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Viernes, 30 Junio 2023 14:53

Nunca Más una Cecilia

Cuando comenzamos a reportar esta historia contamos con horror que, en plena democracia, dos líderes políticos y candidatos en las elecciones de Chaco, estaban acusados junto a su hijo, por el crimen y desaparición de su joven esposa. Ayer el Procurador de la provincia dijo Nunca Más...

 

Con el peso de esas palabras como prólogo, los fiscales avanzaron en las 200 pruebas que sustentan un pedido de prisión preventiva por el cargo más grave que existe en el código penal.

En medio de las precisiones jurídicas y observaciones técnicas emergieron las últimas horas de vida de Cecilia. Estaba ilusionada con su viaje a Buenos Aires. Había buscado por Google dónde comprar chocolates, dónde se tomaba el café más rico, y cómo hacer una valija. Pero ni siquiera se habían comprado los pasajes. Ella, algo intuía, porque tanto a su hermana como a su tía abuela les había dicho al despedirse que tenía miedo que el avión cayera y la desintegrara.

 

Triturados, calcinados, bajo los efectos del agua, aparecieron los que se creen son restos óseos de miembros y del cráneo de Cecilia. Pero su desgracia no fue producto de un accidente aéreo sino de un plan sanguinario. La crucecita que llevaba en el pecho salió del mismo río para hablar por ella. Los fiscales ubicaron en un corto período de tiempo, la ejecución de su crimen, ocurrido en la casa de sus suegros donde ella llegó entrampada el 2 de Junio por la mañana. Allí había entrado con su esposo, César y al mediodía se sumaron Emerenciano Sena y su mujer Marcela Acuña.

 

En las horas siguientes los Sena llevaron adelante una burda coartada que los mostraba en eventos públicos como si no hubiera pasado nada mientras usaban el teléfono de Cecilia para engañar a su familia al tiempo que ellos procedían con la desaparición. Cuando ya nada podía tapar las sospechas, el fiscal Jorge Cáceres Olivera recuerda un episodio que reveló por primera vez en Radio Rivadavia y da cuenta de la impunidad con que se movía el clan.

 

Se creían por encima de la ley. Y quizás sólo de esa manera pudieron figurarse que estaba en sus manos matar y desaparecer sin que nada pasara. Ayer para mayor espanto una diputada cercana al gobernador Capitanich, culpó a la víctima. Claudia Panzardi dijo que Cecilia eligió erróneamente a esa familia.

 

Gloria, la mamá de Cecilia, le respondió a la diputada y defendió a su hija que ya no puede defenderse.

 

Es tal el estado de los restos óseos hallados que ni siquiera existe la seguridad de que pueda obtenerse satisfactoriamente el ADN que se analiza en laboratorios especializados de Córdoba. Sus asesinos pudieron haber eliminado hasta esas últimas letras de identidad que provee la genética. Al escuchar la imputación que iba a caer sobre ellos de la voz del fiscal, los tres se mostraron indiferentes.

 

El viernes 2 de junio entre las 12:16 y las 13 horas Cecilia fue asesinada en una de las habitaciones de la casa de los Sena. Las cámaras la vieron entrar, pero nunca la vieron salir. Sí vieron al hijo y a uno de los encubridores salir con bolsas. César Sena no había tenido a la mañana las heridas que su cuello evidenciaba por la tarde. Así y todo fue a un evento con militantes para mostrar normalidad. En sus búsquedas de Google preguntaba cosas como “qué le pasa al alma en una muerte violenta”. Un día antes del crimen buscó “cómo luxar un brazo”. Dos días después vio un video de criminales reaccionando ante su sentencia. Y al día siguiente buscó “mente de un asesino” o si “un asesino siente remordimiento”. Sus huellas digitales virtuales iban a desnudar las oscuras tribulaciones de su conciencia para incriminarlo.

Luego del crimen Cesar Sena llevaba consigo el teléfono de su mujer ultimada por él mismo, desde el cual intentaría engañar a su familia haciéndoles creer que Cecilia estaba en Buenos Aires y que se había ido con otro. Pero el aparato avisaría su ubicación desarmando la mentira. Los teléfonos celulares ubican perfectamente a los padres y al hijo en el lugar del crimen. Y el teléfono de Cecilia se activó por última vez en la chanchería donde sus restos fueron calcinados y triturados a mazazos y ladrillazos para ser esparcidos en el campo y arrojados al río.

 

Los objetos que hablaban de su vida aparecieron para denunciar su muerte: su ropa color rosa, el dije de compromiso, la crucecita. Usaron los cuatro elementos para borrarla de la faz de la tierra: fuego, agua, tierra, viento. Pero la naturaleza no iba a hacerse cómplice y terminó gritando la verdad. El domingo se cumplirá un mes exacto de la desaparición de Cecilia. Cuando el caso se eleve a juicio dependerá de un jurado de 12 personas que se condene a sus asesinos por la única pena posible: perpetua.

 

Nunca más una Cecilia

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