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María Rosa Fugazot: "La muerte de un hijo jamás se puede superar"
Sábado, 11 Octubre 2025 16:26

María Rosa Fugazot: "La muerte de un hijo jamás se puede superar"

La reconocida actriz de cine, teatro y televisión, ícono de nuestra escena nacional, realizó un profundo recorrido por su vida en Íntimamente con Alejandra Rubio y habló de la pérdida repentina de su hijo, como el momento más duro de su vida y un dolor que no puede superar: “El dolor más grande que pude tener en la vida es el que hoy tengo que transitar. Se hace difícil. Me cuesta levantarme todos los días, me cuesta hacer las cosas, me cuesta todo. Pero hay que poner fuerza y hacer lo mejor posible por mis nietitos. Es muy difícil porque lo que menos pensás en la vida es que vas a perder un hijo. Es duro….. Sobrellevo el dolor como puedo. Me pasó un tractor por encima. Hago lo que puedo. Ojalá pudiera explotar, largar de una vez todo lo que tengo adentro... Pero no puedo. Es como que me sequé. Ni siquiera pude llorar, me bloqueé. Agradezco a Dios poder seguir trabando y sólo pido salud para poder seguir haciéndolo y poder ayudar a mi nuera y mis nietos.” Aseguró la actriz que pisó por primera vez un escenario a los 15 años y hoy, con casi 70 años de trayectoria, a los 82 años, sigue haciéndolo de maravillas en “Apptinencia” los martes a las 20hs en el Teatro Buenos Aires y muy pronto en “Viejas Chorras” junto a Cristina Tejedor, Divina Gloria y Cristina Maresca con dirección de Lía Jelín y Vero Lorca en el Teatro Picadilly los viernes, sábados y domingos.

María Rosa este año, más precisamente el 26 de junio de 2025, perdió repentinamente a su único hijo de sangre, René Bertrand y trata de ponerle a la vida toda la garra que puede pese al profundo dolor. Tiene una nuera (Belén Giménez) y dos nietitos de 7 y 5 años (Sofía y Franco) que apuntalar, no puede darse el gusto de derrumbarse y saca energía de donde no tiene para trabajar y ayudarlos en todo lo que puede en este tristísimo proceso. Refiriéndose a su presente, aseguró: “Estoy tratando de ensayar y coordinar los horarios entre el teatro, los ensayos y las actividades de mis nietos. No tengo muchas ganas de hacer nada, pero lo hago porque es mi trabajo. Y lo hago con toda la energía que puedo. Hago mi trabajo porque necesito trabajar. Pero es verdad, en el momento que estás trabajando te olvidás un poco de lo tuyo, de lo que te pasa, porque te metés en otro personaje y eso ayuda a olvidar, aunque sea por un ratito. El trabajo siempre es bueno porque te distrae, te obliga a pensar en otra cosa. Me hace muy bien. Estoy haciendo Appstinencia, una comedia muy divertida sobre la adicción al celular, todos los martes a las 20, en el Teatro Buenos Aires en Rodríguez Peña y Corrientes (Rodríguez Peña 411, CABA). Es la historia de un grupo de gente que se reúne en el sótano de una iglesia porque son adictos al celular. La gente se ríe mucho y al mismo tiempo también es un llamado a atención a no dejar de vivir por estar pegados al celular. En la obra trabajan: Hernán Figueroa, Lucrecia Aguirre, Leandro Orowitz, Mauro Francisco y Federico Giacomantoine, fue escrita por Daniel Cúparo y Carlos La Casa, con dirección de Carlos Nieto y asistencia de Juliana Amarillo. También estoy ensayando ‘Viejas Chorras’ para los viernes, sábados y domingos. Una comedia muy divertida junto a Cristina Maresca, Divina Gloria y Cristina Tejedor, con dirección de Lía Jelín y Vero Lorca en el Teatro Picadilly en Avenida Corrientes 1524, que se estrena ahora en Octubre. Tata de cuatro viejas locas, tres amigas adorables y peligrosas, que descubren que el ex de una de ellas la estafó y escondió en su oficina un cuadro robado... y deciden hacer justicia por mano propia y planear el robo del siglo. Para eso necesitarán la ayuda de una vecina que tiene experiencia en el mundo del delito. Lo que empieza como una revancha personal se convierte en una disparatada aventura llena de enredos, canciones, escapes de película y mucha complicidad comprobando que nunca es tarde para vengarse...y para divertirse. Las entradas ya pueden comprarse por Plateanet. En noviembre se viene el estreno de la película ‘Putas’ con Esmeralda Mitra, Roly Serrano y un gran elenco. Y otra película que hice con Samir donde también trabaje con Roly, pero no recuerdo el nombre. Mucho trabajo gracias a Dios. Tengo que trabajar por necesidad, más allá que amo lo que hago. No puedo enfermarme, ni darme el gusto de quedarme en la cama. Viviría durmiendo, para transitar mi dolor, pero tengo que trabajar para vivir.”

