Olga Garaventa fue la única mujer que se casó con Sandro y también quien lo conoció fuera del rol de ídolo como nadie. La última compañera de vida del Gitano, su gran amor, la que compartió su vida, sus últimos momentos, la que eligió en todo, la que vivió una historia de amor inigualable: “Yo hasta este momento que pregunto el porqué, porque me eligió, yo nunca me imaginé que podía suceder. Nunca fui su fans y nunca seguí su carrera. Fui una sola vez a verlo. Me llevó mi hermano mayor a verlo a la cancha de San Lorenzo, y dije: ‘Nunca más vuelvo’. Me asusté, me sorprendieron las chicas, su energía… Y no fui nunca más. Yo tenía 17 años y a los 37 entré a trabajar en el castillo como mantenimiento, en la calle Pavón 3939. Mira las vueltas de la vida, luego de 20 años después, me volví a reinsertar en el mundo Sandro o algo que tenía que ver mucho con él, porque él era el dueño, aunque yo no lo veía. Él no venía. Yo entre a trabajar en el año 1992 y lo conocí personalmente en 1994. Dos años después de estar trabajando. Él no era de frecuentar mucho, y yo nunca fui de estar buscando hacerme ver. Yo cumplía mi función y me volvía mi casa. En el 94 lo vi por primera vez. Él vino al castillo, yo justo estaba abajo en el lugar donde él tenía sus equipos, y me dijo: ‘Yo creo que no hace falta presentarme’ Y yo le contesto: ‘No, no, yo lo conozco. Un placer conocerlo personalmente’. Eso fue todo. Él se fue a ver a Aldo Aresi, su manager, a la oficina… y yo me quedé abajo, en mi lugar. Después me fui, saludé que ya me iba y nada más. Fue un saludo cordial, como de empleada a su dueño.” Así recuerda Olga cuando conocí a Sandro.
La historia de amor surgió varios años después, porque el flechazo de cupido fue pasado 12 años de aquella primera vez que se vieron. Y así lo recuerda Olga: “Fue el 4 de marzo del 2004, cuando el justo se iba a Rosario, que él siempre decía que Rosario era su novia, era donde él iba a presentar el show para saber si tenía que retocar o ajustar algo, para después debutar acá en Buenas Aires. Entonces justo paso para buscarlo a Aldo Aresi, su representante, y me dice: ‘Olguita baja a saludar’ Y yo le digo: ´Hay no Aldo, vaya usted tranquilo’ Y él me dice: ‘No, no. Vaya a saludar’. Bajé, lo saludé, lo tomé de los brazos y le dije: ‘Que tengas muchos éxitos y buen viaje’ Cuando me levanto la vista, lo miro, y la expresión de la cara no era la misma, dije: ‘Ah, hay Dios mío, pero para que bajé, me tendría que haber quedado en mi lugar’… pero bueno, volví adentro y me quedé entretenida en planta baja del casillo, subí después de un rato, justo suena el teléfono y era él que me decía: ‘Tengo un beso un encadenado entre mis labios y la llave de ese beso la tenés vos’. Y yo le conteste: ‘Ah, bueno, bueno Roberto, gracias. Hay, bueno, muchas gracias, buen viaje’ y corté. Dije este se equivocó de teléfono y me llamó a mí equivocada, digo: ‘Se equivocó de teléfono, que tengo que ver yo en esto’ Sigo con lo mío y a la media hora me volvió a llamar y ¡Me lo volvió a decir! Y me dijo: ‘¡Esto es para vos!’ Ahí me quedé helada, y me dije: ‘¿Qué viene después de esto?’ Y así comenzó todo. Desde ese día empezamos a conversar mucho, conversábamos mucho por teléfono, tres, cuatro, cinco, seis horas. Creo que a través de esas conversaciones era como que me iba conociendo, conocía mi manera de pensar, como me manejaba… Él por ser el artista que era, no podía salir a la calle, entonces tampoco podía venir mucho, porque los vecinos de acá lo podían ver, y él era muy de mucho respeto, de mantener su intimidad y de no hacerse ver. Entonces, teníamos que tener este tipo de conversaciones, un acercamiento telefónico. Hablábamos de todo, de lo cotidiano, de nuestras vidas… Él me iba haciendo preguntas y yo contestando naturalmente. Así me fue conociendo.”
