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Antonio Tarragó Ros: "Si pudiese elegir el momento y lugar de mi muerte, quisiera morir en un escenario"
Viernes, 01 Septiembre 2023 19:40

Antonio Tarragó Ros: "Si pudiese elegir el momento y lugar de mi muerte, quisiera morir en un escenario"

El reconocido músico, acordeonista, autor, compositor y cantante realizó un profundo recorrido por su vida en íntimamente con Alejandra Rubio. Habló de su carrera artística, su historia, su difícil infancia, como la música y el escenario son parte fundamental de su vida y hasta si pudiera elegir su muerte, elegiría morir sobre un escenario. 

Antonio Tarragó Ros nació en Curuzú Cuatiá, Corrientes, en el corazón del chamamé. Su comunión con el público y la música la vivió desde muy pequeño. El amor hacia su padre lo hizo amar el bandoneón, el chámame y la música litoraleña como pocos. Su historia de vida es sumamente inspiradora. Es hijo único de Tarragó Ros, uno de los legendarios cultivadores del género, la música propia del litoral argentino, y Elia Crispina Molina; un matrimonio fugaz, que la rigidez moral del abuelo Antonio Ros los obligó a casarse. Poco después de su nacimiento sus padres se separaron y él quedó al cuidado de sus abuelos, sin volver a ver a su madre y muy pocas veces a su padre en su primera infancia.

Hablando de su historia familiar el músico aseguró: “Mi papá era nieto de catalanes, mi abuelo tenía barraca, tenía campo. Él se enamoró del chamamé en la barraca porque venían a traer los cueros de las estancias con carretones. Entonces hacían campamento y se quedaban allí. Entonces tocaban el acordeón, tocaban la armónica y papá se enamoró de eso. Mi papá era un bicho raro porque un tipo de una familia pudiente y muy intelectual que abrazara el chamamé y dejara todas las comodidades por vivir en una casilla muy modesta, persiguiendo su sueño. El día que lo vi, enseguida entendí que este era mi camino”.

Sus abuelos que eran anarquistas y ateos. No quisieron que fuese al colegio como todos los chicos de su edad y su abuela lo educó en casa porque desconfiaba de la escuela pública. Tuvo una infancia solitaria y muy difícil, pero creció en un hogar donde siempre estuvo presente la música.

Cuando fallecieron sus abuelos y luego de vivir en la pobreza y hasta dormir en cajones de soda, viajó a Rosario se puso en contacto con su padre. Así entró y se dejó cautivar por la cultura chamamecera. Tocó con su padre como acordeonista suplente y también presentador de la banda. A los veinte años se desvinculó y llegó a Buenos Aires con su propio grupo.

Fue su estilo provocativo y renovador el que lo llevó al principal escenario del folklore argentino: Tarragó fue quien estrenó el chamamé en el Festival de Cosquín.

El camino que recorrió no fue sencillo. No lo aceptaban en las peñas y en las bailantas; en los programas de radio lo criticaban con dureza. Pero sus canciones, su impronta apasionada y su carisma personal pudieron más.

Además de Cosquín hubo muchos otros festivales y también recitales, como el que reunió a 7000 espectadores en el Luna Park con estrellas de diferentes vertientes del chamamé: Coco Díaz, Damasio Esquivel y el cuarteto Santa Ana entre otras figuras. Algunas de las canciones de Tarragó como “María va”, “Canción para Carito” o “Jineteando la vida” son ahora icónicas de la música nacional.

Antonio Tarrago Ros ganó infinidad de premios y reconocimientos. Dos Premios Konex, Premios Estrella de Mar. Plaqueta de Oro ACE, el Cosquín y Cóndor de Oro y hasta un Martin Fierro Federal. Es defensor a ultranza del medio ambiente, fue premiado por la UNESCO y el Senado de la Nación por su obra Naturaleza, que relaciona la música argentina con la flora y fauna en extinción. Lleva el orgullo en la sangre de haber hecho muchísimo para que el chamamé fuese declarado “patrimonio cultural de la humanidad” en diciembre de 2016 por la UNESCO. Él fue quien llevó este género al Festival de Cosquín y enfrentó críticas por su estilo demasiado “sofisticado”. Su impronta abrió un nuevo camino en la música argentina y logró difundir nuestro folklore en el mundo.