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Miguel Martín: "Mi viejo me decía que con el humor me iba a morir de hambre, pero yo insistí"
Domingo, 17 Noviembre 2024 22:51

Miguel Martín: "Mi viejo me decía que con el humor me iba a morir de hambre, pero yo insistí"

El reconocido humorista tucumano Miguel Martín, aún más conocido como “El Oficial Gordillo”, habló en Íntimamente con Alejandra Rubio de su vida, su carrera, su infancia y como, pese a que su familia se oponía a que fuese artista; la vida, el destino y la insistencia, lo hicieron lograr más de lo que había soñado: “Cuando termine la secundaria y le dije a mi papá que me gustaba el teatro y me dijo: '¡Eso no! Te vas a cagar hambre, es de sucio y hippie'. Me tiró abajo y me dijo: 'estudia una carrera corta, no te quiero bancar mucho tiempo, no me da la nafta'. Estudie analista de sistema, me recibí, trabajé 8 años de eso, pero nunca abandone mi sueño. Fui buscando oportunidades entre el estudio y el trabajo y no me y me animé a jugármela. “Afirmó  el  comediante que regresa a Buenos Aires, al Teatro Opera en la Calle Corrientes, con “Gordillo 20 años”, agotando entradas en varias funciones. A las presentaciones del viernes 22 de noviembre (20:30 y 23 hs) y sábado 23 (20:30 hs), sumó una cuarta función el mismo sábado a las 23 hs, debido a la enorme demanda.

Su personaje del Oficial Gordillo se ha convertido en un ícono del humor argentino, caracterizado por su peculiar manera de hablar, su vestimenta extravagante y sus hilarantes ocurrencias. A través de este personaje, ha logrado conquistar el corazón de miles de espectadores, quienes lo siguen tanto en sus presentaciones en vivo como en sus participaciones en televisión y cine, además de sumar miles de seguidores en las redes sociales y sumar millones de reproducciones  en YouTube: “En ‘Gordillo 20 años’, cuento las anécdotas más desopilantes de mi vida, historias sobre los desafíos de pasar los 40, comparo  las infancias de antes con las de ahora… En este show estará la participación de mamá, la Mary, quien va a compartir su versión de los hechos y contará por qué era tan terrible de chico que tuvo que aplicarme el famoso ‘TCT’” Aseguró el humorista que en este show promete hacer reír sin parar a toda la familia, con momentos de interacción con el público y personajes de lo más pintorescos. 

 
 
Miguel desde pequeño él sentía que estaba predestinado a continuar con el mandato familiar de seguir el emprendimiento que desarrollaba su padre para la mantener el hogar: “Cuando para todos era una locura, yo me animé a seguir mis sueños. Cuando era chico, yo tenía la vida predestinada a la empresa familiar, al negocio de la soda en mi pueblo, en Famaillá (Tucumán). Ya tenía elegido el camioncito con el que iba a hacer el reparto. La casita de barrio…. yo iba por ahí y me animé a hacer un curso de teatro, a despuntar el vicio en la escuela en ese momento. Los primeros que te ponen traba son la propia familia. Mi papá me decía: ‘con eso te vas a morir de hambre, buscate un trabajo de verdad...’ Entonces tenía el trabajo de verdad, soy Analista de Sistemas. Cerca de los 23 años empecé a hacer teatro y a los 28, renuncié al trabajo ‘de verdad’ de Sistemas, y me dediqué a los que me gustaba hacer.” Recordó Miguel con entusiasmo ese gran paso en su vida.
 