Siguiendo con el relato cronológico, Olga continuo: “Yo no entendía mucho que pasaba. Era como una relación, pero hasta ahí, porque no nos veíamos, pero nunca me había pasado de hablar tantas horas por teléfono, y decía: ´Que cosa extraña, que diferente’, ¿no?. Siempre se mantenía con mucho respeto. Entonces, no sabía, me preguntaba:¿Qué va a pasar? ¿Qué iba a pasar? Hasta que el 23 de diciembre justo me vino a saludar para la fiesta, si me dijo: ‘Bueno, acá vas a estar hasta el 31 de enero. Después de esa fecha en el castillo no vas a estar más, te vas a venir conmigo a casa a vivir’. Yo me quedé y me dije: ‘Uy que cambio’. Hasta ese día ni nos habíamos besado. Ese día me dio el primer beso. Me parecía todo muy loco. Yo no le dije enseguida que si. Le digo: ‘Me parece que todo no es tan así, yo tengo que pensar’ Imaginate, él todo un artista, un ídolo… Todo lo que él significaba y yo una persona común. Yo decía: ‘Eso no, esto es mucho, es muy rápido todo, porque no era una persona normal, el todo un ídolo… Ahí medio me desestabilizó. Yo le dije: ‘Mirá, no, tenemos que pensar un poquito más, falta muy poquito, no es tan fácil’ Y él me dice: ‘No Olguita, yo quiero que el 2 de febrero estés en casa’ Y así lo fue, yo fui y me quedé, pero con miedo ¿viste?, como que no sabes lo que puede llegar a pasar ¿Sí va a funcionar o no? Roberto ya era una persona grande, que en ese momento tenía 59 años, una vida distinta, sus costumbres, su manera de ser, y realmente él tenerse que adaptar a mí y yo a él. No era tan fácil.
“Yo me enamoré de Roberto Sánchez, siempre vi al hombre, a Roberto Sánchez, no al artista. La verdad que era un ser tan dulce, tan buena persona, con unos modos tan suaves, tan cariñosos, que eso fue lo que a mí me enamoró. Nunca lo vi como ídolo. Era un sol, como esas personas de antes, era todo un caballero. Algo totalmente diferente a lo común y eso me generaba mucha expectativa e incertidumbre de pensar que podía llegar a pasar. Aquel 2 de febrero, cuando me fui a su casa, llevé un bolso chiquitito, me mira y me dice: ‘¿Eso es todo lo tuyo?’ Y yo le contesto: ‘No, es que no sé lo que puede llegar a pasar’ Fui sincera y él se reía. Era un cambio muy de 360 grados, de una vida normal a él, que era totalmente diferente, no sabías qué podía llegar a pasar. Y bueno, todo fue maravilloso. La verdad hermoso. Fue una vida muy linda, donde uno conoció las cosas hermosas, las cosas regulares, y los regulares por su salud, pero después fue una vida linda, linda y también de un gran aprendizaje, no cierto, porque uno creía que sabía todo, y no, no, no sabías nada de la vida al lado de él. Como yo una vez le dije: ‘Vos tenés mucha calle, mucha ruta, mucha adoquín’, y se reía. Al lado de uno, de una vida normal, imagínate, una persona, como fue él que viajo por todo el mundo, que vio y vivió distintas costumbres, distintas personalidades, bueno, era una persona totalmente diferente a lo común. Era una persona con mucha vida, de un gran conocimiento, una persona que tenía mil vidas de vividas, y de distintas formas. Yo tenías que más o menos estar a su altura y entender lo que él quería como para sentirse cómodo, como para sentirse bien, porque se tenía una vida formada, la que tenía que adaptarme era yo a él, no él a mí. Él un poco, pero la que me tenía que adaptar más era yo a él, no el a mí.”
