Herramientas de Accesibilidad

Julián Weich: “Aprendí que no hay que compartir lo que te sobra. Se comparte lo que uno tiene”
Domingo, 29 Diciembre 2024 22:57

Julián Weich: “Aprendí que no hay que compartir lo que te sobra. Se comparte lo que uno tiene”

El reconocido actor, conductor, y Embajador de UNICEF en Argentina, conversó en Íntimamente con Alejandra Rubio de su vida, su historia, su infancia y muchísimo más. Desde "El Agujerito Sin Fin", su primera conducción, descubrió que podía ayudar mucho a otras personas desde ese lugar y comenzó a hacerlo. Al tiempo se convirtió en embajador de UNICEF, colabora con varias ONG, conduce eventos a beneficio y tiene su propia empresa solidaria llamada "Conciencia", con la que ayuda a muchos niños de todo el país: “Aprendí la solidaridad desde muy chico, en mi casa el ayudar a otro era moneda corriente. Mis viejos vivían haciendo gauchadas. Para ser solidarios no es necesario tener plata. Podes ayudar a cruzar una calle, tratar de alegrar a alguien que esta triste o simplemente intentar hacer mejor la vida de otros desde cualquier lugar. Muchos confunden el ser solidario con dar o compartir lo que te sobra, y no es así. Se comparte lo que uno tiene. Esa es mi forma de sentirme mejor conmigo mismo.” Aseguró el conductor que realizó los formatos más famosos. Que con "Sorpresa y Media" revolucionó la tele y le cumplió el sueño a cientos de televidentes. Cruzó los Andes, escaló el Aconcagua y hoy se convirtió en una marca registrada del compromiso con los que menos tienen poniéndole el cuerpo a la solidaridad.

El conductor y actor de populares ciclos como Pelito, Clave de sol, La Banda del Golden Rocket, El Agujerito Sin Fin, Sorpresa y ½ y Expedición Robinson, entre otros, Hace años que se dedica a la labor solidaria. Su trabajo solidario fue creciendo al compás de su carrera artística, puso todo su esfuerzo y carisma para lograr originalidad a la hora de ayudar. Sus primeros programas acompañaron y divirtieron a niños y adolescentes; luego llegaría una gloria de la pantalla dedicada a "sorprender" a la gente a partir de cumplirles un sueño. Y definitivamente, cuando su simpatía se puso disposición de un sol para los niños, la generosidad se convirtió en su marca personal. Cuando las organizaciones no gubernamentales de ayuda al prójimo eran prácticamente inexistentes, él fue llevando adelante todo tipo de ideas y de acciones que servían para que los argentinos tomaran conciencia de que ayudar al otro siempre fortalece a toda la sociedad. Tampoco existía en el espectro televisivo de aquellos años 90 un espacio que diera lugar a la hidalguía y la bondad.  Por eso, su actividad en la pantalla cobró tanto interés y envergadura. Y él fue muy cuidadoso ante semejante notoriedad: "Creo que nosotros, la gente conocida o los políticos, tenemos la capacidad de tener injerencia en la gente. Cuando les decimos a las personas que hagan una cosa y tenemos credibilidad, seguramente ellos la harán. Por eso los comunicadores tenemos que ser muy responsables con las cosas que decimos." Sostuvo el conductor.

 
Tras la explosión mediática de los mensajes positivos que divulgaba, Unicef Argentina no dudó en convocar a Julián para incentivar y promover de forma masiva la optimización de la calidad de vida de los niños y adolescentes argentinos que se encontraban por debajo de la línea de pobreza. La televisión fue el medio elegido para llegar con un mensaje solidario a millones de personas. Y de toda aquella experiencia con Unicef, que aún continúa, el actor obtuvo una valiosa lección: "Aprendí que no hay que compartir lo que te sobra. Se comparte lo que uno tiene. Porque el que recibe aprecia eso. Lo que le cambia la vida a la gente no es tan solo lo que le das: es también cómo se lo das. Uno genera vínculo y otro no. Dejar un pullover que te sobra en una bolsita para que otro lo agarre no es lo mismo que tocarle el timbre y decirle este pullover a mí me abrigó durante mucho tiempo, ojalá ahora te ayude a vos como me ayudó a mí. Yo le digo a la gente que ayude a la ONG que tenga más cerca de su casa. Siempre hay cerca una iglesia, un templo o un hospital. Mucha gente cree que para ayudar hay que irse lejos, a una escuela de frontera. Yo les digo que no, que siempre es más fácil ayudar en el lugar adonde uno vive. Ayudar cada 10 días a un lugar es mejor que hacer un esfuerzo una vez al año." Recalcó el actor.
 
