María Rosa Fugazot Gamas, es su nombre verdadero. Hija de la actriz y vedette, María Esther Gamas y de el actor, cantante y compositor Roberto Fugazot. Nació en Buenos Aires, mas precisamente en Vicente López. “Nací el 20 de diciembre del ‘42, pero estoy anotada el 12 de enero del ‘43, porque mi papá casi se olvida de anotarme. Soy sagitariana por nacimiento, pero capricorniana por documento. Bah, soy un quilombo”, cuenta graciosamente.
“Mi primer año de vida transcurrió en Vicente López, porque en aquel entonces había muchos estudios cinematográficos en zona norte y la cercanía le venía bien a mis viejos. Nací y crecí en una familia perteneciente al mundo del espectáculo. Además de mis padres tuve muchos artistas cerca, como mis tíos Tono y Gogó Andreu... Alberto Anchar padre e hijo, mi tía Rosita Gamas (actriz); otro tío, hermano de mamá, Rafael Gamas, que era bailarín y coreógrafo. Y el mayor de mis tíos tenía un puesto importante en una distribuidora de cine, así que los domingos mirábamos cine en su casa. Era un festival”.
“Me gustaba mucho la lectura. Era una nena que leía como loca todo el tiempo, me quemaba los ojos leyendo. Me hacían apagar la luz y yo, con una linternita debajo de la cobija, me devoraba todo. Era fanática de Mujercitas, de la colección de Robin Hood, leía todo lo que podía. Un libro era el mejor regalo que me podían hacer” recordó.
“Tuve una infancia hermosa, con toda la familia junta y con mi adorada abuela a la cabeza –continuo recordando María Rosa-. La abuela Margarita estuvo presente siempre en mi vida. Era su malcriada. Si ella estaba en lo de mi tía y yo la llamaba a las 11 de la noche y le decía ‘Abuela estoy triste’, se tomaba el colectivo y venía a darme un abrazo. Era una mujer conmovedora. Me enseñó mucho. Nació el 25 de diciembre y siempre decía que tenía una maldición, porque su mamá murió durante el parto. Se sentía culpable y, encima, el padre murió al mes, de profunda tristeza. Yo la tuve hasta mis 16, se me fue demasiado pronto. Igual tuvo tiempo para formarme y enseñarme mucho de la vida”.
“De ella aprendí el valor del respeto a sí misma. Jamás me voy a olvidar de la charla que tuvimos el día que me hice señorita. ‘No voy a decirte lo que tienes que hacer o no, pero recuerda que tu cuerpo es un receptáculo, que el hombre viene, escupe y se va. De ti depende que te pongan flores o mierda’. Eso me quedó grabado para siempre. Yo fui virgen hasta casi los 18”.
Repasando su debut en el espectáculo y su inocencia de entonces, decía:“A los 15 ya hacía revista, pero era muy inocente. En esa época mi novio era Chicho Serrador (Narciso Ibáñez Serrador fue director de cine y TV, autor teatral), el que tenía 23 años. Me regalaba flores y nos dábamos besos, pero no más que eso. Un dulce, me cuidaba mucho. Yo era tan inocente que cuando me dió el primer beso en serio, pensé que estaba embarazada. Una tarada. Lloraba como loca. En esa época no se hablaba de sexo y me faltaban elementos. Con mamá y papá se hablaba de todo, menos de eso. Por eso las palabras de mi abuela me acompañaron siempre”.
María Rosa debutó en teatro a los 15 años en teatro de revista. Sus padres no sabían nada y su madre trabajaba en ese espectáculo. “Necesitaban una bailarina y yo Le dije al director, que sabía los bailes y quería bailar. Como yo iba a verla mi mamá, sabía la coreografía a la perfección y me tomaron. Y fue así que mi mamá se encontró conmigo vestida en la obra y casi arriba del escenario. Para mi papá fue terrible, estaba muy enojado, no me habló por más de dos años. Después lo terminó aceptando, pero la primera vez que me fue a ver al teatro, yo ya tenía 18 años".
