“Yo soy la bruja mayor”, exclama Teresita, con picardía, pero las ollas -como símbolo de su cultura alimentaria ancestral- y el saber de sus orígenes, llegaron a cautivarla durante toda su vida.
Apenas Teresita se recibió de maestra fue nombrada directora de una escuela en el pueblo de Cuipán, en el Departamento San Blas de los Sauces, que significa Casa o lugar de conejos, porque parece que en esa región abundaron los cuises, solo que no tan grandes como los que se comen popularmente en Perú.
Teresa me cuenta que ejerció la docencia durante cuarenta años por varios pueblitos, algunos olvidados y sin luz, donde los chicos pastoreaban las cabras y había que salir a buscarlos. Había que hacer de todo: despiojaban a los niños, cocinaban, acarreaban agua y en muchas ocasiones no tenían ni una pizarra. Pero en esos pueblitos la gente se las arreglaba para ser feliz, dice.