Jean Carlos, el dominicano que adoptó Córdoba como su lugar y conquistó a los argentinos cantando cuarteto, nació el 15 de febrero de 1971 en República Dominicana. Es Argentino y cordobés por adopción. Creó un estilo propio. Ya que su música propone la fusión del cuarteto con el merengue, como lo ha dado en llamar el mismo: "EL Merengueto". Trabajó y cantó desde muy niño, pero luego de “pelearla” por años, su primer trabajo discográfico, vendió 40 mil unidades llegando rápidamente al disco de oro. Ganador del premio Gardel y Reconocido por el Concejo Deliberante de la provincia de Córdoba por su gran trayectoria, se ganó rápidamente el cariño del público argentino desde que llegó hasta nuestros días. Sus encuentros con su público son maravillosos, más de dos horas y media de música, baile, coreografía y toda la sazón que trae de nacimiento.
El cuartetero es, sin dudas, un gran ejemplo de resiliencia desde el comienzo de su vida. El camino no le fue fácil, pero nunca perdió la fe y la esperanza de correr tras sus sueños hasta que lo logró y se convirtió en ídolo de multitudes con canciones que traspasaron distintas generaciones. Hoy, con un presente maravilloso, repasa su historia minuciosamente: “Nací en República Dominicana, en Santo Domingo, en Las Cañitas, uno de los barrios bravos de allá. Pero no todos por nacer ahí tienen que ser delincuentes. Yo siempre estuve rodeado de buenos amigos, de buenos vecinos, de buenos consejos… En mi familia nos criábamos unos con otros, respetando siempre al más grande, porque somos una familia de 14 hermanos (8 mujeres y 6 varones). Mis padres fueron los dos grandes trabajadores de toda la vida. Mi papá era de el Ceibo y mi mamá de Alto Mayor, un pueblo cercano. Se conocieron, primero trabajaron en el campo y luego se fueron a la capital, donde todo fue más difícil. En el campo tu crías gallinas y tienes gallinas, crías o cultivas lo que sea y lo tienes ahí. La gente critica el campo, pero ahí tenés menos posibilidades de pasar hambre. En la capital si no consigues trabajo, si no tienes una idea, si no tienes proyectos, si no tienes un oficio… la cosa se pone muy dura. Se hace más difícil poder conseguir los alimentos, los recursos. En el campo nunca faltaba comida. Yo fui uno de los que nací en la capital, soy el séptimo hijo, no el séptimo hijo varón, yo nací en el medio, criado por los hermanos míos más grandes porque mis padres trabajaban todo el día. Nosotros teníamos que ayudar y desde los 10 años salíamos a ganarnos la vida a la calle, a lustrar zapatos, a vender bijouterie… a ayudar a papá y a mamá porque éramos demasiados. Incluso cuando me llegó la oportunidad de venir a la Argentina, en lo primero que pensé fue en ayudar a mis padres. Papá y mamá están entrando en edad y yo tenía que buscar la forma que a ellos no les faltara nada.” Recordó el cantante.
Continuando con el relato cronológico de su vida, Jean afirmó: “Mi papá en la capital era maestro de obra, pintor de obra; mi mamá se metió en el ejército como guardia asimilada, era una de las que preparaba el sazón, cocinaba para miles de soldados todos los días. Se levantaba a las 6 de la mañana y llegaba a casa a los 8 de la noche. Por eso nos cuidábamos unos con otros. De mi papá heredé el canto, papá nació con ese talento, era tenor y aprendimos mucho de él. Cantaba muy bien, pero era aficionado, un artista frustrado. Vivir de lo que te gusta es un privilegio, yo estoy eternamente agradecido de poder hacerlo, es una bendición de Dios. Desde que me levanto le doy gracias a Dios siempre, le digo: ‘Gracias Dios por la oportunidad, gracias por un día más de oportunidad’ Porque vivir de lo que te gusta, comer de lo que te gusta, poder decir gau puedo comer lo que quiero, me puedo dar un gusto haciendo lo que quiero, con tu trabajo, con lo que te gusta… es, sin dudas, una bendición de Dios. Por eso vivo agradeciéndoles a Dios y a la gente, porque los artistas vivimos de esta profesión gracias a la gente. La gente es la que nos mantiene, la vigencia es la gente, ellos son los que te mantienen. Los que dicen sí o no en seguirte, en consumir tu música, en ir a verte. Por eso yo cuido mucho a mi público, me cuido y hago todo para darles siempre lo mejor. Por cuidar ese vínculo.”
