiliar a la fuerza de la clase media e intentan volver a esa tierra prometida. Sólo podrán hacerlo si el país lograr crecer económicamente para volver a darles cabida a sus sueños y a su estilo de vida. Ese regreso a un territorio aspiracional de la clase media no podrá darse con ideales pobristas. Qué caro salió el exorcismo del chavismo local.