Consultado como surgió su costado solidario, Julián aseguró: “Es algo familiar, la solidaridad la viví y aprendí de mi casa, de vivir con algo que ahora no existe tanto: la gauchada. La gauchada era eso, no había nada a cambio y no se cuestiona. A veces me encuentro con actores que me dicen ‘yo entré a la tele por vos’. Ese es el concepto para mí: compartir y ser solidario. Antes era más común esa forma de actuar. Los vecinos ayudaban a los vecinos, todos se ayudaban. Se quedaba un auto y, aunque no conocieras al conductor, salía cualquier vecino a ayudar. El no meterte, el que se viviera como problema de otro, casi no existía. En mi casa era así y eso traté de inculcarles a mis hijos. Después el destino me dio la posibilidad de hacerlo más masivo. De poder utilizar mi profesión para el bien, para ayudar a otros. Por otro lado, hace 32 años soy embajador de UNICEF. Mi trabajo es difundir los proyectos en Argentina y viajar por el país una o dos veces por año con la misión de defender los derechos del niño. Es importante que la gente sepa que los derechos del niño existen y que aunque están en la Constitución, no están defendidos como corresponde. Ante un conflicto, un divorcio, una guerra, una inundación o un huracán nadie piensa en los chicos a la hora de tomar las decisiones importantes.” Remarcó el actor.
 
“La ausencia del Estado, no es de ahora, es histórica. Los chicos deberían estar en la escuela y no cartoneando, deberían estar vacunados y alimentados como corresponde y eso no pasa. Algo no está bien. La frase ‘los niños son el futuro’ es una mentira: un niño que tiene hambre hoy no piensa en el futuro, un niño que hoy está siendo abusado, tampoco. Hoy trabajo para 20 fundaciones, además de tener mi marca propia, ‘Conciencia’, desde hace 12 años. ’Conciencia’ dona el 50% de los dividendos recibidos a cuatro OMG -a Ruta 40, Techo, Fundación Huésped y a la Cooperada del Hospital de Niños-. Y colaboro, además, con otras 15 ONG más o menos. Pese a todo creo que en el mundo somos más los solidarios que los no solidarios. Hay que ejercer y contagiar la solidaridad, entrenar los valores; de lo contrario, se para el mundo. Por más que aparezcan problemas tenés que seguir, porque si parás ante cada lío, no ayudás nunca.” Así Julián Weich define su fuerza de voluntad y su espíritu solidario. Se reconoce un hombre como todos, con limitaciones, conflictos y contradicciones, pero si estas circunstancias no son un impedimento, sino un motor para redoblar la apuesta solidaria.
 
Julián Esteban Weich nació el 27 de junio de 1966, en Buenos Aires, y así cuenta él mismo su historia: “Nací en Capital Federal, en una familia de clase media. Éramos mi papá, mi mamá y mi hermano Javier (tres años menor que yo). Tuve una infancia normal, no pasé necesidades, pero yo tenía una sensibilidad especial que me hacía pasarla mal. Yo la pasé mal de chico, pero no porque me hicieran algo o pasara algo grabe, sino por mi sensibilidad. Yo veía lo que no se ve. Veía que mis padres no eran una pareja feliz, pero solo yo lo veía. Siempre veía más allá de lo que veían los demás y eso me afectaba. Así me crie y eso me hizo pasarla mal, hasta que a partir de los 14 años empecé terapia, retome el rugby que había dejado y empecé a ser el Julián que quería ser. Recién a los 17 años que me puse a estudiar teatro, me di cuenta que me gustaba actuar. Después me convertí en actor, yo no quería ser famoso, solo quería ser un buen actor. Que digieran: ‘Mira que buen actor que es Julián! ¡Qué actorazo! Pero nunca  pensaba en la fama o en la plata.”
 
