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Viernes, 20 Octubre 2023 15:06

"Limbo"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Ayer la bateria de mi computadora dijo “Basta”.  Me pareció simbólico. La llevé con mansedumbre al técnico. La máquina había adelantado la veda electoral. 

Por algún motivo sentí el frenazo y la inercia de detenerme en medio de tanto vértigo en el tiempo anterior a la consumación. 
 
Nunca ese tiempo es igual para todos. El criminal se aparea con la oscuridad antes de empuñar el cuchillo y consumar el crimen. Una mujer que va a parir, en cambio, descifra el milagro de la vida en cada dolorosa contracción, antes de consumar la vida. Los dos se preparan para la consumación. Pero uno es vida y otro es muerte.  
 
¿Analizamos ya que vamos a votar al tiempo que en el mundo vuelve a despertar el peor horror? ¿Somos conscientes del contraste? ¿De que este ejercicio de la libertad y la vida en tolerancia son un resplandeciente privilegio y también una forma de resistir esa oscuridad? 
 
A veces es fácil no verlo así en Argentina. Desde hace demasiado tiempo pareciera que nos empeñamos en fracasar. Pero aunque hagamos de nuestra realidad una isla, un ombligo, un espejo de Narciso, tenemos que saber que en este acto de decidir sobre nuestro destino estamos exactamente del otro lado de lo que pregona el terror.  
 
Los terroristas aman la muerte. Punto. Quedate en silencio ahí. Es imposible entenderlo. Cuando estalló la AMIA supe que estaba bien no entender el sinsentido. El terror es el fin del sentido. No es materia de lo comprensible. No hay discusión con quien tiene como propósito la eliminación del otro. No hay discusión con quien no le da sentido ni a la vida de sus hijos.  ¿En qué pensamiento retorcido cabe que decapitar bebes, que matar inocentes puede tener alguna justificación? Hay un enemigo de la vida. Cualquiera que esté parado en la vida y precie de algo su libertad es oponente y es presa potencial de ese enemigo. En su cacería nos cazan a todos. Por tener la mera y modesta pretensión de ser. 
 
Ahí se conecta lo que nos pasa con lo que pasa. A veces me pregunto si es que acaso en todas las épocas los seres humanos, creados en teoría, a imagen de Dios,  necesitamos además, dar pruebas de nuestra humanidad. Ganarnos esa herencia. Merecerla. A veces terminamos encontrándonos con nuestra humanidad, en el contraste con lo más atroz de lo que la especie es capaz.  En momentos en que nos asomamos a otro abismo del mundo, pienso que en las mayores penumbras es que han surgido los más luminosos destellos de humanidad.
 
Decía Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto: “Los que vivimos en los campos de concentración podemos recordar a los hombres que caminaban por las chozas consolando a los demás, regalando el último trozo de pan. Puede que hayan sido pocos en número, pero ofrecen pruebas suficientes de que al hombre se le puede quitar todo menos una cosa: la última de las libertades humanas: elegir la propia actitud en cualquier conjunto de circunstancias, elegir el propio camino”.  ¿Quién elegimos ser en nuestras circunstancias? 
 
Espanta pensar que volvemos a vivir situaciones que creíamos superadas. Pero estoy convencida de que no volvemos a los mismos lugares, sino que en cada época debemos probar que merecemos incluso los logros de la generaciones que nos precedieron. Debemos revalidar nuestra humanidad ante las garras bestiales de lo antihumano.  
 
No es allá lejos. Dos atentados impunes nos siguen matando aquí. Y ayer volvieron a amenazar la Amia. Y hoy amenazaron la salida de cuatro aviones. 
 
En estos tiempos, en los que por momentos parecía ganarnos la tecnología, incluso hacernos intrascendentes, un hecho atroz nos interpela. ¿Es que acaso cuando ya no importar la verdad empieza también a no importar el bien? ¿De qué lado estamos? Es la pregunta que me inquieta, pero también es un llamado. Un llamado que nos despierta en medio de esta ceguera en la que no podemos a veces ni mirarnos. Aún vacilantes, pertenecemos a esta tradición de empeñarnos en la vida. De lanzarnos atrevidos al futuro cada día por el mero hecho de seguir, aunque sea cansados, aunque sea tristes, de seguir a pesar de todo. Quizás entre tanta preocupación no lo vemos pero en ese acto modesto en medio de tanta bruma hay una indudable y persistente esperanza. Dice Borges que “lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse y que ese ensayo es la esperanza”. Quizas sea nuestro sentido en este sinsentido. 
 
En este limbo antes de consumar nuestro voto, cuando las campañas se callaron, y en un mundo que se oscurece, no quiero por nada perder de vista que es un privilegio elegir y que no ha sido poca cosa llegar hasta aquí.