Una actitud que pinta Jean Carlos de cuerpo entero, es su amor al prójimo y como intenta motivar a los chicos de la calle, ante cualquier eventualidad: “Yo la pasé, desde muy chico salí a trabajar a vender trapos de piso, curitas… lo que fuera. Yo sé todos los riesgos que toman los niños estando en la calle, no los riesgos de que los choque un auto, los riesgos de la gente con maldad… Mi padre nos hablaba mucho de eso y como tomar precaución para evitar malos momentos o desgracias. Evitar los riesgos tanto de hombres, como de mujeres, que quisieran manosearnos. Cuando veo a un niño en la calle lo veo con mucha vulnerabilidad, lo veo vendiendo, no solo le compro, sino también le hablo, lo miro, le digo que en el veo un gran comerciante o empresario el día de mañana, que no deje de soñar. No importa de dónde vengas, no importa que no tengas nada, con esfuerzo se puede lograr mucho. No solamente llegar a donde yo llegué, muchos de mis compañeros de barrio llegaron a grandes cosas. Estudiaron, se recibieron, ejercen, construyeron una gran vida. Uno es ingeniero electrónico, otro estudió arquitectura, otros estudiaron abogacía y llegaron a pesar de las carencias. Yo quería ser psicólogo o abogado, pero la carrera artística me sorprendió y me dio la gracia de vivir de esto. Yo entiendo que en estos tiempos es difícil bajar el vidrio del auto para comprarle algo a un chico o darle plata, pero yo no puedo evitarlo. Cuando salgo, siempre tengo que llevar en el bolsillo 20 o 30.000 pesos para la gente, no puedo quedarme de brazos cruzados ante una necesidad. Si veo alguien descalzo tampoco lo puedo dejar descalzo. Es mi forma. Yo lo pasé y sé que se siente. Jamás sería indiferente.”
Recordando sus épocas más duras el artista rememoró: “Había días que no había para comer y la ropa era para todos. Usábamos los mismos pantalones, las mismas medias y hasta los mismos calzoncillos. Dios es tan perfecto que, cuando crecimos, todos los varones teníamos el mismo número de calzado, todos calzamos 43. Todo lo compartíamos. Eso tiene para mí un valor agregado muy fuerte. Cuando yo puedo darle una palabra a alguien, ayudarlo, activarlo… no lo dudo. Yo sé lo que está pasando, porque lo pasé. El creer en Dios me ayudó muchísimo. Siempre digo, que si no hubiese sido por él, me hubiese ido al mes de la Argentina. Cuando llegamos en los 90 sufrimos mucho bullyng, ellos mucho más que yo todavía, por el color de piel. Sufrimos mucha discriminación. Yo por mis ojos claros y ser de color té con leche, no tanto. A mí no me decían negro, sino morocho. En esa época difícil, recordaba siempre las palabras sabias de mi padre: ‘Recuerda hijo, la superación mata la discriminación’ Y era real. Me decía: ‘Cuando más te superes te van a ver diferente’. Cuando yo comencé a ser famoso, todo cambió.”
Remontándonos a sus primeros años y su amor por la música, el dominicano cordobés, recordó: “Mi papá tenía un grupo de soul y bachata, eran cuatro, iban barrialmente a tocar a un lugar a otro…Cada vez que yo le pedía a mi papá de ir, no me dejaba porque era muy chiquito. Y un día de cara dura, cerca de casa, hicieron un show, yo fui, mi papá comenzó a cantar ‘Angelitos negros’ y sin que supiera me metí en el escenario a cantar. Mi papá me dio su micrófono cuando vio que los músicos le hacían seña que me dejara cantar, canté y la gente enloquecida comenzó a aplaudir y yo me asusté, me volví para atrás y solté el micrófono. Tenía solo 9 años. Me asusté solo por un rato, porque a los 10 años ya comencé con la música, aunque hasta el día de hoy subo al escenario con esas cosquillas en la panza. Con unos nervios tremendos hasta que no pasen los primeros 4 o 5 temas.”
“Ya a los 10 años comencé mi carrera artística formando parte de un grupo llamado Power, nosotros imitábamos muchos a ‘Los hijos de puerto rico’ que es de donde salió Cheyenne y a ‘Menudo’ que es de donde Salió Ricky Martin. Nuestro grupo era un grupo barrial que hacíamos tanto las coreografías, como las canciones de ellos. Íbamos de barrio a barrio, de un lugar a otro y ahí comencé yo a desinhibirme artísticamente, éramos un furor con las chicas. Nos presentábamos en las escuelas, en los clubes de las escuelas. Teníamos 10, 12 años en esos momentos y eran furor los grupos de chicos en esos momentos. Yo aprendí a cantar en la iglesia católica, donde fui hasta monaguillo. Estaba en el coro y éramos un grupo polifónico de más de 40 niños. Ahí aprendí mis primeros pasos de canto de muy chiquito e íbamos a cantar a distintos lugares. Luego a que nos opusimos por mucho tiempo, terminé siendo evangélico.”
