Roly Serrano tuvo que superar ciertos obstáculos en su vida, la violencia doméstica, latigazos, hambre y vivir en la calle. "Nací en Guachipas, un pueblito de Salta, mi papá era jefe de correos. El se casó con mi mamá cuando era muy jovencita. Ahí comenzaron los problemas. Tenía unos tíos terroríficos que a mi mamá le hicieron la vida imposible, hasta que lograron quitarle los hijos. La echaron de Salta. Eran tremendos, nos castigaban y usaban como criados", recordó Roly.
"Fueron años durísimos. Me maltrataron mucho estos tíos con los que viví. Me ataban para pegarme con un látigo. Eso me convirtió en un rebelde. A los trece años rompí una botella y le dije a mi tío que estaba con el látigo en la mano: 'Si vos me pegás yo te mato, y mirá que vos dormís la siesta y yo no'. Desde ese momento no tuve más un plato en la mesa. Me dejaban encerrado en el baño. y mi vida fue cada día peor en ese lugar", relato con tristeza el actor.
"Ahí decidí irme. No tenía donde. Viví desde los 13 años en la calle, hasta comí cartón para que se me pasara el hambre, pero nunca robe. Había aprendido la cultura del trabajo de mi papá, en los pocos años que estuve con él. Era jefe de correo, tipo importante en los pueblos, pero en casa hacía carpintería, herrería, y me enseñaba. Eso me enseñó a rebuscármela. Estuve viviendo en la calle hasta casi los 15. Hubo momentos en que realmente tenía hambre y ni un pedazo de pan para llevarme a la boca. Comía cartón para que se callara la panza".
Cuando empecé a vivir solo en la calle, estuve poco tiempo dando vueltas por ahí, buscando y pidiendo. Después, te veía a vos bajar las bolsas de un auto del mercado y decía: "Señora, ¿la ayudo con las bolsas?"; y por ahí la señora decía: "Sí hijo, dale". La ayudaba y me ganaba un paquete de galletas.
En la calle supe tomar el camino correcto y me econtre con muchos angeles. Muchas personas que me ayudaron en la vida, me abrieron sus puertas. Gente que me aconsejaba bien, que me quería bien. Estoy eternamente agradecido: a mi viejo que me aconsejaba bien, a la gente que me recibía, a la gente que me ayudó… Hice una lista de la gente que me ayudó en Córdoba, porque yo salí de Salta a hacer el Servicio Militar y me quedé en Córdoba. Ese momento me cambió a mí la vida y me abrió la cabeza.
Empecé a militar desde la colimba. No sabía nada, era un hippie, ni siquiera había terminado el secundario. Llego a la colimba y empiezo a ver cosas, como por ejemplo el traslado de presos, gente que tenían detenida clandestinamente en el cuartel. Y claro: "¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué sucede eso?". Tuve compañeros desaparecidos de cuartel: "¿Y esto? Desaparece gente, están matando…". "¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!". "Y… no sé, porque piensan distinto". Ahí me empezó a salir nuevamente la rebeldía. Había dos compañeros míos que eran militantes comunistas, y yo dije: "Quiero ayudar". Me afilié a la Federación Comunista, porque los comunistas decían que teníamos que que ser todos iguales, las mismas oportunidades para todo el mundo. Y empecé a leer.
En la colimba terminé el secundario, ellos me hicieron estudiar. Salí de ahí y empecé a estudiar Abogacía.
Volviendo a su historia familiar, el actor recordó: “Yo no la sabía del todo: qué había pasado con mi mamá, con mi papá, por qué nos separaron, qué fue… A mí me dijeron que mi mamá había muerto. Yo me crié así hasta los 15 años, cuando me reencuentro con mi papá, y me dice que no, que no había muerto, que un tío decía que había muerto pero que en realidad vivía, pero no sabía dónde. Ahí la empecé a buscar, pero no pude encontrarla. Después me relajé y empecé a armar mi vida con una tremenda imposibilidad, porque el miedo a las pérdidas hacía que no me aferrara a nada. Fue la vida que ella pudo hacer. Fue muy tremendo lo que vivió. Una historia dificilísima. Luego supe que el único que sabía su historia era el papá de mis hermanos ( su nuevo marido), que antes de morir les contó que tuvo una vida anterior con tres hijos que nunca había podido ver. Mi mamá por miedo al rechazo no nos buscó".
Roly continuó: ”Cuando la conocí, dije: "¡Yo no sufrí nada! Esta mujer si que sufrió…". Desde ese lugar es que empecé a decir: "Quiero que entiendas que no tengo nada en contra tuyo, al contrario, quisiera que vivas lo mejor, lo poco que nos queda de acá en adelante en contra de todo lo que sufrimos los dos. No es que vos me hiciste sufrir a mí, nos hicieron, nos tocó esa. Y vamos para adelante".
Con alegría y ternura en su mirada, continúa : “Ahora tengo una gorda divina que me llama siempre y me da la bendición cada vez que voy a hacer o armar algo. Tengo dos hermanas. Eramos tres de un matrimonio anterior; ahora tengo otros tres, un varón y dos mujeres. Y nos llevamos muy bien, nos queremos mucho. Fue mi hermana, la más chica de todas, la que más luchó por encontrarme, y me buscó. Un día mi mamá estaba mirando televisión y se puso muy mal: "¿Qué pasa mamá?", le dijo. Y mi mamá por primera vez le contestó: "Ese señor es hermano de ustedes…". Un día voy a trabajar, estaba haciendo ART en El Ateneo, llego y me dicen: "Te busca una señorita".Y aparece una hermosa mujer y me dice: "Hola, quiero hablarte de Marcela". Se me heló la columna, no la relacioné, nada que ver la imagen de mi mamá. A todo esto yo no tenía imagen de mi mamá. Le digo: "¿Vos sos hermana mía?". "Sí", me dice. Nos pusimos a llorar. Después vino todo lo hermoso...”.
Seguí escuchando la charla completa, aquí en Intimamente con Alejandra Rubio.