Ante la pregunta que lo enamoró a Roberto Sánchez de ella, Garaventa confesó: “Yo siempre digo y me pregunto eso: ‘¿Qué lo enamoró de mí?’ Sé que él estaba muy contento, porque me decía que se sentía muy cómodo que era un sol de personas, pero en el fondo, sabe solamente Dios y él que lo enamoró, que vio en mí de diferente. Con tantas mujeres que él ha conocido en su vida, por favor. Rubias, pelirrojas, morochas, y sin embargo puso el dedo sobre mí. Entonces yo me pregunto el ¿Por qué?, pero bueno, no sé, esa química, algo que es inexplicable que muchas veces uno no puede decir que es, pero sabes que es la persona. Cuando empezamos a convivir me dijo: ‘Tenemos que hacer el servinacuy, él era de la religión gitana de parte de su abuelo, de parte de su papá. Yo no entendía que era eso y él me explicó que era vivir dos años en pareja y en esos dos años él iba viendo que cómo era yo, cómo me desempeñaba, cómo me desenvolvía, cuál era mi manera de ser, cómo me manejaba hacia él… Yo no lo podía creer, y le dije a mi hijo Alejandro: ‘Este está loco’. A Roberto toda dulce le dije: ‘Bueno, está bien´. Cuando se cumplieron los dos años, a los dos días, me dice: ‘Bueno, ¡nos vamos a casar!’ Yo lo miré y le dije: ‘¿Cómo?’ Y él me contesta: ‘Y sí, porque hace dos días se venció el servinacuy, ya es fecha de vencimiento, y sí, nos vamos a casar.’ Yo le digo discúlpame ¿Esto es verdad? ¿Vos me estuviste estudiando los dos años?’ ‘Sí’, me dijo, ‘por supuesto’. No podía creerlo. Era algo totalmente diferente a una relación común. Yo a esa propuesta le dije que no. Le dije: ‘No, no. Mira, yo estoy tan bien así’. Una, porque yo no quería, porque él había sido el soltero de América. Digo: ‘¡No, las fans, Dios mío! Tenía mucho miedo que fuera perjudicial para él, para su carrera. Imaginate que la fans verdaderas lo sentían de ellas. Es lógico, lo siguieron toda la vida de jovencitas, fueron madres, abuelas, digo, no, no, no, no, yo no me quiero poner en contra nadie. Le digo: ‘No, va a ser un golpe muy bajo, no, no, no, no, no.’ Me dijo: ‘A ver, ya está, yo ya estoy de vuelta, ya está, yo me quiero casar. Viví toda a mi vida soltero, pero ahora quiero formalizar y las chicas se tendrán que adaptar.’ Y yo decía: ‘Ay Dios mío, me van a querer matar’ No pensé que me iban a aceptar. Yo seguí diciéndole que no, así como un año. Roberto hasta le habló a mi hijo para que me convenciera y yo le dije: ‘No, yo no quiero tener ningún problema con nadie’ Hasta que después me convenció de casarnos y no tuve ningún problema con ellas. Yo las respeto mucho, las aprecio les, son todas buenas, todas tienen este amor incondicional, que yo nunca quise cortarles, porque era los que ellas sintieron toda la vida, y está bien, me parece fantástico. Aseguró la viuda de Sandro sobre el cariño y aceptación de ‘las nenas’ del ídolo.
La relación de Olga con ‘las nenas’ de Sandro es emocionante, pese al primer temor a que no la aceptaran y tardar casi un año en aceptar la propuesta de casamiento de Roberto por el miedo y respeto hacia ellas. Todo fluyó y hoy es casi parte de sus familias: “Yo siempre las respete mucho. Siempre le decía a Roberto que tenía mucho talento y carisma, pero también le decía: ‘vos podes tener talento y carisma, pero ellas también hicieron que tu sueño sea posible, porque ellas iban donde vos ibas… Acá, allá, comprando una entrada…’ Eso también era una gran demostración de amor, y lo llevaron a él a cumplir su sueño, porque él siempre quería tener su casa, un jardín, sus autos y bueno, sus fans hicieron posible esa felicidad de él y ese sueño, y eso también hay que valorarlo. Yo eso siempre lo valoré. Aparte son re buenas, yo las aprecio mucho, porque ellas siempre me han tenido respeto, cariño, como yo a ellas. Yo ocupo mi lugar. Todas tienen ese cariño incondicional hasta el día de hoy. Él también las quería mucho, él era muy familiero con ellas. De hecho, llegaban sus cumpleaños y se iba con su agenda a su oficina a hablarles a las chicas que cumplían años. Estaba 3, 4 horas hablándoles en su escritorio, en su biblioteca… Él la llamaba, siempre, les preguntaba si necesitaban algo… Y si se enteraba de que estaban mal, o que alguien tenía un problema de salud, un problema de familia… Las llamaba, le preguntaba: ‘¿Que necesitas? ¿Necesitas algo? ¿Puedo ayudarte?’ Él era muy familiar con ellas. No pasaba un cumpleaños sin saludarlas, y eso no lo hace ninguna artista. Él las llamaba, las llamaba y la saludaba, o les daba la sorpresa de llamar a tal persona para su 15 años y él lo hacía, era muy diferente a los otros artistas.”
