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Miércoles, 19 Julio 2023 15:22

Un modelo DeKadente

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas por Rivadavia AM630. 

“Burundi quita el cepo y arregla con el FMI mientras la Argentina sigue estancada en 2001”. Así se titula la columna del periodista Ezequiel Burgo en el diario Clarín, y el título nos habla por sí sólo del giro de Argentina en los últimos veinte años para volver al mismo lugar, y peor. Es un giro en espiral descendente donde se profundizó la decadencia. De estos 20 años, 16 gobernó el peronismo, mayormente en su versión kirchnerista y hace 12 años que la economía no crece.

En la misma nota, se cita a otro economista, dedicado al estudio de la pobreza y la distribución del ingreso. Según Leopoldo Tornarolli el PBI por habitante de Argentina en 2023 es menor al de 2007, primer año del gobierno de Cristina Kirchner. Y continúa: “Esto es un récord. Salvo Venezuela, ningún país de la región hizo algo así”.

Es curioso porque si bien Argentina, por la resistencia del campo a los estragos del kirchnerismo, y por su fuerte clase media que siempre equilibró el poder, logró frenar el desmantelamiento institucional que hundió a Venezuela, no logró evitar que el modelo populista la desbarrancara por el mismo precipicio de una inflación altísima y creciente pobreza. Con el kirchnerismo todos los caminos conducen a Venezuela.

Mientras Burundí en Africa, quita el cepo, Argentina está cada vez más asfixiada en sus posibilidades comerciales y productivas que según advierten los sectores industriales enfriarán aún más la economía que en mayo se contrajo 5,5%. El actual gobierno, se empeña por evitar sincerar una devaluación mientras explora artilugios para realizarla por otros medios. Ponen la mano bien abierta ante el sol y creen que podrán taparlo. En la calle el dólar vale lo que vale.

La señora Kirchner se queja de que los argentinos ahorren en dólares y los saquen del sistema cuando ellos son una verdadera aspiradora de lo que produzca cualquiera, cuando te hacen imposible ahorrar, y como si olvidara que su marido puso afuera la plata de Santa Cruz. Ahí no era fuga, claro.

En su modelo ideal tu plata no es tu plata: el estado tiene que decidir en qué gastas, la ecuación de costos de tu empresa, y quien puede o no importar. Es la economía de un Gran Hermano al que hay que rendirse para que te deje sobrevivir, y punto. Orwell se pondría colorado.

Esto también es la grieta. Un país donde la libertad de comerciar está garantizada en la Constitución, pero totalmente obstruida en la realidad y sumida en una maraña de arbitrariedades y corrupción que se convirtieron en el sistema imperante. El cepo que uno imagina como el aparato que traba los autos en infracción es más bien una metástasis que impregna todos los recovecos de una economía que agoniza.

De esto también se tratan las próximas elecciones. Los argentinos elegirán quién puede liderarlos para una reconstrucción que parece de posguerra sin haber tenido guerra. De un despeñadero moral, donde “mi hijo el doctor” hace las valijas, y el progreso está prohibido.

Todas las elecciones tienen un mandato. Los candidatos caminan a tientas para intentar interpretarlo y encarnar la persona para el momento. Hay tiempos donde el mandato es claro antes de producirse la elección y en un sentido en Argentina también lo es. Podríamos fácilmente enumerar lo que más preocupa: inflación, pobreza e inseguridad. Pero parece estar en juego el cómo más que el qué. ¿En quién confiamos para sacar al país de esta ciénaga y cuando flaquea la confianza por tantas capas de decepción? Ahí estará la cuestión.

Burundi quitó el cepo. Burundi.

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