La artista multifacética que deslumbra en cine, teatro y televisión, se encuentra con un gran presente laboral protagonizando “Matar a mamá” junto a la gran María Rosa Fugazot y Florencia Raggi, en la sala Pablo Neruda del Complejo La plaza (Avenida Corrientes 1660 - CABA), los viernes, sábados 20hs y 19hs los domingos: “Estamos re contentos, muy felices todos con “Matar a mamá”. Es una obra que yo nunca espere que me fuera tan grato hacerla, que disfrutara tanto hacer algo vinculado a la comedia cien por cien. Es la primera vez que hago comedia pura y estoy muy feliz. Me resulta muy disfrutable, sobre todo por el elenco. El trabajar con dos actrices tan divinas como María Rosa, que es un prócer, y Florencia, que nunca había trabajado, es maravilloso. Es una comedia que hace reír a la gente y le hace sentir cosas. Siempre se asoció la comedia con la banalización y en este caso no es así. Es algo que tiene una profundidad, un contenido y por suerte nos acompaña el éxito y el público. La obra toca temas de mucha actualidad. Habla del poder de las redes y hasta qué punto la incomunicación vincular, deriva en una híper comunicación pública. Todo a través del vínculo materno filial. Son dos hermanas y una madre ya grande y viuda, que un día se dan cuenta que se ha convertido en una especie de standapera en YouTube y que todos sus relatos giran en torno a la intimidad de sus hijas. A partir de ahí los acontecimientos se precipitan y se generan encuentros y desencuentros muy interesantes. Se cuestionan mucho las relaciones, la verdad y la mentira, todo a través de la comedia. Estrenamos en agosto en el Politeama y ahora en enero en la sala Neruda del Paseo la Plaza, un lugar divino y emblemático. Es una obra que dura una hora y lo increíble es que la gente no para de reírse y a la vez se emocionan un montón. Esa combinación no es tan usual. Yo estoy muy contenta porque estoy en un registro muy Almodovariano, diferente a los registros que se me conocen. Me estoy dando un gustazo en ese sentido. Estoy explorando una teatralidad y una híper expresividad, que me encanta. Además somos todas mujeres porque el libro es de Laura Oliva, sorprendente dramaturga, y la dirige Paula Ransenberg que es exquisita también, con una mirada muy integral. Y lo disfrutan mucho los hombres también.”
Refiriéndose a su presente la actriz que actualmente está nominada como Mejor actriz de reparto en los premio Cóndor de Plata, por la película “Vera y el placer de los otros”. Ganadora de 2 Cóndor de Plata, 3 Martín Fierro, 2 Premios Clarín y 2 Premios ACE Que se la galardonó con el Premio Konex Diploma al Mérito y el Premio Konex de Platino, como Mejor actriz de Televisión. Además de ser reconocida internacionalmente como Mejor actriz en el Festival de Huelva por “La vida según Muriel” y Mejor actriz en el Festival de Biarritz por “Matar al abuelito”… Este año podremos verla en la pantalla en la segunda temporada de “En el barro”, el spin-off de “El Marginal”: “Estar en ‘En el barro’ y trabajar para Underground es un gustazo que me di. No trabajaba con ellos desde ‘Criminal’. Un elenco maravilloso, osado y bien atrevida la propuesta, como todo lo que hace Sebas. Y a la vez muy asesorados, mostrando una realidad existente y muy cruda. Es el spin-off de ‘El Marginal’ y espero estar a la altura. Estoy con muchas ganas de verla. A pesar que la hicimos el año pasado todavía no vi nada y tengo mucha expectativa. Fue una producción increíble y un elencaso de aquellos. Con actrices insuperables. La primera mitad del año estuvo quieta, un poco rara por las circunstancias socio políticas y económicas a nivel laboral nos está afectando un poco todo lo que tiene que ver con cierto cercenamiento de todo lo relacionado con cultura y arte, pero en la segunda mitad del año todo se rebrotó y tuve la suerte de ser convocada por Sebas y Pablo Culell, a quienes les estoy muy agradecida porque me encantó lo que me ofrecieron. No puedo espoliar nada, pero un personaje inesperado, no hago de presa y me encanto.” Aseguró la actriz.