Refiriéndose a como era Roberto Sánchez en la intimidad, el Roberto que tan pocos conocen, aseguró: “En realidad era una persona muy sencilla, muy alegre, una persona con mucha alegría, siempre con buen humor, poniéndole color a la vida y a los días. Él disfrutaba mucho del día a día. Si bien él estaba limitado con su problema de salud, pero él vivía el día a día con todo. Estaba con la computadora, miraba la televisión, leía, era multifacético y una persona de gran espiritualidad. Entonces lo llevaba bien, llevaba realmente re bien el no poder salir, él siempre se buscaba algo para hacer, para estar en función de la actualidad. En ese momento no había tantos celulares con internet y demás, pero nosotros para el último 19 de agosto, el día de sus cumpleaños, le regalamos un iPhone, su primer iPhone. Él se bajaba los recitales, y estaba enloquecido, porque se veía, se ponía sus recitales, los miraba… Le digo: ‘¿viste qué lindo que tengas este tipo de teléfono, donde vos puedas vivir la actualidad? Porque él tenía el teléfono normal, con mensajes, y estaba fascinadísimo. A él le gustaba mucho estar actualizado y había, además, aprendido a dibujar con la computadora. Tengo unos cuadros bellísimos hecho por él en la cocina. Era multifacético, hacía de todo. Trataba las horas y los momentos invertirlos en algo.”
Consultada cómo era un día en sus vidas, Olguita Garaventa relató: “Roberto a la mañana dormía hasta las 3 de la tarde, bajaba. La vida de él empezaba a las 15 horas, 3 de la tarde, se tomaba su té con galletitas con queso untable y mermelada, y él empezaba su día… Ahora, la noche era larga, a la noche seguíamos hasta las 3 de la mañana. Nos quedamos cocinando…A las 9 y media cenábamos, hacíamos sobre mesa, después tomábamos cafecito, y seguíamos chalando… La noche, era el día para él, eso nunca lo pudo cambiar. Dormía a la mañana, yo no, a las 9 yo ya estaba abajo, pero él sí, él sí dormía, eso nunca pudo cambiarlo, nunca se pudo levantar temprano. Él a partir de las 3 de la tarde y ahí tomaba su té, yo por ahí tomaba mi matecito, él a veces me acompañaba si no tenía acidez. Por ahí agarraba la computadora o se iba frente de laTV, o se ponía dibujar con la computadora o a mano. Siempre estaba ocupado. Él dibujaba muy bien, de hecho del castillo él hizo los planos, se lo firmó un arquitecto, pero los planos del castillo lo diseñó él. Era multifacético, se daba maña para todo. Dibujaba, leía, miraba con la computadora, él era una persona muy muy culta, vos podías conversar de todo, hasta de religiones, sabía de todo, él era una persona que te sentías muy bien y a gusto porque siempre tenía temas, todos los días temas diferentes, entonces era lindo, era muy lindo conversar con él. Como marido era divino, no era divo, ni el ídolo, era como cualquier otro. Era una persona sencilla y normal, por eso yo siempre digo que me enamoré de Roberto Sánchez, no de Sandro. El ídolo era de la puerta para fuera, en casa era Roberto. Él siempre decía que Sandro era fuera del paredón, pero adentro era Roberto Sánchez y así se manejaba. Era una persona muy normal, muy alegre, te hacía reir mucho. Había momentos que se exteriorizaba el Sandro, pero yo enseguida se lo hacía ver y volvía a ser Roberto.”
