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Lunes, 05 Febrero 2024 13:36

"Las pelea por la plata pone en riesgo la agenda de un cambio"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

La pelea es por plata cuando no hay plata. Esta es la síntesis envenenada de lo que tiene empantanado el avance de la negociación por la Ley Ómnibus.

Para las provincias está en juego el costo político de hacer el ajuste o el costo político de no hacerlo.

Los gobernadores buscaron apalancarse en la necesidad imperiosa del gobierno de aprobar su mega ley para obtener más recursos y esquivar el recorte. Cuando la Nación retiró el paquete fiscal, lo que quitó fue precisamente la repartija de plata que se discutía. Y a estas horas, es inamovible la decisión del presidente sobre coparticipar el impuesto PAIS. “Si lo coparticipan no se levanta más”, eso piensan. Encima, ese impuesto tiene que ver con la cotización del dólar, cuando el gobierno trabaja para levantar el cepo y unificar el tipo de cambio. De votarse el veto es casi un hecho.

Hoy la negociación está atrapada en un pantano. Coparticipen el impuesto PAIS, y votamos los temas más controvertidos, dicen las provincias. Voten la ley y hablamos después sobre la cuestión fiscal, dice el gobierno.

Lo que no está en un pantano son las consecuencias. Lo muestra de manera brutal un cuadro del economista Nadin Argañaraz: Las transferencias discrecionales de la Nación a las provincias cayeron un 98% durante este mes de enero. El dinero depositado fue cero. No hubo plata.

Podríamos decir que los gobernadores empezaron pidiendo mucho y terminan discutiendo por la canasta básica. Pero al gobierno de Milei tampoco le sirve romper. Dejaría a la gobernabilidad en un peligroso estado de fragilidad cuando hay cuatro largos años por recorrer.

La cuestión tampoco se reduce sólo a las provincias. Hoy la discusión está en la Cámara de Diputados, es decir que también atañe a los representantes del pueblo de la Nación. Si los diputados opositores dialoguistas dejan sin ley al gobierno de Milei, estarán quitándole un instrumento al gobierno que votó su propio electorado y propiciando una victoria del kirchnerismo en cualquiera de sus máscaras. Sería como pegarse un tiro en el pie.

Es cierto que la ley no es lo que era y que de 664 artículos quedó en 365, que tampoco resultan nada despreciables para un gobierno con apenas 38 legisladores en esa cámara. Aún jibarizada, esa legislación contiene las llaves para desregulaciones, privatizaciones y facultades delegadas, pero además podríamos verla como un artefacto de voluntad política para seguir adelante con una ruta de cambio.

La discusión de la plata parece haber puesto bajo un cono de sombras lo que debería unir a los gobernadores con la Nación que es la agenda de cambio.

Hay dos tipos de negociaciones: aquéllas que son para romper, donde hay un vencedor y un vencido; y aquéllas que son para acordar, donde si no hay acuerdo pierden directamente los dos; en este caso puede haber una conclusión peor: no sólo pierden los dos sino que gana el kirchnerismo y pierde el cambio.

Ninguna de las partes debería olvidarlo. Los libertarios y los dialoguistas que representan al cambio, están condenados a seguir juntos, o el cambio será nada. Se vienen horas decisivas para la negociación y todos los que votaron un cambio, los están mirando.