Continuando con su trabajo Inés contó: “También de Underground en convivencia con Cimarrón, que es una productora de Uruguay, me convocaron para integrar el elenco de una miniserie que gira más hacia el mundo adolescente. Terminé en ‘En el barro’ y me fui para Uruguay a grabar y mientras tanto hacer ‘Matar a Mamá’, que disfruto muchísimo. Y eso de trabajar viernes, sábados y domingos, me resulta muy tentador, porque además me deja la semana liberada para otros proyectos del mundo audiovisual. En este 2025 voy a filmar una película para Netflix, que va a dirigir y que escribió Marcos Carnevale y esperando que se definan algunas cosas del mundo audiovisual en relación a miniseries, que ya estamos en conversaciones. Somos un país que siempre que hubo dificultades el arte termino reverdeciendo. Y yo incluso veo que la gente al no haber tanta ficción en tele se está volcando mucho más al teatro, va mucho más al teatro y la oferta teatral es inmensa y ahora va todo tipo de gente. Todo tipo de público empezó a disfrutar el teatro y eso me parece muy alentador. Tengo mucha confianza que todos vamos a estar muy bien.”
A fines del 2015 la actriz se animó a realizar un espectáculo como cantante de jazz integrando el dúo Estévez & Malosetti acompañados por un trío instrumental. La música siempre estuvo en su vida desde muy pequeña y el 2024 lo cerró realizando un concierto en BeBop que disfrutó muchísimo: “Ahora me resulta imposible realizar algún recital. Cuando hago teatro es casi imposible. En general cuando toco con la banda toco los fines de semana. Cerramos el año en BeBop con la sala repleta y felices, pero por ahora estoy con el teatro. Lo que sí es posible que vaya a Rosario, a la sala Lavardén, para el día de la mujer que se hacen una serie de eventos. Estoy armando eventos muy esporádicos. Por suerte el teatro está funcionando muy bien y es casi imposible poder hacer algo los fines de semana, tendría que ser muy tarde. Incluso tenía una fecha programada en BeBop para enero y tuve que suspenderla. Es más compatible hacer televisión, o series, o cine… que el teatro y shows.”
Inés Estévez nació en la ciudad de Dolores, en la provincia de Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1964: “Nací en Dolores, en una época que no había internet, no había autopistas y todo era un poquito más complicado. Mi madre me festejó el cumpleaños un día del año y a los 4 o 5 años se dio cuenta que había nacido el día anterior. Evidentemente como era la cuarta, mi mamá ya estaba harta y no llevó tanto la cuenta. Vivimos siempre en la misma casa Éramos una familia de clase media culta, pero muy esforzada económicamente. Alquilaban la casa a un señor que se llamaba Don Antonio, que era un italiano hermoso que vivía al lado, que era dueño de toda la esquina. Ese edificio contemplaba un almacén, el almacén típico del pueblo con el boliche en el fondo, tenía su folclore. Mi casa era una casa muy sencilla. Éramos 4 hermanos, compartíamos habitación las dos mujeres y los dos varones. Mis tres hermanos son mayores que yo, se llevan un año entre si y yo soy la más chica, la más alejada, me llevo 5 años con el más chico y 7 con la mayor. Lejos de ser la niña mimada, era la ‘che pibe’, el cadete de esa familia.”
“Mi madre era profesora de francés y mecanografía, trabajaba en varios colegios. Trabajaba todo el día y mi padre era oficinista. También siempre tuvo dos o tres trabajos. Personas muy esforzadas laboralmente. A la vez gente muy culta. Eran los dos muy inclinados a la música. Se peleaban mucho, pero las discusiones giraban en torno a la etimología de las palabras. Los dos leían mucho, escribían muy bien. Mi madre había sido actriz vocacional, parece que muy buena porque protagonizaba. Y a mi madre le gustaba mucho la ópera y la canción francesa y a mi padre le gustaba mucho el jazz. Se respiraba todo eso, no se sentaban a hablarnos del tema, no había tiempo, no había una voluntad de instruirnos en ese sentido, pero nosotros vivimos ese clima permanentemente. Era muy grato. Mi padre tocaba un par de instrumentos de oído y cantaba, mis dos hermanos estaban a cargo de introducir el rock en mi casa, y mi hermana, la música brasileña.” Recordó la artista.
