Hace un par de meses la Jueza María Servini sorprendió en este programa al contar una anécdota sobre un episodio vivido en la Casa Rosada.
Que haya más y más pobres como una estrategia para mantener el poder. Algo de lo que nadie dudaba pero que nadie había admitido nunca abiertamente. En el cónclave relatado por la jueza, ocurrido en lo más alto del poder, nadie pareció mosquearse o rasgarse las vestiduras por la afirmación cuyo autor la magistrada guarda aún hoy como un secreto de confesión.
Cuando se mira la parábola de 20 años transcurridos desde entonces a hoy, se podría afirmar que el plan funcionó. Y coincidió con las casi dos décadas, descontando el gobierno de Macri en que el kirchnerismo mantuvo el poder, como facción peronista dominante.
La estructura de planes sociales, aunque Cristina Kirchner busque desligarse, también lleva el sello de otra obsesión de su esposo: tener el control de la calle. Imprescindible para contener la protesta y evitar que fueran usados en su contra. A Néstor lo aterraba la idea de tener un muerto en la calle y de hecho él mismo falleció unos días después del asesinato del militante de izquierda Mariano Ferreira bajo los tiros de la patota sindical ferroviaria.
Así, bajo el manto progresista de no criminalizar la protesta, las manifestaciones que copaban el centro porteño tenían carta blanca. El año pasado llegaron a un record de más de 10 mil. El estado, aún en la ciudad de Buenos Aires, donde gobernaba un signo político distinto, había perdido terreno a tal punto, que la obligación de poner orden para hacer cumplir la ley era dejada de lado en pos del criterio garantista. Las calles no era tierra de nadie, eran tierra de los piqueteros que por primera vez en estos años, llegaron incluso a acampar tres días seguidos, ante la impotencia o permisividad de la administración Larreta que se declaraba incapaz de controlar a tantos manifestantes. Los niños que eran acarreados al asfalto con frio o calor, con sol o lluvia, nunca les llamaron la atención a los adalides de los derechos humanos.
Aliarse con las organizaciones sociales y competir con los intendentes peronistas del conurbano en el control de sus propios pobres y de los millones de la ayuda social fue otra forma de dominar la poderosa provincia de Buenos Aires desde la botonera de la Rosada. Que Luis Delia, Emilio Persico, Juan Grabois, Fernando el Chino Navarro o Eduardo Belliboni se hayan convertido en poderosos líderes con manejo de fondos millonarios no fue una decisión del pueblo, porque no los votó nadie. Fue una decisión política y financiada desde lo más alto del poder, que configuró verdaderos feudos por fuera de los canales institucionales.
En el gobierno anterior, varios de ellos atendían de los dos lados del mostrador sin que esto a nadie ya lo sorprendiera. El botín que se loteaba en la cartera de Desarrollo Social también tenía una tajada para La Cámpora, agrupación experta en tomar cajas del estado bajo su control. Incluso Alberto Fernández, al que el kirchnerismo aisló desde el principio, para bloquear su poder, llegó a tener en un momento, sólo el apoyo de movimientos sociales, porque les garantizaba el dinero que recibían.
Tan poderosas eran las organizaciones sociales, que de a poco competían en poder con la CGT y lograban, irónicamente más y más afiliados. El peronismo había pasado de ser el partido de los trabajadores, al partido de los planes.
Cada ministro que asumía tenía que compartir el poder con las diversas líneas internas de las mismas organizaciones que marchaban para reclamar más, movilizando en micros beneficiarios que tenían la obligación de asistir a las marchas y ahora sabemos, muchos de ellos bajo extorsión y amenaza de perder el plan, los alimentos o el comedor.
¿Cómo debe ser la relación de asistencia con los sectores más vulnerables? Con la decisión del nuevo gobierno de eliminar la intermediación el viejo sistema entró en crisis, pero no sólo el sistema de ayuda, sino principalmente el manejo de fondos millonarios. Erróneamente, el gobierno de Macri, creyó que podía negociar con las orgas para mantener la paz social. Pero así como abrieron la mano para recibir mas planes, no tardaron en ponerse en la vereda del frente. Macri se arrepentiría de aquella estrategia en numerosas oportunidades. Y su experiencia quedaría como referencia para el gobierno de Milei que decidió darles batalla frontal a los gerentes de la pobreza.
La estrategia de concentrar la financiación en la ayuda directa como AUH o tarjeta Alimentar, incluso con fondos por encima de la inflación, incluyó las auditorias que descubrieron los circuitos de comedores fantasmas y de practicas extorsivas que fueron denunciadas a la justicia. Pero en la transición entre uno y otro sistema quedó un área semi paralizada, la tentación de las cajas políticas, y según surge del gobierno, las amenazas mafiosas a quienes intentan cambiar la lógica asistencial.
La ministra Sandra Pettovello quedó en el ojo de la tormenta por los alimentos prontos a vencer y lo más inquietante es que esa información llegó antes a Juan Grabois que a ella misma. Y tuvo que admitir que las denuncias del piquetero eran ciertas. Hoy la funcionaria de su área Leila Gianni, de pasado kirchnerista, se cruzó con el dirigente social luego de la audiencia judicial.
La carencia de cuadros en el gobierno y el ecléctico origen de algunos como en el caso de Gianni, generan dudas y dejan flancos abiertos. Acaso es ejemplo de sectores peronistas que empiezan a migrar hacia La Libertad Avanza. Grabois por su parte busca capitalizar políticamente el episodio en un peronismo fragmentado y aún descolocado.
El gobierno, entre la necesidad de salvar el error con un operativo de urgencia con ayuda del Ejército, las sospechas sobre funcionarios infieles y la urgencia de reactivar la gestión, tiene un triple desafío: continuar con la reconversión del área a pesar de las resistencias, garantizar una transición eficiente, y ser implacables ante cualquier caso de corrupción como prometió hoy el presidente.
A diferencia de años anteriores, hoy, la sociedad tiene la peor imagen de los líderes piqueteros y mayoritariamente está en contra de los planes eternos que mantienen con sus impuestos los argentinos que trabajan de sol a sol.
Por otro lado, si algo probaron los planes es que no sacaron a nadie de la pobreza sino que terminaron convirtiéndose en una fabrica de sumar pobres en vez de reducirlos.
¿Cómo debe ser la asistencia del estado? ¿En qué casos y cómo debe repartir alimentos? ¿Cómo lograr que la gente vuelva a comer a su casa en vez de depender de un comedor en una situación social donde por la crisis bajaron hasta las changas y cruje el empleo?
Es curioso, pero aparte de la batalla librada por Juan Grabois, no hubo prácticamente manifestaciones. Eduardo Belliboni del Polo Obrero, debió reconocer la dificultad para llevarlas a cabo por los protocolos impuestos por el gobierno nacional. Pero también será difícil que la gente le responda como ganado a quienes ya no manejan el dinero que les llega por parte del estado. Ahora la cruzada de Grabois pasa por demonizar al gobierno por su supuesta insensibilidad y poner en crisis el ministerio de Capital Humano para frenar el cambio de paradigma.
El gobierno de Milei no puede dar más pasos en falso en la única área donde el problema no es la motosierra sino quién y cómo se maneja los fondos millonarios que en nombre de la necesidad, fueron la caja política emblemática del asistencialismo peronista.