René, su hijo, un talentoso actor y director, había seguido los pasos de sus padres en el mundo artístico y se destacó en televisión, teatro y cine. Su muerte, debido a un cáncer de huesos, a los 53 años generó conmoción en el espectáculo argentino y un vacío irreparable en su familia, unida por fuertes lazos de amor. María Rosa habló del dolor que siente por su pérdida y de cómo intenta seguir adelante: “Es muy difícil… Es muy difícil porque lo que menos pensás en la vida es que vas a perder un hijo. Es duro…. Me pasó un tractor por encima, y hago lo mejor que puedo. Sobrellevo el dolor como puedo. Ojalá pudiera explotar, largar de una vez... Pero no puedo. Es como que me sequé. Ni siquiera pude llorar porque me bloqueé. Después te hacés preguntas… ¿por qué él? ¿Por qué él con dos nenes chiquitos, con una pareja maravillosa, con una relación divina con su mujer? No hay porqués. Las cosas pasan y uno tiene que aceptarlas, porque no queda otra. No hay manera de entender ciertas cosas. Soy como un autómata: hago las cosas, voy, vengo, me levanto, me acuesto. A veces tengo palpitaciones, a veces me duele la cabeza, tengo un vacío en el estómago. No tengo ganas de levantarme, y la única manera en la que me siento bien es dormida, porque parece que sigo de largo. Uno puede estar preparado para muchas pérdidas en la vida, pero nunca para la de un hijo. Jamás. René dejó dos hijos chiquitos y junto con su madre los tengo que apuntalar. Yo estoy a diez cuadras de ellos. Y cuando no trabajo o ensayo voy para allá y pasamos la tarde juntos, los llevo a sus actividades y comparto el mayor tiempo posible. El año pasado René me alquiló un departamento cerca de él. Y acá estoy. Se hace difícil. Me cuesta levantarme todos los días, me cuesta hacer las cosas, me cuesta todo. Pero hay que poner fuerza y hacer lo mejor posible.”

Refiriéndose al triste desenlace, María Rosa aseguró: “Fue todo muy raro. Empezó con un dolor en la espalda, y pensaba que era un desgarro, un mal esfuerzo; estaba muy molesto. Y después se hizo muchos estudios y no acertaban con el diagnóstico. Al final dijeron que tenía una metástasis, pero no encontraban el tumor primario; al final descubrieron que era una bolsita que estaba fuera del riñón, una cosa muy rara. Le dieron las primeras sesiones de quimio y se fue. En la primera lo acompañé y estuvo como seis horas, y en la segunda, tres. Se precipitó todo, y se fue. No tenía defensas… Se le hizo como una especie de úlcera, quizá por la medicación. Lo operaron de urgencia, no lo pudo soportar. La quimio esa lo reventó. No sé por qué razón nos tocó… René era un tipo que amaba a su familia, que se llevaba estupendamente con su mujer. Y ella está hecha pelota, pobrecita, porque no solo era el marido, también el compañero, el confidente, el amigo. Tenían una relación muy linda. Y los chicos son muy chicos. Sofía dice que sueña con el papá, que la cuida, que el papá esto y lo otro… Todo el tiempo. Y Franco es chiquito, no se da mucha cuenta, y lo busca; te mira y te dice, ‘papá, papá’. Todavía no capta. René estaba mucho con sus hijos….Hay que asumir lo que te toca. Somos poquitos de familia y estamos todos muy presentes. Ahora tenemos que reorganizarnos y tratar de seguir. Sobre todo por los nenes, porque ellos tienen que tener lo mejor que podamos darles. Y vivir de la mejor forma. Yo perdí toda mi familia, ya no tengo a nadie. Pero no es lo mismo esto… Es algo que no se lo deseo a nadie, ni al peor enemigo. Te enojás con Dios, sobre todo porque no entendés cuál es la razón de lo sucedido. Porque además es como decía mi mamá siempre: ‘Hay tanto h. de p. suelto y se va la gente buena’. Entonces no es muy comprensible, pero sabrá Dios por qué lo hace. Quisiera pensar que es porque están mejor allá que acá. No sé. Alguna vez lo sabremos. Espero que tengan toda la luz y que estén en paz. Por lo menos que tengan lo que acá no tenemos.”