“Mi me llevaba a sus tertulias de jazz desde que yo tenía 8 o 9 años, y yo cantaba con todos los adultos. Desde siempre a mí la música me pareció lo más transformador del mundo. La música es algo que puede modificarte absolutamente el estado anímico. Podes deprimirte y podes cambiar un estado depresivo con música. La música y la literatura fueron mis primeros amores expresivos. Estudie canto lírico y danza clásica desde los 4 hasta los 12 porque en la época de la dictadura se cerraron las escuelas municipales de arte en Dolores…La danza era lo que me apasionaba. Mi abuela tenía televisor, porque en mi casa no había tele y estaba bailando Maya Pixelskaya, yo con 4 años me puse a llorar de la emoción. Había algo ahí que evidentemente me llegaba, una gran sensibilidad. Y había escuelas municipales de arte hasta el momento del proceso y entonces mi mamá me anotó en danza clásica, que venían maestro del Teatro Argentino de La Plata, que eran maravillosos. Me acuerdo de mi primera maestra Liana Fuentes, que había sido bailarina, muy divina. El Teatro Argentino de La Plata tenía la segunda compañía más importante del país, estaba después de la del Colón, y era muy importante que viniera alguien de ahí a enseñarnos. Yo era un poco prodigio, me encantaba. Sentía mucho la danza y tenía mucha facilidad. Pero era muy chica y después ese fue cercenado por la época del proceso, y ahí ya a los 12 no pude seguir. Quería venir a Buenos Aires a hacer la carrera al Colón, pero mis padres no tenían como mandarme y ahí quedo esa vocación y se fueron abriendo las otras.” Rememoró con nostalgia.
Continuando con su historia, Estévez aseguró: “De los 12 a los 18 años sufrí muchísimo y no es un eufemismo. Sentía que estaba perdiendo absolutamente el tiempo. Que a mí esos 5 años de secundaria no me estaban aportando absolutamente nada. Ni siquiera en lo social. Era una época de una sociedad bastante cerrada, bastante sectorizada a nivel social. Había como dos bandos, la gente d apellido y la gente que no. Limites que ahora se han borrado gracias a Dios en muchos aspectos. Limites absurdos. Yo no me sentía ni muy integrada, ni muy contenta, ni podía plasmar mis voluntades expresivas creativas. Quería estudiar piano y no había quien me enseñara, quería estudiar idioma y no había quien me enseñara, quería leer un libro y en las 2 o 3 librerías que había no estaba, quería ver una película y en el único cine que había no se podía ver… Era difícil. Entonces solo sobreviví leyendo un montón y aguantando hasta el momento de escaparme. Hay gente que idolatra su infancia y su adolescencia, no es mi caso. Tengo algunos buenos recuerdos, pero no fue un tiempo feliz. En general tengo la sensación de no haberla pasado bien. El marco familiar no era tampoco encantador. Unos padres que, por lo menos desde que yo nací, no se llevaban bien y no estaba bueno. En perspectiva ahora veo que también pasaban cosas geniales, pude reconocer que groso que era esto u el otro, que bueno que paso esto y no esto otro y me rio de cosas que en el momento me resultaban un poco traumáticas, las veo ahora y hasta me resultan pintorescas. Pero no era el marco de contención, de dialogo que yo necesitaba. No son cosas que lamento, porque uno es el resultado de todo aquello que vivió. Y cuando uno es feliz y está orgulloso de la persona en la que se ha convertido, uno es producto de todo eso. Considero que mi alma eligió ese camino, esa familia, esa historia… y por algo ha sido y he capitalizado todo lo que he podido todas mis vivencias, las positivas, las negativas, las más o menos… De eso se trata evolucionar.” Continúo la actriz.
Llegaron los 18 años y con ellos el cumplir el sueño de instalarse en Buenos Aires: “Llegué a Buenos Aires con 18 años, con poca experiencia teatral, y el objetivo de continuar estudiando danza contemporánea. Vine pensando en retomar, pero me di cuenta de que la carrera que yo hubiera querido hacer no era posible y a la vez empecé a trabajar en teatro para ganarme el mango. En Dolores había una compañía, que se llamaba Artis, que estaba compuesta por gente del pueblo muy talentosa. Recuerdo aquel folclore de tener que ensayar 3 o 4 meses para dar solo dos funciones, porque el público se agotaba en un fin de semana. En una oportunidad me llamaron para participar de un proyecto y participé. Yo todavía no tenía pensado ser actriz, solo pensaba en cómo salir de ahí para poder plasmar mis múltiples necesidades expresivas creativas. Cuando me vine fue porque terminé la secundaria y pude huir. Vine un poco casi sin ayuda. Y como había hecho teatro allá con un director que vivía en capital que se llamaba Roberto Palandi, que termino siendo como mi segundo padre, él se enteró que yo venía para acá y me ofreció trabajar. Iba a reponer la misma obra que me había convocado en Dolores, ‘Saltimbanquis’, tenía los derechos y me volvió a convocar para trabajar en ese momento en el Teatro Presidente Alvear de la calle Corrientes. Era una cooperativa, no era que ganábamos plata.”
