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Jueves, 09 Noviembre 2023 15:25

"Votar para que otro no gane"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Hay quienes dicen que la pelea electoral no se definirá entre los que quieren que gane Massa y los que quieren que gane Milei, sino entre los que no quieren que gane Massa y los que no quieren que gane Milei. Así lo afirma el analista político Lucas Romero. Otros han coincidido en plantear que la elección se definirá entre dos miedos. Ya no sólo, se trata de no querer que gane alguno de los candidatos, sino que cada uno da miedo por distintos motivos. El miedo a que siga el kirchnerismo con su corrupción y su decadencia, ahora representado por una de sus figuras más voraces e inescrupulosas como es Sergio Massa. O el miedo a que gane Javier Milei que representa a la derecha y que arrasaría con derechos adquiridos. Los de Massa son miedos ya probados, los de Milei son miedos fantasmas. La campaña del miedo del gobierno busca que esos fantasmas asusten.

De ambos lados también menean el peligro para la democracia. Ese peligro, del lado libertario, consiste en lo que llaman negacionismo de la dictadura o su intolerancia con la prensa, y del lado de Massa, el avasallamiento a la República mediante el ataque a la justicia o como muestra el reciente escándalo de espionaje, métodos de tiempos oscuros para ejercer el poder. A veces, el que ve una cosa no quiere ver la otra.  

Quienes plantean que el voto negativo es el que define el ballotage, se basan en que el voto positivo ya ocurrió en la primera vuelta. Los que no eligieron a ninguno de estos dos candidatos como su primera opción, votarán ahora al menos peor y engrosarán el porcentaje de su base eventual de votantes. Los argentinos que ya llevan varias elecciones en su haber como ciudadanos no están extrañados. No será la primera vez que votan contra alguien y no por alguien.

Pero aun así, el voto de cada ciudadano tiene un sentido profundo, íntimo y personal que luego, en la tendencia general, se convertirá en lo que los analistas llaman “el mandato de la elección”. Cuando haya un ganador, se analizará cuál es el mandato del nuevo presidente según la mayoría que lo eligió. Es interesante porque el mandato queda claro luego de la elección pero se empieza a construir o a intuir desde la propia campaña electoral.

El consultor Juan Germano afirma que ganará el candidato que logre interpretar el mandato de la elección. Es la presunción de que ese mandato ya existe antes del voto sólo que no se ha materializado en una suma de voluntades. Para intuirlo en forma eficiente hay que interpretar claramente a la sociedad y convencerla de que tendrá el delivery de lo que pide.

En el caso de Massa aparece la oferta de un gobierno de unidad nacional, aunque sus filas y listas estén plagadas del kirchnerismo más rancio, y en el caso de Milei aparece la oferta hitera de terminar con la casta y ser el cambio frente a la continuidad, esto último en sintonía con Macri y la necesidad que tiene el libertario de sumar votos de Juntos por el Cambio.

Cuando haya un ganador, se sabrá entonces cuál es el mandato. Sería difícil que un Sergio Massa votado por la base K más cierto progresismo luego ejecute políticas de apertura o modernización. De la misma manera, sería extraño que Javier Milei, si es votado para pasar la motosierra y reducir la intervención del estado, luego ejecute políticas de las que él llama colectivistas. Ni Massa ni Milei podrían tener apoyo para una gestión donde se aparten de su mandato. Y el mandato que se imponga terminará consolidando un rumbo.

Es precisamente la idea de rumbo la que más nítida se presenta a la hora de diferenciar qué significa cada candidato, más allá de si el voto es negativo o positivo, y cuando ya sabemos que el voto en blanco no es neutral como preferirían pensar las almas bellas. Hay sectores que prefieren la continuidad kirchnerista porque su sustento está atado al modelo de un estado intervencionista y prebendario. Y hay sectores que claman por un cambio porque el estado intervencionista los parasita y vive a costa de sus esfuerzos para sostener su clientela.

Las señales de agotamiento del modelo k aparecen primero en la fenomenal crisis. Y luego en algo obvio: si el modelo anduviera bárbaro la candidata habría sido Cristina y no Sergio Tomás. Al mismo tiempo, el fracaso de Juntos por el Cambio frente a una opción más radicalizada como es La Libertad avanza, plantea el reclamo de medidas más drásticas, sin gradualismos.

La situación es tan mala, que ninguno de los dos candidatos podrá no hacer nada. Alguna vez, el entonces candidato presidencial Horacio Rodriguez Larreta solía decir: “si ganamos, no tendremos 100 días, tendremos 100 horas”. La urgencia reinante, hace esperar, que no importa cuál sea el candidato que se imponga deberá tomar decisiones fuertes. Y ninguno será la versión edulcorada de esta fase de la campaña porque tendrán dos amos implacables: la emergencia económica y el mandato de sus electores.

Será socialismo o capitalismo. Será comunismo o liberalismo. No hay grises de momento. Lo que moderará el blanco o negro de estos comicios, son la democracia y la república: un congreso sin mayorías fáciles que los obligará a negociar y los límites que demarca la resiliente y maltratada constitución nacion