 
Miguel Antonio Martín nació en Tucumán el 12 de diciembre de 1978. Muchos lo conocen como el Oficial Gordillo, pero pocos al Miguel que se encuentra detrás del personaje. Así cuenta el mismo su propia historia: “Nací el 12 de diciembre de 1978. Mi mamá María estaba en la guardia del hospital público de Famaillá, una localidad tucumana que en los setenta sólo tiene algo más de 12 mil habitantes. El parto ‘se complicó’ y tuvo que viajar de urgencia a la capital de la provincia. Tenía enredado el cordón umbilical en el cuello y temían que pudiera morir ahorcado. Hicieron cesárea y el todo salió muy bien, por eso nací en San Miguel de Tucumán. Sólo le faltaba a mi mamá saber el sexo. En esas épocas, las ecografías no eran moneda corriente. La partera le dijo ‘Miguel Antonio’, y así se enteraron que era varón. Menos mal que existían las cesáreas porque si no estábamos al horno. Mi vieja dice que en la muñeca llevaba un papelito, porque al ser tan concurrida la maternidad, donde nacen todos los bebés de la capital de Tucumán y todos los que tienen complicaciones y los traen del interior, venía con un papelito, un piolín y un cartoncito, que decía 'cesárea, Miguel Antonio - Patricia del Valle'. Entonces, la enfermera te levantaba, te veía los genitales y decía 'Miguel Antonio'. Si hubiese sido mujer hubiese sido 'Patricia del Valle'. Mi mamá era la número 22 o la 23, y la trataban como número. ‘Veintidós’, gritaban. Yo venía en un carrito donde estaban todos los bebés que habían nacido y los iban repartiendo a sus madres. Mi vieja siempre me dice 'ahí me parece que te han cambiado'. Siempre hace ese chiste mi vieja. Ella dice que la pasó bastante mal porque estaba muy débil. Pero esa es la cuestión, meterle humor al mal momento y el mal momento quizá se convierta en una anécdota divertida. Eso lo aprendí desde chico. Cuando cuento los monólogos sobre la pobreza no la romantizo sino que es más una cuestión de ‘tengo los ojos verdes de tanto tomar mate cocido’. Por ahí decís algo grave en el fondo, porque hay que comer otros alimentos y eso no es sano, pero con humor.”  Recordó el actor.
 
 
El jardín de infantes, por ejemplo, fue uno de sus primeros traumas que hoy, a la distancia, el humorista ve como la piedra inicial de su identidad histriónica: "El primer recuerdo que tengo de mi vida es artístico es cuando fuí al jardín de infantes... en realidad yo iba a ir al jardín de 4, pero no  quería porque era el típico que lloraba en la puerta y dejé de ir. El jardín se llamaba ‘Gurrumín’ y quedaba sobre la calle Azcuénaga, a tan sólo media cuadra de mi casa. Mi vieja me quería mandar y yo no quería ir, no había forma de dejarme. Entonces mi mamá me amenazó. Me dijo: 'El año que viene vas a ir sí o sí porque es obligatorio.' Me temblaba la carretilla cuando se fue mi mamá el primer día, a los 5 años. Pero ese año la pasé un poco mejor. Tengo mis primeros recuerdos, si se quiere, de actuación. Cantaba una canción que decía 'Cuando fui a California un vaquero me encontré, como no tenía nombre Goyeneche le puse'. En la última parte de esa canción, decía 'cuando sacan las pistolas hacen pim pam pum, cuando besan a las chicas hacen mua mua mua, y las chicas te responden con un plaf plaf plaf'. Y las cachetadas, en vez de tirarlas al aire como todos los chicos, me las pegaba a mí mismo. Yo veía que eso les generaba risas a mis compañeritos. Y ya me ponía como loco, me paraba arriba de la silla o me chocaba contra la pared y eso les hacía gracia. A la maestra medio como que le rompía las pelotas y le decía a mi mamá 'su hijo hace esto y esto'. Y mi mamá me decía gritando 'jugá bien, jugá bien'. Me acuerdo de eso y también de haber hecho de hormiguita en un acto del jardín de infantes. No me puedo olvidar de eso. Quizá me olvido de otras cosas, pero de eso no.”
 
 
Continuando con el relato de su vida, Miguel confesó: “Después me tocaron frustraciones en la primaria respecto a la actuación. De muy chico yo ya veía que me gustaba mucho y nunca podía actuar. La frustración de no poder hacer Pinocho fue mucha. Había una fono mímica de Pinocho, que ponían la música y todos los chicos que sus madres eran más presentes y pagaban la cooperadora, actuaban. Yo le decía a mi mamá: ‘Paguemos la cooperadora’. Y ella me decía: ‘No, vos vas a una escuela pública, no voy a pagar nada’. Era re poco cooperadora mi mamá. Entonces eso me generó una gran frustración. Yo veía a un amigo mío que a regañadientes tenía que actuar y yo le decía: ‘Sos el viejo cirujano que llamaron con urgencia, es buenísimo’. ‘No, no me gusta a mí actuar’, me contestaba él. La vida misma. Sí, ya notaba que el dinero no hacía la felicidad pero facilitaba un montón de cosas, por ejemplo que tu hijo actuara en el colegio. Había una madre que tenía una distribuidora de golosinas y traía. No para todos pero sí para la maestra. Manzanitas le traía el vaguito este que hacía de Pinocho a la maestra, y era mal alumno. a los 10 años, era un poco más tímido. Me retraía un poco. Me acuerdo que cuando participé por fin de una obra de teatro en la escuela me dio pánico escénico, me olvidé la letra. Y ahí la maestra me dijo: ‘Martín, usted está para otra cosa, no se exponga haciendo esto, no es necesario’. Se llamaba ‘El viento en el Aconquija’. En realidad era una lectura de un libro. El Aconquija es un cerro tucumano y yo hacía del presentador. La maestra había hecho una obra de teatro a partir de este libro de lectura que teníamos. Había hecho eso y una obra de teatro. La cagué y la maestra me tiró eso. Así que me peleé con el teatro desde los 10 hasta los 15. No participé más en nada.” Recordó el actor.
 