De familia de artistas, comenzó a trabajar con sólo 15 años y jamás paró. Protagonizó clásicos, hizo novelas, comedias, humor y trabajó con los más grandes. Como muchos actores, en épocas de vacas flacas trabajó de todo. Hoy sin ahorros y con 82 años vive casi al día y no se le pasa por la cabeza la posibilidad de dejar de trabajar, no solamente porque ama lo que hace sino también porque lo necesita: “No tengo ahorros y las veces que logré hacerme un colchoncito, lo invertí en la educación de mis hijos y para que a mis padres enfermos no les faltara nada y estuvieran cuidados. Trabajé toda la vida y cuando no tenía laburo de actriz hice de todo, desde coser puntillas o hacer pullovers con una amiga hasta vender regalos empresariales. No se me caen los anillos, lo único que pido es salud y poder trabajar y que se me permita vivir con lo que gano. Como muchos, cobro la mínima. Si no trabajo no puedo vivir. Yo nunca me quedé con la jubilación. Gracias a Dios tengo salud y puedo seguir trabajando. El no poder bajar los brazos me da fuerzas. Sé que no puedo enfermarme y tomo el lado positivo, me mentalizo que tengo que estar bien y se van todos los achaques. Agradezco a Dios poder seguir trabando y sólo pido salud para poder seguir haciéndolo. Los dolores y achaques de la edad, se me olvidan cuando subo al escenario. Dos veces me quedé en la calle. Una fue con aquel famoso corralito, cuando cayó De la Rúa. Ese fin de año yo tenía arreglado televisión y teatro y sin embargo, el 2 de enero no tenía nada y tuve que salir a buscar trabajo. Hago de todo, la vida me enseñó a darme maña.” Aclaró, lejos de victimizarse, María Rosa que, a pesar de su edad, tiene que seguir trabajando para subsistir.

“Nací el 20 de diciembre del ‘42, pero estoy anotada el 12 de enero del ‘43, porque mi papá casi se olvida de hacerlo. Soy sagitariana por nacimiento, pero capricorniana por documento.” Cuenta la hija de la actriz María Esther Gamas y del músico y actor Roberto Fugazot. Quien fue esposa del actor César Bertrand, madre de Rene Bertrand y adoptó como propio a Javier Caumont, tiene dos nietos, una bisnieta y un currículum poblado de grandes compañeros de escena, como Alberto Olmedo, Susana Giménez, Jorge Porcel y Darío Vittori entre tantos otros.

María Rosa Fugazot es reconocida como una destacada figura del mundo del espectáculo. Su versatilidad como actriz, comediante, cantante y ex vedette la llevó a convertirse en un ejemplo para muchos. Nacida el 20 de diciembre de 1942 en Vicente López, provincia de Buenos Aires, hija de María Esther Gamas y Roberto Fugazot, María Rosa comenzó su carrera artística a temprana edad, debutando en teatro a los 15 años y con la negativa por parte de su padre, quien todavía la quería proteger de un mundo en donde la competencia iba a ser muy desleal para ella, siendo tan joven: “Cuando yo tenía 15, mi mamá estaba haciendo Tangolandia y pedían bailarines. Me presenté en el teatro porque, de tanto verla, me la sabía de memoria. Don Ivo Pelay (autor teatral) me preguntó: ‘¿Su mamá sabe?’. ‘No’. ‘Bueno, si no nos matan empieza esta noche’. Y aparecí en el escenario, mi vieja casi se infarta pero se rió. Mi viejo, sin embargo, estuvo varios meses sin hablarme, se súper enojó. Yo era muy inocente. No solamente era virgen, sino que todavía dormía con una muñeca. Mi papá enejado y sin saber cómo detenme me dijo: ‘Y va a ver, no la van a dejar entrar con la muñeca’ jajaja.  Yo no le hice caso. Me sobreprotegía. Como él había sido bastante vago, tenía miedo que yo no supiese hacerme respetar o pasara malos momentos. Antes le había dicho que quería ser médica forense, pero mi papá me sacó carpiendo. Decía que no era lugar para una señorita. Él quería que fuese arquitecta. Tal fue su enojo que no me vio jamás en la revista, pero cuando debuté en ‘Deliciosamente amoral’, ya con 18 años, fue a verme y se le llenaron los ojos de lágrimas. Yo, como él no aceptaba que fuese bailarina, me puse el apellido de su ex mujer y madre de mi hermana. Cuando papá me vio en teatro me dijo: ‘¿Usted cómo se llama?’ Le conteste: ‘María Rosa Fugazot’ y él dijo: ‘Bueno use su nombre’ Fue su manera de darme el visto bueno y aceptar mi trabajo.”