“Fue un tanto complicado. Estando acá no tenía cómo mantenerme. Fue un tiempo donde me di cuenta que para actuar no necesitaba otra herramienta que a mí misma y era algo que me salía muy naturalmente. A partir de la dificultad económica, empecé a buscar por ese lado. Tuve épocas en las que no tenía dónde vivir. Yo tenía mucha precaución de no ir a mi casa a pedir ayuda. Porque mi madre iba a utilizar eso como: ‘¿Has visto? Este viaje a lo desconocido no es lo mejor que te puede pasar en la vida’. Había un doble discurso donde mi madre por un lado me inculcaba el arte pero por otro combatía mucho que no tuviera nada concreto en Buenos Aires. Mis hermanos habían venido a estudiar algo concreto, carreras normales, y yo venía a ver que podía hacer. Entonces no daba pedir ayuda. Y era muy tímida, en realidad sigo siendo muy tímida aunque no parezca, y no supe pedir ayuda a la gente que estaba a mí alrededor. Entonces hubo uno días que estuve un poco deambulante. No tenía donde dormir. Nunca me faltó trabajo, pero no me alcanzaba para alquilar un departamento, entonces me iba a dormir a Retiro. Pensé que era el mejor lugar para ir. Era una chica de pelo largo, cara de Heidi, muy jovencita, con un bolso… donde puede pasar desapercibida, no pasar frio, no hay peligro… y ahí pensé en la terminal de Retiro. Yo tenía dinero, porque yo trabajaba, lo que no tenía era el respaldo para poder alquilar un espacio. Tenía plata para moverme, para comer, pero no tenía un lugar en donde estar. Hasta que un día, aquel director, Roberto Palandi, se convirtió no solo en mi padre artístico, sino también en mi segundo padre. Estábamos haciendo ‘Saltimbanquis’, y él además integraba el elenco estable del Teatro Argentino de La Plata. Viajaba muy seguido a La plata y tenía un departamento bastante cómodo, con varias habitaciones. Yo creo que se dio cuenta mi situación y en lugar de decírmelo, porque sabía que yo era una persona que quería sentirme autosuficiente, me preguntó si le podía hacer el favor de regar sus plantas y alimentar a su gata ‘La Pocha’ cuando él no estuviese. ‘Vos no te quedarías’ me dijo y a mí se me abrió el mundo. Me salvó la vida. Fue mi padre durante muchísimo tiempo, hasta que murió. ” Recordó Inés de su primer tiempo en esta ciudad.
Siguió trabajando y la remo por casi 7 años: “Ese mismo año que se estreno ‘Matar al abuelito’, película con la que gané el Cóndor de Plata y el premio a Mejor Actriz en el Festival de Biarritz, en Francia. ‘Zona de riesgo’, por la cual estuve nominada al Martín Fierro y la reposición de ‘El diluvio que viene’, con la que me gané el premio ACE. Y de golpe, después de remar y remar, y si bien la seguí remando por años, pude alquilar mi departamento, pude empezar a vivir de la profesión: “Se me dio todo en el mismo año y ahí empezó con todo. Empezó a ser bastante ascendente la cosa y yo además supe elegir qué cosas si y que cosas no. Me empezaron a llamar mucho y yo siempre tuve mucha pasión por este trabajo y la sigo teniendo. Entonces me entregaba a full y me encantaba y aprendí un montón y acá estamos.”
Seguía escribiendo poemas y dedicándose a la literatura, aunque llegaron los protagónicos y mucho trabajo. Se convirtió en una de las favoritas del público, los directores y la crítica. Hasta que a fines del 2005, decidió retirarse por varios años de la actuación para volcarte a la literatura, a la dirección teatral y a la docencia:” Pensé que no iba a volver a actuar. Tenía ganas de diversificarme. De hecho dirigí teatro en tres oportunidades. Publiqué un libro, después dos. Uno de cuentos y otro de poesías. Diseñé un sistema para aprender actuación muy novedosa, basada en mi experiencia personal y profesional. Era una época que había cambiado mucho el medio. Había mucha banalización de todo lo que tenía que ver con la actuación y ahí decidí tomarme una larga y quizás definitiva vacación. Yo no había entrado a la tele para ser famosa o popular y eso me empezó a pesar. Y no tenía herramientas para poder lidiar contra eso que te persigan para sacarte fotos en la playa, que digan mentiras de uno… Yo no sabía lidiar con eso. Me parecía que eso no tenía nada que ver con el arte y no entendía porque podía llegar a ser así. Para mí era todo muy raro. Ahí me las tomé y después de 9 años me llamó Burman para trabajar y acepté. Regrese con ‘El misterio de la felicidad’, film de Daniel Burman que hicimos con Guillermo Francella, que se estrenó en el 2014. Burman me convenció de una forma hermosa. Me preguntó lo que no me cerraba para volver, y le contestaste que era la exposición. Entonces me propuso firmar un contrato donde me exceptuaba de eso. Pero para ese tiempo yo ya tenía a mis hijas que eran muy chiquitas, las habían adoptado hacía dos años, así que le dije que solo podía filmar 3 o 4 días por semana, y organizaron todo para que así fuera. Filmamos y fue tan hermoso, tan cálido y humano, que me volví a enamorar de la profesión.” Recalcó.
