Capítulo 90: Candelaria Tornquist
LA DAMA DE LOS FIERROS
“A los 15 años manejaba por Panamericana como la nada misma. Mi papá me retaba si iba despacio.”
Hoy, en un nuevo episodio de Clandestina, estoy con una mujer que aprendió a reinventarse entre el ruido de los motores y el silencio del dolor.
Candelaria Tornquist fabrica autos clásicos en aluminio que parecen del pasado, pero lo que realmente construye es futuro.
Viuda, mamá de tres, heredera de una historia de fierros y de amor, aprendió que la vida no siempre se elige, pero sí se decide cómo seguir.
Hija de Marcelo Tornquist, piloto del equipo Peugeot, creció entre talleres, tuercas y autos.
Desde chica aprendió a manejar, a desafiar los límites y a convivir con la velocidad.
Y más tarde, junto a Pini Tornquist, su marido y compañero de vida, fundó Reklus Cars, una fábrica donde se crean réplicas de autos clásicos con la misma pasión con la que se construye una familia.
Cuando Pini falleció, Candelaria se quedó sola con tres hijos.
Y con una fábrica.
El ruido de los motores se mezcló con el silencio del duelo.
Pero ella no se detuvo.
“Trabajo desde los 15 años. No sé hacer otra cosa que trabajar. No tenía otra posibilidad que no seguir.”
En Reklus Cars, cada auto se fabrica a mano, con mecánicas originales.
Cada pieza lleva tiempo, paciencia y precisión.
Como su proceso para volver a levantarse.
“Yo lo amé con locura y pasión. Y tuve la suerte de formar una familia con la persona que amé. No podía quedarme en la cama llorando: tenía que mostrarles a mis hijos que siempre se puede salir adelante.”
El trabajo se convirtió en refugio.
La fábrica siguió andando.
Y ella también.
En un mundo de hombres, donde todavía hay clubes que no dejan entrar mujeres, Candelaria no pide permiso: lidera, decide y educa a sus hijos con la misma firmeza con la que marca cada chasis.
“El problema no lo tengo yo, lo tienen ellos. Yo no me creo un hombre, pero sé que puedo hacer lo mismo que uno.”
Hoy sus hijos crecieron: uno trabaja con ella, otro juega al rugby y la menor canta y estudia comunicación.
Los tres aprendieron a manejar, pero, sobre todo, aprendieron a resistir.
El duelo, la maternidad y la soledad fueron un camino, no una decisión.
“Aprendí que el dolor de tus hijos es indescriptible. Todo el resto es cotillón.
La vida te enseña que lo único importante son los afectos. Hoy disfruto lo simple: un domingo en casa, todos en pijama, haciendo un asado. Eso es vida. Lo más simple es lo que te llena.”
Candelaria Tornquist fabrica autos que parecen del pasado, pero lo que realmente construye es futuro.
Porque seguir sola no es resistir:
es reconstruirse, honrar lo vivido y seguir creando belleza, incluso desde el dolor.
La entrevista completa está en Spotify y en Podcast Rivadavia Clandestina.





