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Claudio Cosano: "Soy un trabajador con más esfuerzo que talento"
Lunes, 10 Marzo 2025 06:47

Claudio Cosano: "Soy un trabajador con más esfuerzo que talento"

El prestigioso diseñador habló, a corazón abierto, en Íntimamente con Alejandra Rubio de su desconocido pasado. Como comenzó bien de abajo y de la nada construyó un imperio. Pasó hambre y comenzó a trabajar desde muy niño. Pese a su realidad, sabía que la única forma de progresar en la vida era estudiar y así forjó su destino: “Siempre digo que todo se puede, yo soy un diseñador que nació de la nada y con mucho esfuerzo pude hacerme un nombre. Comencé bien de abajo, por casualidad y con nada; con una máquina de coser prestada. Llegué a ser un diseñador reconocido, creo que más que por el talento, por mi dedicación y esfuerzo. Yo solo tenía en claro que quería salir de la pobreza y ayudar a mi familia. Trabajé mucho, pero el esfuerzo dio sus frutos y pude cosechar mi siembra.” 

Cosano vistió y viste a las máximas divas de nuestro país. Ganó un Martin Fierro, tiene una película propia sobre su vida y más de 25 años en la industria de la moda. Nació en Buenos Aires, un 22 de Diciembre. Su familia estaba compuesta por sus padres y tres hermanos más. Hasta que su padre los abandonó cuando Claudio tenía apenas 12 años y su vida cambió: "Vivíamos en una casa tipo chorizo en Caballito. Vivía allí con mis padres, mi abuela y mis hermanos: dos mayores que yo y uno menor. Mis padres se separaron cuando yo era muy chico, fue una situación muy traumática, un matrimonio muy complicado y no recuerdo mucho de mi papá. Con el correr de los años, cuando empecé a crecer, quise recomponer la relación, ver si podía recatarlo como padre y tener una relación cordial. Lo busqué, lo encontré, tuvimos una relación copada de padre e hijo. El único de la familia que lo veía era yo, mis hermanos no querían saber nada. El tiempo lo cura todo y un día, tanto insistí, que logré que pasáramos una navidad todos juntos en casa con mis hermanos y mi mamá. No se hablaron en toda la noche, pero logré que estuviera nuevamente la familia junta. Desgraciadamente después volvió a desaparecer y no supe nada de él".

Continuando con su relato, Claudio detalló: “Cuando mis padres se separaron, fue muy duro, nos quedamos con nuestra mamá, que era ama de casa. Ella se encargó de criar cuatro hijos a pulmón. A veces no había comida, mi mamá se mataba trabajando para alimentarnos y había días que solo había mate cocido y pan. Pese a ser chicos, tuvimos que salir a trabajar para poder comer. Fue una infancia dura. Yo estaba todavía en el colegio y empecé a hacer changas para sobrevivir y a trabajar en una empresa de matafuegos que estaba al lado de mi casa y era del papá de un amigo. No recuerdo esa época con tristeza. Éramos pobres y quería revertirlo a base de estudio y trabajo, eso siempre lo tuve bien claro. Me crié en una casa alquilada y desde chico supe que no quería esa condición social para mí. Encima mi mejor amigo tenía un muy buen pasar, eran ricos, sus papás le regalaban todos los juguetes habidos y por haber y yo no tenía nada, ni ropa. Eso no me dio resentimiento, sino más ganas de superarme, de salir de esa situación, de salir adelante. Fui tan estudioso que desde los siete años fui abanderado. En el secundario, cuando llegó la adolescencia, me volví rebelde y me echaron como cuatro veces del colegio, pero siempre seguí siendo estudioso. En quinto año, faltando dos meses para terminar, me echaron y me dejaron libre, tuve que rendir las 12 materias en un mes y las rendí. Dije: ‘A mí no me van a ganar’ Y las rendí. Quería estudiar y ser el mejor.”

Y no bajó los brazos, pasó por muchas, terminó el colegio secundario y estudió para arquitecto, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA. Trabajó de todo y estudiando arquitectura, comenzó a trabajar en una casa que fabricaba ropa como administrativo. Poco a poco la atracción por el corte y la confección de las prendas fue tan fuerte, que todos los días a la hora del almuerzo (mientras todos salían) se quedaba en los talleres de la empresa viendo cómo se confeccionaban las prendas, y ahí fue el comienzo de su vocación como diseñador: “Nadie de mi familia se dedicaba a la moda. Fue el destino. Para ganarme el mango y poder pagarme Arquitectura… Caí de casualidad en una marca de ropa. Vi un aviso en el diario y no sabía que era para Fruit of the loom, una tienda fundada en 1865. De día trabajaba en la empresa y de noche iba a la facultad. En la empresa de ropa se fabricaba para las grandes marcas y ahí aprendí un montón sobre el mundo de la moda. Entré de administrativo por el aviso en el diario y terminé siendo gerente. A la par, con la ayuda de los modelistas y modistas, fui aprendiendo el oficio. Cuando mis compañeros salían a comer, yo me quedaba en los talleres de la empresa viendo y aprendiendo el oficio. Allí me fui interiorizando acerca de corte y moldería. Me quedaba aprendiendo lo máximo que podía y me dejaban. Ahí mismo me animé a diseñar y confeccionar un par de prendas que empecé a vender entre amigas y gente del barrio. Me convertí en el modisto del barrio, el que cobraba barato y cumplía con las entregas a tiempo. Así hasta que vino una clienta, una atrevida total, y me pidió un traje de novia. ¡Una locura! Como no sé decir que no, acepté. Me sirvió mucho lo aprendido en arquitectura para dibujar, le comencé a hacer un bosquejo, terminamos de arreglar los detalles, me tire a la pileta y fue un éxito. Todos quedaron fascinados y ese fue el principio de todo.”

