Nahuel nació en Florencio Varela, el 19 de octubre de 1990. Comenzó a tocar melodías en un teclado a los 4 años, luego lo hizo con el bajo y por último, a los 7 años, aprendió a tocar la guitarra con una técnica muy personal .Quien descubrió su ceguera fue su abuelo y, junto a sus padres, le ensenó que esa condición jamás sería un impedimento en su vida. Le ensenaron a vivir sin miedo, a correr atrás de una pelota. A asumir su realidad: “Mi abuelo fue quien noto de bebé que yo no veía. Desde ese momento él, junto a mi familia, intentaron que mi vida sea lo más normal posible. Que no tuviera miedos. Mi abuelo me llevaba a un campito y me había armado una pelota con sonido para que yo pudiera jugar. Correr y patear la pelota fue una sensación de libertad que conservé para toda la vida. Él trató siempre que supiera que no tenía límites, que mi condición de no ver no significaba nada, ningún impedimento. Recuerdo un día que volví del colegio llorando, le dije: ‘Abuelo en el colegio los chicos me dicen ciego’ y mi abuelo, lejos de compadecerse de mí, me dijo: ‘¡¡¡Si sos ciego!!! ¿Cuál es el problema?’. Parece duró, pero fue muy real. Una buena forma de prepararme para el mundo. Hoy te puedo decir que para mí ser flaco, ser rengo, ser gordo o no ver es lo mismo; es solo una característica que existe y que tenemos, pero nada más. Aprendí a verlo así. Siempre quise que me conozcan por lo que hago y no por lo que soy. Lo bueno, es que llegue a lograrlo”
Nahuel Pennisi no estudió música. La aprendió escuchando canciones, preguntando. En su familia el amor, la pobreza y la música sobraban: “La intuición para mí es todo, incluso más que el oído. Mis padres son músicos y en casa siempre había música e instrumentos. Con cuatro años ellos me dieron un bajo, que como era muy grande para mí, lo ponían sobre la cama para que no se me cayera. Aprendí a tocar ‘jugando’. Por ese modo de aprendizaje, autodidacta, toqué desde siempre con la guitarra acostada sobre mis piernas, una técnica propia. Una noche, entraron ladrones a casa y nos robaron todo, hasta mi bajo. Cuando tenía 7 años mi mamá me regaló una guitarra criolla que una amiga de la familia le obsequió y a partir de ese momento fue parte de mí. Empecé a ir a la iglesia y además de cantar canciones religiosas, cantaba folklore. Mis padres no podían creerlo porque ellos escuchaban y cantaban rock nacional. Cantaba en las fiestas familiares y siempre en mi casa había reuniones y música. Después empecé a ir a las peñas de Varela y ahí empecé a tener las primeras experiencias con el público.”
A Nahuel nada lo detenía, quería más y decidió empezar a tocar en la calle y convertirse en artista callejero: “Cuando estaba en segundo año del secundario empecé a tocar en la calle por unas ganas de tocar hacia toda la gente, compartir lo que me gusta con todos, y sentía que el escenario era la calle. Tenía un amigo ciego que ya lo hacía y le pedí que me llevara que yo también quería vivir esa experiencia. En mi casa creían que era solo una idea, pero antes del mes ya estaba tocando en la calle. Tenía 16 años, era muy chico y tenía muchas ambiciones. Estaba convencido de que la música era importante para mí y desde que arranqué en la calle entendí que era mi vocación. Mi vieja medio que no lo imaginaba, aunque yo varias veces le venía diciendo. Ella no se imaginaba que me fuera a animar. Un día fui al fondo de mi casa, donde estaban ellos descansando, y les dije que me iba a tocar con mi abuela, que siempre fue muy cómplice, y ellos no lo podían creer. Mi padre tuvo una reacción diferente, pero porque él es quizás más seguro, nos permite golpearnos y si tenemos que aprender algo nos invita a vivir todas las experiencias posibles, no evitarlas. Nos tomamos el bondi con mi abuela, me fui a la sombra y me puse a cantar. Fue hermoso, sentí que a la gente le gustaba lo que estaba cantando. Ese primer día me cansé muy rápido. No tenía parlantes, ni micrófono y tenía que cantar muy fuerte para que me escucharan. Me fue bien en cuanto a plata, aunque no era esa principalmente mi búsqueda, y cuando llegué a casa mis viejos entendieron que se podían morir tranquilos. Tomaron dimensión que iba a poder desenvolverme y sobrevivir. A partir de ahí fue un cambio en mi vida, decidí ser músico y acá estamos. De todas formas, desde ese día ellos se quedaron tranquilos porque supieron que el día que no estuvieran yo podría hacer algo para vivir. Me iba a saber defender en la vida. Buscar, no solo como sobrevivir, sino como ingeniármelas para lograr lo que me propusiera y ser feliz.”
Continuando con su relato, Nahuel aseguró: “Empecé en Lomas (de Zamora), después pasé por Quilmes, cerca ahí, de Varela, y después llegué a la calle Florida. La idea era compartir lo que hacía y, al mismo tiempo, era una fuente de trabajo. Iba dos veces por semana. Cantaba sin amplificación. Tenía que cantar fuerte para que me escuchasen. Luego siguieron festivales y llegué a ganar el Pre Cosquín con una canción en homenaje al Chango Nieto. Ahí llegó la tele y un día Luis Salinas me dijo: ‘Che, venite a tocar conmigo’, y ahí arranque a trabajar de forma más profesional y no paré. En 2012 grabé mi primer disco, de manera independiente, y en 2015 firmé contrato con Sony Music… Recuerdo como si fuera hoy cuando les dije a mis viejos que quería tocar en la calle, que tenía ganas de disfrutar las cosas sencillas a través de la música. El cantar en Las Vegas, en la gala de los Grammy, y recordar a los músicos de mis comienzos, fue algo que me emocionó hasta las lágrimas. La vida me sorprende día a día. Yo solo quería cantar, ser feliz con la música, esa era toda mi expectativa. Todo lo que vino después es yapa. Agradezco que la vida me sorprenda".
Y la vida lo sorprendió superando todos sus sueños. De músico callejero se convirtió en músico de escenarios. Un día llegó a participar en el Festival de la Canción de Cosquín, y años después fue la consagración de este festival de folklore. Otro día pasó de los escenarios a los estudios de grabación y no solo fue nominado a los Latin Grammy, ganó cuatro Premios Carlos Gardel y fue convocado para cantar en una de las ceremonias de premiación los Latin Grammy. Ganó varias Gaviotas en distintos festivales en Viña del Mar y el Himno Nacional en la cancha de Boca. Otro día se convirtió en el compañero de vida de Mayra; y otro día, juntos, se convirtieron en los papás de Mateo y, unos años después, de Alma. Aquel chiquito que empezó tocando un bajo como juego, hoy se convirtió en un músico que pisa los escenarios del mundo y emociona con sus canciones.