“Todo cambio a los 15 cuando el profesor de Lengua me hizo pasar a decir una poesía. Imaginate para un adolescente decir una poesía. Era difícil. Yo era de Famaillá, pero mi vieja me mandaba a Montero a la secundaria. Era una escuela que hasta hacía poco había sido de mujeres. Entonces éramos 36 mujeres y 6 varones, nada más, en el curso. Obviamente las chicas siempre eran más desinhibidas. Pasaban, decían la lección perfecta y después teníamos que pasar los varones. Te miraban 36 mujeres, imaginate... La poesía decía ‘¿Qué me diste Moriana en este vino que pierdo todo el sentido?’. El profesor me dijo: ‘Martín, es horrible lo que usted hace’. Imaginate, todo tímido. Él me empezó a gritar y me dijo: ‘ponele onda’. Y yo lo empecé a imitar. Estaba caliente y el enojo me hizo imitarlo porque me estaba presionando y exponiendo adelante de todos. Entonces lo empecé a imitar a él y todo el curso estalló en una risa. Yo estaba caliente y cuando estallaron todos de risa el profesor me dijo: ‘Excelente, así, así’. A partir de ese momento me empezó a tener como caballito de batalla. Había que leer algo y me decía: ‘Pase, Martín’. Yo lo imitaba a él, lo estaba gastando en realidad. Hasta que me puso en una obra de teatro, en un musical en el que no decíamos texto. Solamente teníamos que actuar. Era un museo de la música en el que yo era el que limpiaba las estatuas. Cuando les pasaba el plumero, se activaban las estatuas. Tuvo mucho éxito en la escuela normal de Montero y ahí hicimos como una gira. El profesor, que sólo lo tuve en tercer año, decía que nadie se merecía una nota diez porque eso era perfección y nadie es perfecto. Y decía que ningún varón podía tener más de ocho porque las mujeres eran mejores en su materia. Pero cuando terminó el año me dijo: ‘sos el único varón al que le puse 9 en toda la historia de mi carrera.’ Así que bueno, fue un orgullo. Todos le teníamos miedo, era muy exigente. Pero ahí empezó todo. Me di cuenta de que el actuar y subirme arriba de un escenario me abría muchas puertas con todo.” Rememoró el humorista.
 
 
"Cuando llegué a quinto año mi viejo me preguntó qué iba a hacer. Le dije que me gustaba el teatro y me dijo 'eso no, te vas a cagar hambre, es de sucio y hippie'. Me tiró abajo y me dijo 'estudiá una carrera corta, no te quiero bancar mucho, no me da la nafta'. Entonces estudié ingeniería en sistemas tres años, un terciario. De día lo ayudaba a él en el negocio, que tenía una sodería, y a la noche iba a estudiar. Hice talleres, cursos cortos en Tucumán. En el verano se moría todo. Pero la municipalidad daba cursos gratuitos y ahí me mandaba. En el pueblo también había un profesor que daba teatro. Había 65 inscriptos y fuimos cinco. Así que esos cinco hacíamos comedia, clásicos como ‘La Fiaca’. Y los viernes a la noche nos presentábamos en un teatro que había ahí en Famaillá, era gratuita la entrada y estaba lleno, todo el pueblo te iba a ver. Me recibí y conseguí laburo en una casa de computación de Tucumán. Se llamaba ‘Compu Expert’. Ahí lo conocí a Sebastián, que es el manager mío ahora, él trabajaba en la parte de electrodomésticos. Yo era muy salidor y poco volvedor. Ganaba dos mil y el alquiler me salía 200. Me sentía un rey. Como soy analista de sistemas. Laburé en computación, en vender computadoras desde los 20 años hasta los 28 en San Miguel de Tucumán. A los 28 años, decidí irme a Buenos Aires a probar suerte con trabajo de computación. A la par, hacía castings, pegué varias publicidades de extra y como ahí me fue mal porque no me entendían mucho la tonada, me pegué la vuelta. No estaba de moda la tonada norteña y me decían: ‘Cualquier cosa que necesitemos, te llamamos.’ No me fue bien y volví a Tucumán. Como me había quedado sin laburo porque había renunciado para irme a probar suerte a Buenos Aires, volví a Tucumán sin nada y comencé a hacer humor en fiestas. Me sentaba en la punta de una mesa y contaba chistes disfrazado de policía. Publicaba avisos en el diario y paulatinamente se dio la cadena de fiestas. Después  empecé un programa de humor tucumano a nivel local. Eso me dio la chance de presentarme en pequeños bares, luego en teatros chicos, medianos, grandes, muchas fiestas los fines de semana y así llegué hasta este presente.”
 