De a poco Cosano se animó a realizar cada vez más prendas que tímidamente vendía entre sus amigos y así comenzó a trazar su camino para convertirse en el arquitecto de la alta costura en Argentina: “Empecé con una máquina de coser prestada. Cuando entré en ese trabajo, ni sabía cocer. Aprendí de lo “gánico” que soy, me senté en una máquina y aprendí. Soy autodidacta. Cuando vi que era una buena posibilidad de lucro, me empecé a entusiasmar y, como soy re busca vida y súper energético, busqué una máquina. Una amiga me prestó una máquina de coser que era de su mamá. Un día compré un rollo de tela y me largué a coser un par de sweaters. Los fui vendiendo a las amigas de mi madre, vi que eso me generaba un dinero extra y así empecé. Después en vez de comprar un rollo de tela, compré dos; en vez de hacer una camisa, intenté hacer un vestido; con el vestido vino la novia. Cuando vino esa primera novia, yo no sabía ni enhebrar una aguja para eso. Llamé a la mamá de una amiga de la facultad que era modista de alta costura y me dijo: ‘Vení que yo te salvo’. Me ayudó a coser ese vestido de novia y fue mágico, enseguida empezaron a venir todas. Con esa maquinita fui cosiendo y empecé a tener clientela en el barrio. Me encantaba ser el modisto del barrio de Villa Crespo, donde había mucha colectividad judía. Lo bueno es que si los judíos se enamoran de vos, te ayudan y te levantan. Y así fue. Mi motivación era crecer, tener éxito y salvar a mi familia. Hubo mucho sacrificio, la remada fue fuerte. Esos años prácticamente no dormía porque cortaba, cosía, terminaba la prenda, la planchaba y la probaba. Yo sabía que si me salvaba yo, iba a salvar a mi madre y mis hermanos. El destino me dio la gracia que fuera así. Con el tiempo, salimos adelante y toda mi familia trabajó conmigo. Traje primero a mi mamá a trabajar conmigo, después a mi hermano, a mi hermana, después a modistas, iba comprando máquinas, mudándome. Creciendo cada vez más.”

Sus vestidos, cada vez eran más requeridos, su nombre día a día se convertía en una firma, su sueño era popularizar la alta costura. No solamente soñaba con que su nombre tuviese un lugar en el estrellato de la moda, sino también que sea popular: “Cuando empecé, quería popularizar la alta costura. Tenía que provocar movimientos mediáticos y un estilo de diseño. Como no había tanto vestido bordado, cristalería ni corsetería, fui por ahí. Lo importante es lograr un estilo propio y que sea reconocible. Eso me lo enseñó la facultad, la carrera de Arquitectura. Como también el ser muy ordenado y organizado. Soy estructurado al máximo. Mi vida es una planilla (risas), eso me permite cumplir con las entregas. Si bien la moda es hacer arte, crear, volar y disfrutar, también tiene que tener su ventaja económica. El mundo de la moda me atrapó. Crecí profesionalmente con mucho esfuerzo, estoy convencido que más esfuerzo que de talento y también suerte. Porque estuve en los lugares indicados y en los momentos justos. Pero yo siento que no hace falta ser un iluminado para lograrlo. ¡Con ganas, con energía, llegás! Yo sabía que quería dejar de ser pobre y ayudar a mi familia a salir a adelante. Como los caballos, me puse las orejeras y le di para adelante. No sabía cómo iba a salir, pero estaba convencido que lo iba a lograr. Muchas veces no teníamos ni para comer y nos íbamos a la cama con un mate cocido y un pedazo de pan. Yo no soñaba con ser diseñador y vivir entre celebrities, el destino y las ganas de crecer, me trajeron hasta acá.”