Su cambio de religión se debió a ser parte de un milagro y así lo cuenta: “Yo era asmático, no podía caminar dos pasos sin agitarme. Vivía en los hospitales. Mis padres me llevaron a todos los médicos especialistas que pudieron y yo no mejoraba. Una prima hermana mía nos insistía que me llevaran a la iglesia evangélica, mis padres no querían y yo tampoco quería saber nada. Hasta que un día no pude más, me di cuenta que así no podía vivir, me quedaba sin aire todo el tiempo, yo ya pensaba que me iba a morir a esa edad, y decidí ir pese a mi desconfianza. Cuando dijeron que si alguien tenía un problema de salud pasara adelante, pasé, recibí al Señor, oraron y me desvanecí completamente. Cuando me desperté me di cuenta que ya estaba curado, nunca más tuve un ataque de asma en toda mi vida y hoy hasta bailo tres horas en mis shows sin agitarme. Fue un milagro instantáneo y cambie una religión por una relación. Ahí comencé yo mi relación con Dios.”
“Pude cantar, bailar y mi primer grupo grande ya fue de salsa y bachata. Después los últimos grupos fueron de merengue, aunque yo comencé mi carrera con el pop y la balada porque mi papá era baladista, bolerista…En ese tiempo nos pagaban por baile, a veces cobrábamos y a veces no, algo muy común en la vida del artista. Hubo momento que no había ni para el pasaje. Nunca me desanime. Esperaba en próximo tener mejor suerte. Hasta que a los 18 años me llegó la propuesta de venir a la Argentina, porque me vieron en un programa de televisión y me ofrecieron junto a algunos compañeros venirnos como coristas y bailarines. Era para la orquesta del Negro Videla que salía del grupo Chébere. Firmamos el contrato por tres meses y me quedé aquí para siempre.”
“El primer tiempo fue muy duro. Mis padres pensaban que me había metido en algo feo porque no los llamaba. Las llamadas internacionales eran muy caras y yo muchas veces no tenía ni para comer o para poder pagar la pensión para dormir. Fueron 5 años muy duros. Recién a los 5 años logré un trabajo para poder pagar un alquiler. En cierta forma viví la discriminación de ser extranjero hasta que la cosa se comenzó a dar y llegó el cantante Sebastián y el trabajar con él fue poder comer todos los días, pagar las deudas de alquiler y tener una vida ordenada. Antes pasé varias noches durmiendo en la terminal de ómnibus porque ese día no conseguía la plata para la pensión. Luego llegó Trulala y mi carrera siguió creciendo. Agradezco a Dios haber pasado por todo eso para poder apreciar hoy todo lo que logré. Ganar discos de oro, platino, el reconocimiento del consejo deliberante… y sobre todo el cariño incondicional de la gente, no tiene precio.”
En el tiempo más duro de su estadía en Argentina, Jean Carlos conoció a su compañera y formó con ella hasta hoy una hermosa familia: “En la época de vacas flacas acá, cuando estaba solo y peor la pasaba, conocí a mi esposa. Una catamarqueña que se fue a vivir con su familia a Córdoba y estudiaba para maestra jardinera. Ahí la conozco yo a ella y, siempre digo, no sé cómo me dio bola. En su momento ella hasta le robaba los fideos a su madre para traerme a mí para comer. Hasta ese momento yo, siguiendo los consejos de mi padre para no desenfocarme en mi carrera, no había tenido novia formal. Yo nunca me comprometí hasta conocerla a ella, salí con un montón de chicas, pero siempre les dije que no quería compromiso. Cuando la conocí a María Rosa y comenzamos a salir, en un momento ella me dice: ‘ya conseguiste lo que querías conseguir. ¿Ahora qué? ¿Cómo me ves ahora?’ y yo le contesté: ‘Como mi novia. ¡Me quiero casar contigo!’ Y hoy tenemos dos hijos hermosos, un nieto de menos de dos meses y formamos una hermosa familia.”
Refiriéndose a su presente el cuartetero aseguró: “Estoy ensayando a full y preparando todo. La última vez que preparamos un Gran Rex, lo hice para dos horas y terminamos haciendo casi tres. Son 29 años, pero 29 discos a la vez. Si calculas 29 por 15 no alcanza el tiempo para cantar todas. Lo más difícil es elegir los temas que vamos a cantar. El primer disco como solista fue rápidamente disco de oro y aún hoy me siguen pidiendo esas canciones en mis recitales y hasta me piden que las vuelva a grabar. Son alrededor de 70 canciones las que voy a cantar el 22 de agosto en el Gran Rex, va ser una fiesta. Yo entreno haciendo cardio, cantando y haciendo elíptico para poder cantar y bailar las más de dos horas sin problemas. El público me dio todo, me adoptó y nunca me abandonó. En cada actuación doy el alma, es lo mínimo que puedo hacer, como devolución a tantos años de cariño.” Concluyó el artista