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Martes, 20 Junio 2023 15:32

Unión por (el Instituto) Patria

La soledad de Capitanich en su derrota revela el terror que corre por el espinazo de los compañeros peronistas. El terror a perder. “Coqui tenía la elección ganada”, dicen desde adentro “y era un mimado de Cristina”, para entender lo rápido que se acaba el amor cuando se pierde en las urnas. Traidor es el que pierde, afirma el famoso adagio del peronismo que vuelve a explicar con crudeza lo que está pasando.

La foto de Capitanich que debía ser triunfal, pero fue de una derrota cayó como una bomba en la semana de la más alta rosca política que es la del cierre de listas. Coqui es el espejo en el que nadie se quiere ver. Y como el fantasma de una derrota existe, la encarnizada interna, se trata en realidad de quién se queda con lo que quede del poder. Y lo más brutal, se trata de despegarse de la derrota, si la derrota ocurre.

El hecho de que Cristina Kirchner como al Doctor Frankenstein, la esté amenazando la criatura que ella inventó, es lo que habla de su propia debilidad, y de su desesperación.  Esa desesperación es la que la ha vuelto titubeante. Cristina está sin reacción, porque con el desafío de Scioli se rompió algo que no se cuestionaba. Con su liderazgo en el peronismo la política nunca fue negociar nada, siempre fue obedecer. Obedecerle a ella. Entonces no tiene los instrumentos que reclama la hora.

Una fuente del Frente de Todos se lamentaba: “Cristina debería estar sentada negociando con los actores de la interna pero se recluye a decidir con su hijo”. La ausencia de negociación pone el conflicto al borde de los tribunales. Son horas decisivas y nadie se puede quedar con la pelota.

Por un lado, Cristina sabe que Sergio Massa es el único candidato con la cintura y el descaro suficiente para realizar las contorsiones que requiere una elección donde no sirve el purismo porque la crisis es total y se las van a cobrar a ellos de todos modos. Pero así y todo le cuesta terminar de darle el apoyo. Miedo a una futura traición o frustración de reconocer que no formó a un heredero se mezclan en la misma nebulosa. Y ahí aparece Scioli en su lancha salpicando a los costados donde maldicen a los librepensadores.

Unión por la Patria es más bien Unión por el Instituto Patria en la voraz intención de Cristina. Todos usan la palabra unión en el peronismo cuando la unión es lo que brilla por su ausencia. El frente de Daniel Scioli se llama “Todos unidos triunfaremos”. El motonauta con su imbatible esperanza sabe que también está en juego el liderazgo del peronismo. “Daniel no se baja”, dicen en su entorno. Subyace una competencia de caranchos al son de una posible derrota y el que enarbole el desafío es el que buscará heredar el liderazgo si todo sale mal.

En estas horas, la prueba más dura de la vicepresidenta en ejercicio de la presidencia es mostrar que aún guarda capacidad de sorprender, de imponer su voluntad, y de torcerle el brazo a los atrevidos. Luego, que si hay derrota sea de otro, pero que queden suficientes lugares en el estado como para construir el repliegue político y la resistencia a las causas en tribunales.

Ella sabe que necesita alguien que corra el riesgo de perder, y que, si pierde, la derrota no la manche. Necesita ser quien defina todo a las escondidas, pero se le ven demasiado los hilos. Y encima a su presidente de cartulina se le ocurrió jugar a que sí tiene la lapicera. Qué tupé.

 

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