Con el objetivo claro, su popularidad comenzó al poco tiempo: “Me hice más conocido mediáticamente cuando llamé a Carmen Yazalde y quedó maravillada con mi ropa. Carmen me dio un espaldarazo enorme. Me pasó los datos de programas de moda por cable y me recomendó con Susana Giménez. Susana vino un jueves y el lunes ya estaba vestida por mí en su programa. Fue casi un sueño del que no desperté más. Con la Chiqui hay algo especial, yo digo que es cosanesca porque ama mi ropa, hace más de 20 años que la visto. Nos conocemos mucho, sé que le gusta el glamour y el brillo. Ni siquiera tengo que probarle la ropa o tomarle las medidas. Ya la conozco tanto que le llevó el vestido listo para usar. Hasta el ruedo. El vestido de novia de Wanda Nara me catapultó a lo mediático y empecé a recibir chicas que me encargaban el traje de casamiento. Ella estaba viviendo en Rusia, se lo hice sin que lo vea. Me eligió porque le gusta lo sexy. Empecé de la nada. Vine de una familia híper humilde. Ni una máquina de coser tenía. Hoy tener mi atelier, mi propio equipo de trabajo, mis modistas que se jubilaron trabajando conmigo… es un orgullo. Como soy autodidacta sé cortar, coser, pegar un botón, hacer ojales en la máquina. Tengo oficio y soy diseñador. Una cosa es hacer vestidos de fiesta que puede hacer cualquiera, y no lo digo peyorativamente. Y otra es hacer alta costura, una pieza exclusiva, terminada a mano, con moldería y medidas. Es algo único, irrepetible. También tengo la suerte de tener a mi hermano que es el jefe de los bordados. Que son únicos porque Fabián jamás va a repetirlos.”

Desde aquel primer vestido a Susana no paró más, ahí comenzó su camino a la popularidad, y así relata sus pasos: “Hice desfiles con actrices, vedettes o locuras como instalar un caño en la pasarela y otro con modelos desnudas con los vestidos pintados en el cuerpo. Los casamientos de Wanda Nara y de I. Saccani y las locas producciones de fotos en Nubilis también fueron movimientos mediáticos. Todo eso hizo que se hablara de mí en programas que no tenían que ver con la moda y eso te hace popular. Al principio, casi que tenía que pedir de rodillas, pero cuando vieron que salían en todas las revistas me fue más fácil. Cuando logré juntar a Pampita, Nicole y Prandi, eso fue tapa de diarios, revistas, un gran revuelo, muy loco. Era la época donde no estaban juntas en ningún desfile. A mí me sirvió, a partir de ahí esperaban ver qué ruido mediático hacía. Me llamaba la prensa para ver qué iba a pasar en el desfile. Buscaba lo de último momento, me aprovechaba del ‘Bailando’ de Tinelli, de todo. A su vez buscaba que mis diseños fueran una marca registrada y creo que lo logré después que realice mi primer desfile en el año 1994. Desde ahí mi nombre empezó a sonar fuerte y empecé a vestir además a Mirtha Legrand y a Moria, entre otras. Desde ese instante se abrió mi camino, siempre desde que comencé, lo que más me interesó fue mostrar un estilo definido, mi sello y lo logré.”

Soñó con tener su atelier en Barrio Norte y, varias mudanzas después de aquel primer lugar en Villa Crespo, alquiló un departamento en un edificio en el que lo miraban por arriba del hombro. La “high society” vernácula no aprobaba que hubiera un modisto entre ellos. Cuando se venció el contrato, se endeudó hasta la médula y compró lo que hoy es su atelier, un magnífico piso en la calle Arenales, a dos cuadras del consorcio que lo rechazaba. Ahora se codean cuando lo ven pasar, porque es Cosano, el que viste a las celebrities. Quiso llegar y llegó, aunque para él el camino es más largo y esta es su postura: “Creo que todavía no llegué, el día que me la crea voy a tirar la toalla. Siento que me queda mucho por hacer. El peligro de muchas celebridades es que sienten que alcanzaron una meta y no es así, siempre hay que seguir. Yo todos los días me levanto como si fuera el primero. Tengo a Susana en la primera fila de mi desfile y al día siguiente me tiro al piso a hacerle un ruedo a una clienta. Mi motor son las ganas de hacer. No me pongo planes. Mi carrera es fruto de mucho esfuerzo y todo lo que quise mal o bien en mayor o menor medida sé que lo logré. Lo que más me interesa es ser una buena persona y ser fiel conmigo mismo. Soy consciente que la moda, como todo, es una ola; nunca estás para siempre en la cresta. Por eso lo ideal es aprovechar cuando estas arriba pero prepararte para cuando bajes.”

Claudio Cosano, comenzó bien de abajo. Nunca imaginó que su destino estuviera entre alfileres y géneros, pero con gran talento, tenacidad y muchísimas ganas, se convirtió en un gran diseñador a nivel nacional e internacional. Su fórmula es la del esfuerzo, la perseverancia y la confianza en sí mismo. También la de pulir una ingeniería marketinera: nada de novias cándidas sino curvas, escotes y el velo de la sensualidad, ir por terrenos vírgenes, potenciarse con las famosas, provocar golpes de efecto. Al principio, lo tildaban de barroco y excesivo. A él no le hacía mella, era parte de su estrategia para posicionarse y lo consiguió. Sin dudas, un hombre totalmente inspirador, un gran ejemplo de resiliencia y superación, quien asegura: “Siempre digo que todo se puede, yo soy un diseñador que nació de la nada y con mucho esfuerzo pude hacerme un nombre. Comencé con nada y llegue a ser un diseñador reconocido, creo que más por el talento fue por la dedicación y el esfuerzo. Trabaje mucho, me caí y me levanté muchas veces, pero el esfuerzo dio sus frutos y pude cosechar mi siembra.” Concluyó el reconocido diseñador.