“No me fue fácil, quizás mi papá por eso no quería que siguiera esta carrera. Me veía muy nena, muy ingenua y fue lo primero que no me perdonaron. Pase de todo, por esto, me cargaban y me insultaban. Llegaron a ponerme vidrio en la pintura que me ponía en la cara y si no me avisaba mi compañera me desfiguraba. Hay gente buena, pero también mucha maldad y mala intención“, aseguró la actriz.
Fugazot trabajó en varios géneros como la comedia, el drama, revista, shows... Fue cantante de la orquesta de Eddie Pequenino, acompañó a Frank Sinatra Jr., con Tony Dorsey en la orquesta. En 1966 debutó en cine con un pequeño papel en Las Locas del Conventillo, de Fernando Ayala y ya en 1967 se unió al elenco de Operación Ja-Já, de Hugo y Gerardo Sofovich, no parando hasta la actualidad.
Pero un artista no siempre puede vivir de su profesión y la gran Fugazot no es la excepción: “Dos veces me quedé en la calle. Con el corralito perdí todo y me quedé sin trabajo, pero también salí a flote. Desde los 15 años empecé a trabajar. Cuando me quedaba sin trabajo, iba a un lugar donde hacían calzones y me daban tres pesos por coser puntillas y los bordes. Siempre me la rebusqué. Un día mi papá tuvo como un ataque y vendió todo: auto, casa… Y nunca pregunté nada. Pero, ya de grande, me animé y quise saber cuál había sido la razón. Y me dijo: ‘Mirá, nena, no te aferres nunca a nada material. Lo material te ata. Cuando tenés, vivila. Si tenés plata comé langosta. Si no tenés, comé tomate'. Y eso se ve que me quedó grabado. Me encanta regalar, disfrutar..aunque en las épocas de vacas flacas lo sufro”.
Muchos creen en la reencarnación, pero la sensación de María Rosa que su madre, María Esther Gamas, había reencarnado en su perrita Abril, fue algo muy fuerte para ella y al principio se negaba a creerlo: “ Abril era impresionante, tenía el mismo carácter alegre que mi madre, era un cascabel. Tenía su misma postura, su mirada. Las mismas características que mi vieja. Ella era inquieta. Tenía 14 años, pero seguía jugando y jorobando como cuando tenía un año. Y mi mamá era igual: tenía 89 y andaba de acá para allá. Cátulo Castillo vivía rodeado de perros, los iba levantando en la calle y llegó a tener como 200. Decía que los amigos se reencarnaban en los perros y no podía dejarlos abandonados. Si lo seguía alguno, pensaba que era algún amigo – alguien conocido- que ya se había ido y que estaba adentro de ese pichicho. Siempre me pareció muy dulce ese pensamiento de Cátulo. Yo estoy convencida de que mi mamá estaba acá, en Abril", agregó.
Refiriéndose a la reencarnación, continuo narrando la actriz: “Un amigo mío, que era un estudioso en la materia, me decía que yo venía de muchas reencarnaciones y que era un alma muy vieja. Veía en sus investigaciones que otra vida había estado en la Revolución Francesa. Claro que no de una manera pasiva sino luchando activamente".
María Rosa es, sin dudas, una actriz de cine, teatro y televisión, que se ganó el cariño del público y sus compañeros, como muy pocas. Pese que en un momento fantaseo con ser médico forense, la pasión por el teatro y la herencia de su gran familia de artistas pudo más. Con un hijo dedicado al teatro y un hijo del corazón a la música. La sangre familiar sigue honrando las tablas de nuestro país. Una señora de la escena, que en sus vivencias y anécdotas, es la historia viviente de nuestro espectáculo.
Su vida y su historia completa, en su propia voz, aquí en Íntimamente con Alejandra Rubio.