Es el último día en que hablaremos de las elecciones antes de la veda electoral. Luego viene el silencio de la decisión. Las decisiones se producen en una especie de monologo interior, de conversación con nosotros mismos y aunque no lo advirtamos, la venimos rumiando, entre dientes, entre tanta preocupación y tanta angustia.
Tenemos enormes problemas. Así llegamos hasta aquí. Pero cada elección significa también que tenemos una oportunidad. En situaciones sociales dramáticas como la que vivimos eso no siempre se siente así y aparecen la desesperanza o la resignación ensombreciendo nuestra percepción del futuro. Pero eso puede ser una trampa. A veces un sabotaje personal. Otras la consecuencia del sistema que busca desalentarnos con formas perversas. El estado terminal al que llegamos no se hizo solo. A veces cuenta con nuestro escapismo.
El cuarto gobierno kirchnerista eligió la agonía como plan para mantener su poder y para buscar su impunidad. Aunque no la veamos porque se esconde deliberadamente todo esto que pasa lleva la firma de Cristina Kirchner y Sergio Massa es su última máscara oficial. La otra es Javier Milei. Un verdadero Caballo de Troya que ni siquiera oculta estar preñado de casta. Luis Barrionuevo, que empezó esta campaña apoyando a Wado de Pedro terminó apadrinando a Milei. ¿Tiene eso alguna coherencia? La coherencia no es como la entendemos en el peronismo. No importan los valores, importa el poder. Por eso los kirchneristas pueden votar a Sergio Massa que fue su peor traidor. Y Barrionuevo puede aliarse con quien se decía verdugo del sistema.
Corre en las redes como tantas otras creaciones de la inteligencia artificial, una foto que muestra, en la pose de la madonna con el niño, una virgen personificada por Cristina Kirchner que tiene en sus brazos un bebe regordete y mimoso con la cara de Javier Milei. La señora sueña desde las sombras que sea su nuevo truco para vencer a su verdadero enemigo: Juntos por el Cambio y Patricia Bullrich. A ella la eligió para acusarla de lo peor que le pasó , su intento de asesinato. Nunca pudo pero nunca dejó de forzar pruebas para lograrlo. Llegamos a la primera vuelta en medio de la negrura. La bruma de la incertidumbre nunca fue tan espesa. Sin embargo, en la campaña pasaron cosas. Se puede establecer algunas preguntas desde la Paso. ¿Cuánto de aquel voto fue un mensaje? ¿Qué harán los que no votaron que son un cuarto del padrón? ¿Cómo impactó en el electorado natural de Juntos por el Cambio la peronizacion de Milei y que se hayan revelado sus inconsistencias? ¿Cómo metabolizó el yate de la corrupción y las tarjetas de Chocolate el electorado peronista ya castigado por la misera? ¿Qué ganará la pulseada emocional: la bronca o el miedo al abismo? Ninguno es un aliado aconsejable para el ser humano. Sobre todo porque ambos son tapones de la esperanza. Pero están ahí, a pesar de nosotros, como consecuencia de un trauma de la magnitud de las recaídas. Porque recaímos en una situación de casi hiperinflación y records de pobreza. Y aunque el animal mitológico del peronismo se retuerza, creó la suficiente dependencia como para seguir teniendo voto cautivo. Por eso Massa puede hacer piruetas inmorales y negarnos en la cara las cosas más evidentes. Y sin embargo tampoco está seguro.
Todos somos presas de la confusión. Las ecuaciones se hacen imposibles. Por los que no decidieron, por los que no responden a las encuestas, o por los que no saben si votarán o votarán en blanco. La tierra incógnita somos nosotros mismos. La oposición suele sumar un caudal muy importante de votos entre la Paso y la primera vuelta. Eso le permitió a Mauricio Macri llegar al famoso 41% por ciento luego de perder por 16 terribles puntos en la primaria. La remontada fue épica. Nadie sabe qué pasará ahora aunque ese sea el patrón de comportamiento que marcan los antecedentes. Argentina nunca tuvo una elección de tres tercios tan marcados. Sólo se le parece un poco aquella contienda en la que disputaron la presidencia Macri Scioli y Massa. Allí Massa parecía opositor a Cristina. Hoy podemos deducir que fue sólo una táctica. Y buscó generar lo mismo con Milei. Aunque se le haya ido la mano. En medio de todo este panorama, hay un electorado nuevo en el que influyen mucho menos estas disquisiciones. Son los jóvenes que ya viven otro mundo, el de los nativos digitales. Son la generación Facebook o la generación Rappi. Y el 50 % ve en Milei códigos que los representan. El traslado del mundo bizarro de la virtualidad a los escenarios de campaña. El domingo se verá entre otras cosas si al borde del abismo, muchos se reconectan a su fibra democrática a pesar de las desilusiones o si encima el voto ausente despoja al sistema de consistencia en la legitimidad. A esta altura todos los candidatos son potenciales cisnes negros. Porque todo puede pasar.
¿Podrá Argentina dejar atrás el populismo o lo abrazará desde la ultraderecha? ¿Recuperará Juntos por el Cambio sus votantes naturales o Cristina logrará un último gualicho? En el umbral que cruza los 40 años de democracia, la esfinge de la historia nos desafía con un enigma tan encriptado que se resolverá sólo en la intimidad de nuestra conciencia. Luego de una campaña plagada de engaños y estrategias de manipulación. ¿Qué haremos ante la oportunidad ofreciéndose ante nuestros ojos? Este domingo vuelve el poder a nuestras manos. Y todo está en juego. ¿Seremos esa Argentina de Sisifo que lleva la piedra hasta la cumbre para volver a arrojarla? ¿Seremos ese país que no pierde la oportunidad de perder la oportunidad? ¿O nos atreveremos a la esperanza que no es lo mismo que la magia? Sin esperanza no se habita el futuro. Y venimos demasiado tiempo habitando el pasado. ¿Qué necesitan? ¿Quién creen que puede hacerlo? Esas son las preguntas correctas. La democracia tiene algo magnífico: permite echar al que no las responde. Pero el error cuesta cuatro años de tu vida. Feliz domingo para todos.