Continuando con su vida, Weich recordó: “Empecé en este medio estudiando con Lito Cruz, mi primer maestro. Después estuve dos años en el Conservatorio, estudié con Raúl Serrano e hice cursos de zapateo americano, clown, mimo, acrobacia, capoeira, canto y no sé cuántos más, me enganchaba con todas esas cosas. Así tuve una formación intensiva de cinco años y en medio trabajaba, hasta que llegó un momento en que fue más lo que podía trabajar que el tiempo que tenía para estudiar, más allá de casarme y tener hijos. Fue raro el tema de ‘hacerme actor’. Mi papá fue actor de la comunidad judía, pero no trascendió, y mi mamá era bailarina del Teatro Colón, hasta que quedó embarazada de mí. Había algo artístico en mi casa, pero no se promovía el arte como un futuro posible en mi vida. Mi padre venía de un conventillo y mi mamá del campo, de Entre Ríos, de Gualeguaychu. Venían de hogares muy humildes. Cuando decidí estudiar teatro me miraron con sorpresa. Tenía 17 años y en ese momento estaba por recibirme de Técnico Electrónico para estudiar Ingeniería Electrónica, porque se suponía que era la carrera del futuro. A los 18 ya estaba trabajando como actor, fue todo muy rápido y no paré nunca más. Me faltó tiempo de adaptación, fue todo muy vertiginoso.”
 
“Mi debut en la televisión fue en Pelito y fue un trauma porque lo hacía muy mal, no me salía, me ponía muy nervioso frente a cámara y nadie me explicaba nada. La dirección era precaria y como me olvidaba la letra, amenazaban con echarme, ya que grabábamos mis escenas como 20 veces. Me desesperaba porque sabía que podía hacerlo, pero me ganaban los nervios. De alguna forma subsistí y pude, y ya en Clave de Sol estaba más canchero desplegando lo que creía que tenía para dar. Y me fue muy bien, estuve dos años en el programa. Mi objetivo era ser un buen actor, por eso estudiaba tanto. Y la fama fue una consecuencia de mis trabajos, aunque nunca la viví como algo propio. Siempre entendí que la gente te ve y te hace famoso, yo no soy famoso. Nunca me distorsionó la vida ni tuve la sensación de creerme importante por estar en la televisión.” Recalcó Weich quien ganó fama rápidamente y se convirtió en una de las caras más famosa en los hogares.
 
“La conducción llegó en un momento en el que me ofrecieron hacer Brigada Cola en Canal 11 o El Agujerito Sin Fin, que era un proyecto para presentar dibujitos animados en Canal 13, nada más que eso. Se ve que Ricky Cavana y Fabián Muñoz, que eran los creativos del programa, tenían ganas de hacer otra cosa porque el éxito que tuvo fue impactante. En El Agujerito Sin Fin aprendí a conducir, fue la mejor escuela del mundo. En esos dos años aprendí a hablar en serio, a hablar en joda, a pedir perdón a producir. Nunca fui ‘un conductor’, simplemente fui yo mismo y eso a la gente le gustó porque es natural. Me parece que hubo una construcción de credibilidad muy sincera. Siempre que me equivoqué pedí perdón. Me di cuenta el peso que tenía decir algo en televisión y como podía ayudar siendo responsable con mis palabras. Creo que esa fue la clave para que los televidentes me vean como alguien cercano. El trato general al espectador y toda la cuestión social. Encaré la conducción de Un sol para los chicos en el ‘92 y lo hice durante 10 años. Eso tiene que ver con mi decisión de, cuando estoy frente a una cámara, además de conducir o entretener, dar un mensaje de apoyo o solidaridad, impulsar un pedido de recaudación y no estar involucrado en cosas raras. Después de casi cuarenta años de seguir siendo el mismo, se dio ese vínculo. Prefiero eso a los 40 puntos de rating, porque es más duradero.” Concluyó el famoso conductor.
 
Su solo nombre y apellido no requiere demasiada presentación. Julián Weich forma parte, desde hace 40 años, de la familia de los argentinos. Nos hizo reír con El agujerito sin fin, juntar billetes de dos pesos y confirmar que los sueños se cumplen en Sorpresa y media, nos invitó a sentir la aventura con Expedición Robinson y amenizó las cenas durante varias temporadas con Trato Hecho, Justo a tiempo y Vivo para vos. Y eso para solo mencionar algunos de sus trabajos en la televisión, de la que se siente parte, la misma pantalla que le dio premios, reconocimiento y lo consagró como uno de los conductores más exitosos y queridos de nuestro país.