 
Con respecto a cómo surgió su famoso personaje de “El oficial Gordillo, Miguel reveló: “El personaje está basado en un personaje real. Surgió cuando yo tenía a 16 años, mi mamá me había lavado el pantalón con la cedula adentro y fui a renovarla en mi pueblo, Famaillá. Ahí me encontré con el oficial Gordillo. Me vio, vio la cedula y me preguntó: ‘¿Cómo es su apellido?’ Le contesto: ‘Martín’. ‘No, Martín es un nombre’ me dijo. Yo insistí: ‘Es mi apellido’. ‘No, Martín es un nombre, convengamos, debe ser Martínez’, me respondió. Y me anotó Martínez nomas. Fue una situación tan desopilante y loca que decidí convertirlo en un personaje. Y fue un éxito desde el principio. Me escucharon en una fiesta hacer un pedacito y la gente me llamaba para contratarme para que hiciera solo ese personaje. Después cuando subí el primer espectáculo a YouTube, fue una locura. Enseguida se viralizó.”Aseveró Martín
 
El oficial Gordillo nació angelado y cuando decidió salir de su Tucumán natal, fue rápidamente un suceso: “Recuerdo que me llamaron de Córdoba para hacer un espectáculo: ‘tenés que venir a ser un show acá’ Yo le dije: ‘¡Estás loco! Ustedes son la madre patria del humor. Como voy a ir yo a hacer humor. No puedo ir ahí, es una falta de respeto.’  Me convencieron después de mucho negarme, pensando que era una locura, fui e hicimos cuatro funciones en ‘Estaciones Güemes’ y nos fue fantástico.  Soy una consecuencia de los cordobeses porque cuando en 2014 me dijeron que fuera a hacer humor a Córdoba, sentía que era un descaro. No me daba la cara y hasta ese momento solamente trabajaba en Tucumán y hacía humor solo para tucumanos. En Córdoba empezaron a pasar mis videos y los audios míos en la radio Cadena 3, que es la más importante de Córdoba. Me dijeron que fuera  porque me estaban pasando en Cadena 3 y fue Mario Pereyra el que me dio manija. Luego me lo presentó a Eduardo Giordano, él a Miguel Pardo y así fue como empezamos a hacer temporada acá. Soy una consecuencia de ellos porque toda mi vida consumí humor cordobés, desde chico. El cordobés me hacía mucha gracia y siempre que iba a Córdoba, iba al almacén y ya disfrutaba de la tonada del cordobés. Lo veía al Negro Álvarez, al Flaco Pailos, a Mario Sánchez, a Cacho Buenaventura, al Sapo Cativa y me compraba también todos sus casettes y sus discos. No pude creer como me adoptaron enseguida. Siempre amé esta profesión, pero no creía que iba a poder vivir de esto. Simplemente consumía humor como una diversión, un hobby. Mi viejo obviamente que me decía: ‘¿Cómo vas a hacer eso? Te vas a morir de hambre’. Mi papá, que falleció en 2009, era sodero y mi vieja ama de casa. Mi viejo no me llegó a ver laburando de esto tan fuerte y por eso en el espectáculo muestro una foto de él. Era muy gracioso, tenía mucho carisma. Yo creo que mi papá fue un humorista frustrado. Lo veía con sus amigos y con la familia haciendo reír mucho con sus payasadas. Creo que mamé eso y como a él le gustaba el humor, me lo transmitió a mí. Ya tengo 20 años de carrera y estoy muy contento de poder hacer lo que amo. Si vos tenés un don, dale para adelante porque Dios te dio algo para que seas feliz, y si haces feliz a los demás, ¡mucho mejor!” Concluyó el actor.
 
Miguel Martín es cultor de las redes sociales, potencia su trabajo en base a los videos en YouTube y a los cientos de miles de seguidores que tienen sus cuentas de Instagram, Twitter y Facebook. Ocurrente y divertido, su talento versátil y su humor autorreferencial le permitieron ganarse el reconocimiento y el cariño del público de todo el país, convirtiéndolo en uno de los humoristas más queridos y respetados de Argentina.