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Jueves, 30 Mayo 2024 15:10

"Las dietas automáticas del Senado: no digan que no hay casta"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

 
Hacía sólo tres días, el Arzobispo porteño había criticado en el Tedeum los autoaumentos de sueldos de los funcionarios. 
 
En esas horas ya se especulaba con la salida del Jefe de Gabinete Nicolas Posse, apuntado entre otras serias cuestiones por estar detrás del aumento de sueldos que el Presidente ordenó retrotraer.
 
La sensibilidad de la sociedad argentina está en carne viva ante los privilegios de la política y la corrupción en general, que ahora, sabemos, se escondía hasta en la entrega de comida.
Estaban titilando todas las alarmas de un pueblo hastiado que pone el hombro a un ajuste tremendo y reclama por lo menos ejemplaridad. 
Pero desde el escandaloso aumento de dietas con manos agachadas y discursos hipócritas, nada se hizo por cambiar lo que todos conocían: el enganche de las dietas de los senadores a la paritaria de los empleados legislativos.
 
Ninguno puede decir que no sabía que luego de votar con acuerdo de todos los bloques un valor de 4 mil módulos para las dietas, las mismas tendrían actualización automática según la variación del módulo. Porque lo que votaron el mes pasado no sólo fue el aumentazo sino que el ajuste del aumentazo siguiera, restituyendo la llamada ley de enganche que venía de un decreto de Cristina Kirchner de 2010 y que había sido derogado por Milei. 
Y lo votaron en tiempo record.
 
 
Qué contraste. Toda la lentitud y morosidad para tratar temas urgentes para los argentinos se vuelve súbita velocidad para los aumentos de sueldo. Todo lo que escasean los acuerdos en temas de estado sobra para asegurar el bolsillo de ellos. Ahí se borran las grietas y los enemigos se vuelven amigos. 
Por eso, es tarde para lo que hicieron ayer, de pedir que no se les aplique el aumento. Porque eso sería pedirle a la vicepresidenta, que no aplique la ley. Tuvieron un mes para modificar la ley y no lo hicieron. Y nadie puede decir que no sabía. 
 
Claro que la gente está mirando a la política y la está mirando como nunca y eso es absolutamente sano. Porque está mirando cómo gastan su dinero. Porque está mirando si cumplen la palabra. Y a pesar de que la sociedad está mirando, insisten. Es como si un ladrón robara sonriendo ante la cámara que lo filma in fraganti. 
Por eso resulta un espectáculo vergonzoso ver como intentan simular que no mantienen las mismas prácticas, mientras las siguen ejecutando delante de todos, como pasó el mes anterior y éste con el tema de las dietas. La inercia les indica intentar que, si pasa pasa, no soltar el privilegio, hacerse los giles. O simplemente ser hipócritas. 
Justo ayer, Martin Lousteau que votó con la mano agachada el voto a mano alzada, para los aumentazos del mes pasado, ahora propuso casualmente en el mismo momento que se desataba otro escándalo por el segundo incremento en un mes y por encima de la inflación, un proyecto que lleva la dieta al mismo monto que cobran los directores de escuelas. Muy lindo. Ahora hágalo, Senador Lousteau. ¿Qué vale para usted? ¿Lo que votó o lo que escribió? Porque votó los 7 millones de dieta y ahora escribe un proyecto con dos millones. ¿O será el buenismo progre pour la gallerie para que vean lo políticamente correcto que es, aunque no pase nada? 
O será como su dictamen en soledad para intentar fulminar la Ley Bases cuando parecía que el dictamen naufragaba y a sabiendas de que el gobierno necesitaba votos del radicalismo. Las próximas elecciones le dirán su cosecha. 
 
En estos tiempos difíciles, el esfuerzo y el sacrificio se traducen en esperanza cuando se tiene un sentido. Saber que valdrá la pena. En el mientras tanto, la sociedad, que hace el gran esfuerzo, puede sentirse acompañada por los ejemplos que bajen desde el poder y si percibe que los que las hacen las pagan. 
En definitiva, son los ciudadanos los empleadores de los senadores, los diputados o los ministros. Y sentirse convidados de piedra ante sus dietas automáticas es otra evidencia de que existe una casta. 
Sobre la impunidad reinante en la Argentina, es necesario que la justicia, no sólo abra causas, sino que también haya responsables, y que paguen. Que el camino de las causas por corrupción no sea una película en cámara lenta y que además se llegue a las últimas consecuencias para que devuelvan la que se robaron. No puede tardar quince o veinte años una causa por corrupción. La anestesia del sistema ante el robo de lo público es otro agravante que lacera el sacrificio de los justos. 
Si los mismos senadores que no se ponen de acuerdo para reformas que el país necesita con urgencia terminan votando como un coro parroquial la designación de Ariel Lijo como juez de la Corte Suprema, quizás se terminen juntando esos dos mundos: el de los privilegiados y el de los impunes.