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Lunes, 12 Agosto 2024 13:52

"La fiesta en Olivos era permanente"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas.

Hoy, 12 de Agosto, se cumplen tres años exactos de los golpes que recibió Fabiola Yañez, según la fecha del chat en que quedaron enmarcadas las fotografías con un ojo morado y un hematoma en uno de sus brazos. Ese mismo día de hace tres años se había hecho pública otra revelación escandalosa: la de la foto de la Fiesta de Olivos.

Difícilmente con semejante noticia, la entonces primera dama tuviera tiempo de hacerse un tratamiento estético. El comentario no es irónico. El ex presidente le dijo a Horacio Verbitsky que el moretón en el ojo era por un tratamiento estético. Y que las marcas en los brazos son porque ella le pegaba a él. Esto se agrega a una cadena de descalificaciones que intentó diseminar sobre su ex pareja para bajarle el precio a las acusaciones. Si alguna vez la desfiguró a golpes, ahora, buscaba desfigurar su mensaje.

Definitivamente, esto no se trata de exculpar a Fabiola Yañez de aquella fiesta inmoral. Pero la realidad es que el máximo responsable también era el presidente, que aparecía sentado a la mesa como un comensal más. El problema a observar, en esta historia son los delitos cometidos por un ex presidente, que a la vez que se decía defensor de las mujeres le pegaba a su mujer en forma reiterada. De la misma manera que las visitas de señoritas y los videos onanistas registrados por él mismo en edificios oficiales destinados a las máximas autoridades, como son la Residencia de Olivos o la Casa Rosada, no son noticia por las escenas dignas de Olmedo sino porque ocurrieron en medio de un confinamiento masivo en el que varias garantías constituciones quedaban virtualmente suspendidas mientras el que nos encerraba estaba literalmente de joda. Si nos enmarcamos en la dimensión penal y en la ética de la responsabilidad que le cabe a un dirigente político, es decir hacerse cargo de las consecuencias de sus actos y de sus obligaciones en este caso como presidente, el cuadro con que nos encontramos es deplorable. Fernandez le pegó a Fabiola pero abusó de todos nosotros también. Las mentiras, la falta de honorabilidad, la psicopatía que ejerce aún hoy, sin signo alguno de arrepentimiento, no se despegan de lo que fue como sujeto político y explican muchas cosas.

Está claro que no era un macho deconstruido. Cuántos ríos de tinta sobre la deconstrucción del varón se habrán escrito en la literatura feminista de estos años, al amparo de un presidente que tenía la sutileza de género de un hombre de las cavernas. De nuevo, el fraude político y los delitos de violencia de género, son lo que hacen de esto un cóctel impasable y figuras penales que pueden acumular más de diez años de prisión.

Lesiones leves o lesiones graves reiteradas, amenazas, extorsión, privación ilégitima de la libertad, agravantes por violencia de género, por el vínculo y por el cargo político. Mucho de esto puede surgir de la declaración de Fabiola Yañez que puede realizarse en las próximas horas. Si ocurre mañana, será el mismo día en que ella intercambió los mensajes de chats que salieron a la luz donde le recrimina haberla golpeado tres días seguidos.

Y todo esto lo dijimos sin dedicarnos ni un minuto a la parte pornográfica de esta historia que paradójicamente no tiene que ver con ninguna señorita, sino con la corrupción detrás de los contratos de seguros que se extendieron como una telaraña sobre todo el estado, en un negocio cautivo y monopólico manejado desde Nación Seguros por un amigo de la infancia del ex presidente y cuyo bróker más beneficiado fue el esposo de su secretaria, que era más socia que secretaria y fue capaz de recibir pedidos de auxilio de la primera dama por los golpes que recibía y callarlos hasta que su teléfono gritó el encubrimiento. Nada del Seguros Gate hubiera ocurrido si el entonces presidente no firmaba el decreto que firmó. Considerando los millonarios contratos en juego, se puede concluir en que los únicos a los que les aseguraban la vida era a ellos mismos.

Que todo pero todo, sea Justicia.