Realizando un minucioso recorrido por su historia María Rosa rememoró: “Mi primer año de vida transcurrió en Vicente López, porque en aquel entonces había muchos estudios cinematográficos en zona norte y la cercanía le venía bien a mis viejos. Tuve una infancia hermosa, con toda la familia junta y con mi adorada abuela a la cabeza… La abuela Margarita estuvo presente siempre en mi vida. Si ella estaba en lo de mi tía y yo la llamaba a las 11 de la noche y le decía ‘Abuela estoy triste’, se tomaba el colectivo y venía a darme un abrazo. Era una mujer conmovedora. Me enseñó muchísimo. Yo la tuve hasta mis 16, se me fue demasiado pronto. Igual tuvo tiempo para formarme y enseñarme todo de la vida. Sus consejos y palabras me acompañaron siempre. De ella aprendí el valor del respeto a sí misma. Jamás me voy a olvidar de la charla que tuvimos el día que me hice señorita. ‘No voy a decirte lo que tienes que hacer o no, pero recuerda que tu cuerpo es un receptáculo, que el hombre viene, escupe y se va. De ti depende que te pongan flores o mierda’. Eso me quedó grabado para siempre. Yo fui virgen hasta casi los 18 y eso que a los 15 ya hacía teatro de revista, pero todavía era muy gansa. En esa época mi novio platónico era Chicho Serrador que tenía 23 años. Me regalaba flores y nos dábamos besos, pero no más que eso. Me decía ‘Yo jamás le voy a abrir la puerta a una mujer para que caiga por las escaleras’. Me cuidaba mucho, porque yo era una nena, al fin de cuentas. Poco antes de que muriera, lo llamé a Madrid y me dijo ‘Hola, mi niña, ¿cómo estás?’. ‘Qué niña, tengo 70 pirulos’. Y la contestación de él fue ‘Siempre tendrás 15 años para mí’. Era un tierno.”

“Yo siempre tuve mi carácter. Cuentan que a los 2 años me ofendí por algo que había dicho mi mamá. Me contó mi viejo que agarré un pañuelo, metí cosas, lo até como pude, me lo puse al hombro, fui a la puerta y no llegaba ni a la manija. ‘¿Qué haces?’, preguntó papá. ‘E voy, porque no e quiere’. Cuando me contaba esto me decía ‘Ya te querías rajar de chiquita’. Siempre fui muy independiente e hice lo que quise. Cuando yo tenía 15, mi mamá estaba haciendo Tangolandia y pedían bailarines. Me presenté en el teatro porque, de tanto verla, me la sabía de memoria las coreografías. Cuando di la prueba, Don Ivo Pelay (poeta y autor teatral) me preguntó: ‘¿Su mamá sabe?’. ‘No’. ‘Bueno, si no nos matan empieza esta noche’.  Aparecí en el escenario y mi vieja casi se infarta. Mi viejo, se enojó tanto, que estuvo un tiempo sin hablarme. No me vio nunca en la revista, pero cuando debuté en 'Deliciosamente amoral', ya con 18, fue a verme y se le llenaron los ojos de lágrimas. Después Quería ser médica forense, pero mi papá me sacó carpiendo. ‘Qué tenes que estar revisando tripas. Tenes que ser arquitecta’ me decía. Pero lo mío era lo artístico. A los 8 años aprendí clásico con una tía mía que era bailarina, después trabajé con Éber Lobato (bailarín, coreógrafo, artista integral), del que aprendí todo del baile moderno. Un día se me ocurrió decir ‘Esto no me sale’. Me tuvo dos horas practicando. Y a las dos horas me salió. Me abrazó y me dijo ‘Nunca más digas no puedo. Si hay alguien que lo hace vos también podés’. Eso es un maestro.”

María Rosa se destacó en teatro desde muy joven, primero en la revista, y luego en obras de texto como “No hay que llorar”, “Así es la vida”, “Locos de verano”, “Venecia”, “Chicago”, “Flores de acero”, “Las chicas del calendario”, “Sorpresas”, “La casa de Bernarda Alba”, “Mujeres de ceniza” y la actual “La ratonera”. En cine actuó en “Las locas del conventillo”, “Chúmbale”, “El día que me amen” y “Ningún amor es perfecto”, entre una decena de filmes. En Tv. se destacó en ciclos como “Operación ja ja”, “Simplemente María”, “La peluquería de Don Mateo”, “Culpables”, “El puntero”, “Sos mi hombre” y “Simona”. 

Es, sin dudas, un icono de nuestra escena. Con una vida dedicada al arte y sin ahorros significativos, demostró una admirable resiliencia y pasión por su oficio, manteniéndose activa y comprometida con su profesión. Su legado artístico y su espíritu incansable siguen inspirando a nuevas generaciones de artistas en el país y más allá de sus fronteras. Pisó por primera vez un escenario a los 15 años y hoy, con casi 70 años de trayectoria, a los 82 años, sigue haciéndolo de maravillas en “Apptinencia” los martes a las 20hs en el Teatro Buenos Aires y muy pronto en “Viejas Chorras” junto a Cristina Tejedor, Divina Gloria y Cristina Maresca con dirección de Lía Jelín y Vero Lorca en el Teatro Picadilly los viernes, sábados y domingos.

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