Inés es madre de dos niña por adopción y así contó parte del proceso: “Hubo algunas dificultades pero yo podría haber sido madre biológica y decidí que no me interesaba pasar por eso, que no era un objetivo ni el embarazo, ni un hijo de mi sangre, ni todas esas cosas que nos hacen creer que construyen una verdadera filiación. Nos anotamos con Fabián para adoptar hermanos, de hasta 8 y 9 años, con enfermedades tratables y reversibles. Porque me pareció egoísta anotarme solo para adoptar chicos sanos, si cuando vas a tener un hijo biológico no sabes si va a nacer sano. Yo siempre tuve la certeza de que serían dos nenas y que se iban a llamar: Vida y Cielo. Cuando llegaron a nuestras vidas tenían uno y dos años. Fue en el 2011. Cielo tiene parálisis cerebral y Vida, un retraso madurativo- Neurodiversidad. Recuerdo que me habían dicho que en la historia clínica de Vida figuraba que era hipoacúsica, que tenía sordera. Una de las primeras veces, cuando nos estábamos vinculando, ella dio unos pasos, caminó unos metros hacia una puerta donde quería llevarnos en el hogar donde estaba y le dije en voz alta ‘Vida’. Ella se dio vuelta y vino a mí. Pensé que era una casualidad y volví a repetirlo, ‘Vida’, y me volvió a escuchar. Después tengo un video de la primer semana que estaba en casa en una sillita de comer y como respondía a su nombre. Fue emocionante.”
Inés es una gran luchadora por los derechos de sus hijas y los derechos de las personas con discapacidad, desde sus redes sociales vine sembrando conciencia desde hace años y ahora tiene un importante proyecto que busca llevar adelante: “El proyecto es en torno a la neurodiversidad. Nos pasa mucho a los padres con chicos con discapacidad, que sentimos que cuando nosotros ya no estemos, no hay estructuras preparadas para ellos. Estoy buscando un predio para poder realizar una institución que vincule experiencias y sea un espacio de contención para cuando las personas con diversas discapacidades pierden a sus padres o a las personas que los tienen a cargo… Mi objetivo es crear, por mis hijas y por todos estos chicos, un centro terapéutico y educativo, no formal, donde ellos puedan ir a desarrollar sus habilidades y, una vez que eso esté funcionando, esos chicos sientan una pertenencia. La idea es crear un hogar de tal modo que los padres puedan irse unos días y dejarlos ahí, hasta que llegue un día en que los padres ya no estén y esos chicos, ya adultos, con discapacidad, puedan seguir viviendo allí al cuidado de personas que ya los conocen. Que todo se dé naturalmente, que sea como una fiesta, arrancamos con pijamadas y campamentos… La idea es que los adultos con discapacidad, una vez que sus padres mueren, no continúen sus vidas en geriátricos o instituciones psiquiátricas, como sucede en la mayoría de los casos. ‘Terminan a merced de cualquier cosa’. El predio que estamos buscando es de tres a cinco mil metros cuadrados en la Zona Norte del Conurbano. Necesitamos que nos donen ese predio para poder iniciar nuestro proyecto junto con otros padres. La zona es porque necesitamos un espacio que no esté muy alejado o en otra provincia. Porque si uno pretende que los chicos vayan a un centro terapéutico educativo, los chicos tienen que poder ir y venir como cuando van al colegio con un transporte. Pienso mucho en la Zona Norte cerca de Escobar, que es una zona que toda la Zona Norte tiene acceso. Pilar, Tigre, Benavides, Pacheco, Campana, Olivos, Florida, Vicente López, San Isidro… Que son zonas que hay mucho terreno ocioso y sería ideal por el verde. No tiene que ser muy grande, con 3.000 metros alcanza. Si es mayor mejor. Y si ya tiene alguna construcción, como para basarse, mejor. Así ya se puede empezar con talleres y demás, mientras se va ampliando. Yo estoy segura que esto se va a poder armar.”