Herramientas de Accesibilidad

Viernes, 29 Diciembre 2023 15:19

"La siesta cómplice de la CGT"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Cuando asumió Alberto Fernandez se podía comprar 70 kilos de asado con un salario mínimo. Al terminar su gobierno, 26 kilos menos. El dato no sólo deja en evidencia que no volvió el asado como había prometido en su campaña sino la tremenda pérdida de poder adquisitivo del salario durante el gobierno de los Fernandez. Pero la CGT no les hizo ningún paro.

Será porque ellos nunca se privaron de los asados. Ni siquiera en pandemia cuando todos nos quedábamos en casa, menos Hugo Moyano que iba a comer asados a la Quinta de Olivos y no se privaba ni de la carne ni de las fotos. La fotografía que generó indignación en aquellos días los mostraba sonrientes al presidente y al sindicalista, junto a sus esposas, sin barbijo ni distanciamiento social, como le pedían al resto de la población. Pertenecer a la casta sindical tenía sus privilegios.

Los años sin huelgas a Alberto Fernandez también dejaron otra triste tendencia que no era conocida en el ecosistema de los trabajadores: a más de un 30 por ciento de los asalariados no les alcanza con trabajar para no ser pobre. Muchos deben buscar un segundo ingreso para intentar llegar a fin de mes. Pero la irrupción de los trabajadores pobres tampoco sacó del letargo a la anestesiada CGT.

El Indec, en su informe sobre la Distribución del Ingreso, dejó datos durísimos sobre la situación de los ocupados y asalariados en la Argentina. Entre el tercer trimestre de 2017 y el mismo período de 2023, los ocupados perdieron 24,5% de sus ingresos. Si se miran los sectores más bajos, la retracción de los llega a 29,4%, y en el segmento medio, en tanto, es de 26,7%.

También según el Indec, en su último informe, la población ocupada registró un ingreso promedio de $183.306 que en el caso de los asalariados llega a $192.287 en el tercer trimestre del año. Este monto es la mitad de la canasta básica para una familia tipo. Sí, el ingreso promedio es la mitad de la canasta básica. Estos números tampoco conmovieron la gorda siesta de la CGT.

Aburguesados como pocos, salieron a la calle sólo por los empleados que tributan el impuesto a las ganancias, los del decil más alto de la pirámide. Hasta hicieron acto de presencia en el congreso y un Fuck you a las cámaras y a la oposición. La foto digna de una película de Scorssese muestra la naturaleza prepotente e impune que los caracteriza. La baja de ese impuesto benefició a unos 800 mil trabajadores que cobran los sueldos más altos. Si uno usara el léxico de los muchachos habría que decir que dedicarse sólo a esa franja es muy de garcas.

Según Chequeado, en la Argentina, casi la mitad de las personas ocupadas trabajan en negro y 7 de cada 10 de los empleos generados desde la pandemia no cumplen con las condiciones de formalidad. Así, el crecimiento del empleo del que se jactaba el gobierno anterior y la más baja tasa de desocupación desde 2004, estuvo sustentada por la creación de trabajos informales. Para los especialistas, las principales causas de la informalidad se relacionan con costos laborales y cargas impositivas. El salario en la informalidad es el que más perdió por goleada frente a la inflación. Pero la modernización laboral necesaria para ingresar al mercado a unos 6 millones de trabajadores en negro, tampoco estuvo en la agenda de la CGT. Muchos de ellos, de hecho, votaron a Milei.

Desde hace tiempo, se engrosan más las filas de los movimientos sociales que de los sindicatos. Porque había más y más beneficiarios de planes y menos empleados formales. Y las nuevas formas de empleo autogestionados desde la tecnología les escapan a las vetustas reglamentaciones sindicales. Los Rappi huyeron rápido de los intentos por sindicalizarlos.

Nada de lo enumerado conmovió la pasmosa anestesia de los gremialistas durante cuatro largos años. Y ahora, a 18 días de un nuevo gobierno, en tiempo record, salieron a anunciar un paro. Con Fernando De La Rua tardaron casi cuatro veces más y esperaron al menos al día 77. Nunca en democracia anunciaron tan rápido una huelga general. Cabe preguntarse: ¿Dónde estuvieron todo este tiempo? ¿Y a quien representan ahora? ¿No tenían sobrados motivos para movilizarse o hacer paro antes? ¿O en realidad, más que por los trabajadores salen de sus madrigueras por ellos mismos? ¿Cómo es eso de que se pueda elegir libremente la obra social o que no sea compulsivo pasarle dinero del salario al sindicato? ¡Vade retro Satanás! ¡Paro General!

Notoria capacidad para quedar en evidencia. “El enviado del cielo se caga en los trabajadores”, dijo el intelectual Pablo Moyano. ¿No sabía todo lo que vienen pasando los trabajadores o el tema es que las nuevas medidas los tocan a ellos, a sus cajas intocables y a sus privilegios?

El término casta, es un hallazgo político de Milei, que le permitió enfrentar a la idea de la vieja política. Pero no deja de ser un término polémico porque no todos los políticos son casta. Según la Real Academia Española. la casta dentro de una sociedad son aquellos grupos que forman una clase especial, que se diferencia por su rango o tiende a permanecer separada de los demás. Es posible que muchos políticos se hayan comportado como casta. Pero es seguro que casi todos los gremialistas lo son porque tienen privilegios asegurados, afiliados cautivos, y cajas millonarias desde hace cincuenta años obligando al país a mantener un modelo que atrasa y destierra al mercado negro a miles de argentinos porque no tiene nada que ver con la realidad del siglo XXI.

El escándalo de sindicalistas millonarios y trabajadores pobres lo dice todo y más en esta Argentina rota. Estos señores que no pueden explicar cómo se enriquecieron y que bloquean como mafiosos a las empresas que no les obedecen, vuelven a la carga como si la sociedad no supiera perfectamente quiénes son.

Quizás no se dan cuenta pero le hicieron un enorme favor a Milei anunciando un paro a 3 minutos de gobierno. Porque sólo quedan en evidencia, como delegados de la máquina de impedir, como embajadores de sus privilegios, como representantes de la decadencia en un país que con mucho sacrificio intenta salir adelante.

Con la legitimidad que ellos mismos pisotearon escondiéndose durante cuatro años, salieron en representación de sí mismos sin siquiera preguntar con buena fue, cómo pueden ayudar para cambiar un poco las cosas en la Argentina destruida que deja el gobierno que apoyaron, con la cobarde complicidad de tan ruidoso silencio.