“Nuestro amor fue tan grande, que ni yo comprendía a veces que estaba haciendo yo acá. Yo le decía: ‘¿No sé si vos crees en otras vidas? Pero yo no sé si en otra vida yo fui tu mujer, tu novia o tu pareja y algo pasó, quedo en stand by nuestra relación y aquí nos hemos encontrado para saldar una deuda, porque si no es imposible esto. Pero ahora la deuda esta saldada, porque acá estamos los dos cumpliendo y terminando nuestra vida juntos.’ Y él me dijo: ‘Ya está, con esto me dijiste todo’. Si no para mí era imposible de comprender. Como una persona con tanto conocimiento se haya fijado en mí, como va a estar conmigo. No porque yo no pudiera estar con él, pero teniendo tanta posibilidades a mi me costaba entender que quisiera estar conmigo. Lo dejaba pensando. Realmente nos llevábamos re bien, no teníamos problemas. Éramos como cualquier matrimonio. Por ahí había algo que a él lo enojaba y yo hacía silencio o al revés y después se aclaraban las cosas. Parece una relación de toda la vida, pero fueron cinco años nada más. Nos tratábamos como que nos conociéremos de 50 años, de toda la vida, por eso era tan extraño. Ni su enfermedad era un impedimento para ser felices. Él tenía el 8% de capacidad de pulmonar. Había momentos que estaba bien y a los cinco minutos se descompensaba y había que internarlo. No era fácil, estaba conectado al oxigeno las 24 horas. Estaba muy delicado de salud, muy muy delicado, muy grave. De hecho fue un caballero, porque cuando él me conoció, me lo dijo: ‘Mirá va a ver un camino de rosas, pero también de espinas, porque yo estoy muy grabe de salud. Yo no te voy a mentir, vos decidís si querés aceptarme como estoy o no.’ Y eso yo se lo valoré muchísimo, no es que él me engaño. No. Me dijo: ‘Yo estoy en estas condiciones’ Yo le dije que si, obvio ¿Cómo no iba a aceptar?, Intenté cuidarlo, puse todo lo mejor de mí y lo volvería a hacer mil veces porque realmente se lo merecía. Era una situación muy difícil. Yo casi no salía. Salía solo hasta las tres de la tarde que él se despertaba. Yo estaba ahí para ver si necesitaba algo, si estaba bien. El pese a todo le ponía mucho color, aunque también me decía que no tenía mucha vida y eso a mí eso a veces me enojaba. Y me dijo: ‘Sé que a los 64 años me voy’ Y yo lo retaba, le decía: ‘Roberto no podes decir eso’ Pero fue verdad, a los 64 años se fue a pesar que amaba la vida. Él siempre decía que él podía perder la vida, pero la vida no la perdía Decía: ‘Yo puedo perder la vida, pero la vida no me la pierdo’ y así fue, ese es verdad, es exactamente lo que él hacía. Le sacó jugo al máximo. Hizo todo lo posible para seguir viviendo, incluso el trasplante, yo no estaba de acuerdo, pero él quería vivir y estaba ilusionado con una mejor calidad de vida. Me decía: ‘Yo ahora sos feliz y quiero seguir viviendo.’”
Este 19 de agosto Roberto Sánchez hubiese cumplido 80 años, pero sus cumpleaños, cundo aún estaba entre nosotros eran mágicos y de gran entrega a su público: “Llegó a recibir 700 personas en su casa. Era increíble, porque así como estuvo este año lluvioso, muchas veces pasaba lo mismo, y teníamos que ambientar lo que es el locutorio, el livingcito de adelante con estufas y con todo lo necesario para que él pudiera recibir a la gente. SeÉl se debía a su público y no había forma de frenarlo, a pesar de que llovía. A él le gustaba, él esperaba el 19 de agosto, para estar en contacto con sus chicas, con sus nenas. No había forma de detenerlo por más que los médicos no querían, yo creo que era el día más feliz de todo el año, a pesar que él era muy feliz. Pero, el reencuentro con ellas, el estar con ellas, verlas, por ahí hacerles un chiste, reírse, sacar se una foto… A él lo llenaba mucho estar con sus nenas. Iban pasando de a cuatro nenas. Las veía, les daba su abrazo, se sacaban una foto y se iban, con eso eran felices. Él se sorprendía cada año, no podía creer la fila que se hacía, decía: ‘Por favor, como si fuese San Cayetano’ Era muy chistoso, pero para él ese momentito era mágico. Era un momento mágico de verdad. Lo veía cuando terminaba, cansado, pero con la cara, rebozada, de alegría, vos le veías esa felicidad, pero había que decir, ya basta, porque hacía frío, y él no podía tomar frío por su tema de salud. Él estaba muy feliz, charlaban dos minutos con cada una, porque había un montón de chicas para entrar, pero los médicos me retaban, me decían: ‘Olguita, Roberto no puede hacer eso’ Pero yo no podía prohibírselo. Era su felicidad. Trataba que los médicos entendieran que a él le hacía mucho bien. Que había que ponerse en el lugar de él, que él necesitaba ese contacto con sus chicas, es una inyección de vitaminas, de felicidad. Ese cariño que ellas le trasmitían, le hacía muy bien. Eran todas granitos que iban sumando para darle la energía positiva, para que él pudiera sentir ganas de seguir viviendo.”