Al menos algunas cosas van quedando claras. Dicen que la más nítida definición la aportan los límites. En algún momento Elisa Carrió había dicho “mi límite es Macri”, pero en realidad su límite siempre fue Cristina. Cristina Kirchner sigue siendo el mojón de la divisoria de aguas en la política argentina, aun cuando ya no está en el centro del escenario.
Por eso en estas horas, las negociaciones de Martin Lousteau con el kirchnerismo para darle un golpe de gracia al gobierno en la sanción de su retrasada Ley Bases, termina sacando a la superficie lo que el senador hábilmente buscó tapar con ambigüedades: puesto a elegir, encuentra más pertenencia con la señora condenada por corrupta que con la mayoría de quienes integraban el espacio al que supuestamente pertenecía.
Es bueno recordar en este punto, que siendo el competidor más desafiante que había tenido Horacio Rodríguez Larreta, terminó como uno de sus principales aliados y al ex jefe de gobierno le costó incluso su relación con los propios, la fidelidad con el líder radical. No es que no sea flexible, entonces, si pudo negociar con quien lo había derrotado. Pero ahí, además de las coincidencias ideológicas había una irresistible fuente de recursos.
En las elecciones presidenciales, ya había anticipado, la misma noche de la derrota de Patricia Bullrich, que tanto él como Gerardo Morales, favorecían una alianza con Sergio Massa. Arrinconada por los dos, Patricia no transó en la neutralidad que le pedían, y dos días después selló con Milei y Macri, el Pacto de Acassusso.
Hasta aquí, no debería extrañar entonces el kirchnerismo tardío de Lousteau. Después de todo, fue ministro de Cristina Kirchner. Y como ella misma le dijo rápida de reflejos para mostrar su flagrante contradicción: “De economía me enseñaste vos”
En aquellos momentos Martin Lousteau sobreactuaba su oposición a Cristina en el Senado y esperaba la consagración de Larreta en la presidencia de la Nación. Y Cristina le recordaba su pecado de origen: la 125, aquella resolución que fue como una declaración de guerra al campo. Elevaba las retenciones al 48% y si la soja pasaba los 600 dólares, el estado se quedaba con el 95%. Para el campo era lisa y llana confiscación. Milei hubiera dicho “robo”. Los que se rasgan las vestiduras por el estado cuando Milei afirma ser el topo que viene a destruirlo desde adentro, deberían recordar de qué estado venimos en vez de sermonear como si fuéramos Noruega.
Volviendo a Lousteau. Incluso quienes no se llevan bien con él, le reconocen a Martin una gran capacidad. Pero también hay consenso en su principal defecto: la vanidad. Una inflada percepción de sí mismo y una convicción que tuvo desde sus años de facultad. Él estaba destinado a ser presidente. No debe ser fácil para el senador ver hoy las encuestas, donde aparece como el político con peor imagen del país.
Hace unos meses, el periodista Alejandro Fantino, abrió la polémica al sincerarse cuando el radical había sido el único de su partido en rechazar el DNU del gobierno. “En Lousteau hay un alto componente de envidia”, afirmó.
Después vendría el escándalo del aumentazo de las dietas y la tristemente célebre mano agachada con que votó Martin Lousteau, quien lejos de convertirse en el antagónico de Milei como buscó en un principio, termina hoy siendo el nuevo brazo ejecutor de Cristina Kirchner. Porque no es él quien polariza con Milei, sino ella. Lousteau, con su dictamen en soledad, sólo pudo encontrar aliados en los senadores que ella controla desde las sombras. La señora está inmunizada ya cuando se trata del uso de sus ex enemigos para concretar sus fines. En Lousteau, el juego derivaría incluso, de lograr que la ley Bases fracase, en un extraño triunfo pírrico.
Le aportaría una victoria, que va en contra del electorado que hace sólo unos pocos meses decía representar. Porque ese electorado votó mayoritariamente por Javier Milei.
No hay duda, la que sabe manejar a ambiciosos y resentidos para que jueguen a su favor, aunque sean ex enemigos, es la señora Kirchner. Alberto Fernández y Sergio Massa saben lo caro que resulta al final su apoyo. Hay cosas de las que no se vuelve, y una de esas, es aliarse con Cristina Kirchner.